Historias

Espartanos, la fundación que desde hace dos años mira con otros ojos a los presidiarios

Su sede en San Juan nació por la inquietud de un abogado por poner su granito de arena para cambiar el mundo. "Hay que saber perdonar", aseguró.
domingo, 5 de julio de 2020 22:00
domingo, 5 de julio de 2020 22:00

Dar una segunda oportunidad a quienes lo necesitan, ese es el objetivo que se planteó el abogado Federico Zapata cuando en el 2016 comenzó a planear traer a San Juan la Fundación Espartanos. Se trata de una entidad nacional que trabaja con personas privadas de su libertad basándose en tres ejes, la religión, el rugby y la inclusión en la sociedad.

Tuvieron que pasar dos años hasta que por fin en julio de 2018 entró al penal ya no como litigante sino como alguien dispuesto a tender sus manos para ayudar a los reos. "Toda mi vida había jugado al rugby, en ese momento estaba desconectado pero tenía muchas ganas de conectarlo con una actividad solidaria", contó el letrado en diálogo con Diario La Provincia SJ. 

El programa cuenta con su pabellón propio en el que hay entre 40 y 60 internos, aunque además hay otros dos equipos que practican con ellos, lo que hace un total de alrededor de 120 hombres. En febrero del año pasado, el programa comenzó a incluir a las mujeres, pero hasta el momento participan alrededor de 15 chicas.

"El cambio ha sido impresionante en los hombres. El 80% del penal quiere estar en nuestro pabellón y en nuestro proyecto. Les damos actividades deportivas, espirituales, ahora hemos firmado un convenio con el Sindicato de Empleados de Comercio para empezar con talleres de capacitación virtuales. Lo único que les pedimos es que sea un pabellón ejemplar, que demuestren con su conducta que no repiten su comportamiento de su anterior vida". 

Algo fundamental para que el programa pudiese instalarse fue el apoyo de la dirección del Servicio Penitenciario, quienes les posibilitaron entrar a los voluntarios y llevar a cabo las diversas labores para generar un cambio en los presos. "Hay muchos que nunca han tenido afecto y cuando los tratás bien generás un cambio. Ellos se empiezan a dar cuenta de que son capaces de hacer otra cosa, principalmente a través del deporte, eso los une y les da amistad entre ellos cosa que es muy difícil de generar ahí. En la cancha el compañero es un amigo, además de que se fomenta mucho el autocontrol".

"El cambio es posible", asegura el cartel que adorna el pabellón y de eso los Espartanos están 100% seguros.

Al ver los resultados, muchos internos han querido pertenecer a este grupo, pero según aclara el letrado, sus integrantes tienen que estar cumpliendo condena por delitos como narcotráfico o robo, pero nunca por abusos ya ellos necesitan otro tipo de ayuda.

"En los primeros entrenamientos, cuando venían con reclamos les dijimos que nos íbamos y cambiaron la actitud. En dos años no hemos tenido ninguna pelea. El respeto es algo que se empieza a contagiar. Ellos saben que venimos de afuera, que no tenemos la obligación de ayudarlos y nos hemos acordado de ellos y si hay algo que hay en la cárcel son códigos". 

Más allá de los entrenamientos de rugby, hubo voluntarios que se acercaron para enseñarles plomería, electricidad, albañilería etc. "En un par de semanas pensamos arrancar con los nuevos cursos de venta online, refrigeración (reparación de aires acondicionados), electricidad y otros cuantos. Además fomentamos que almuercen y cenen juntos, y también recen. Tratamos de que el pabellón sea un club en el que hay que ayudar a los compañeros. Si llega otro de otra celda que tal vez viene agresivo, ellos les empiezan a marcar las reglas y a las dos semanas ya está cambiado".

El coronavirus en el pabellón
Ante la llegada de la pandemia, se suspendieron todas las visitas por lo que estuvieron más de dos meses sin recibir el apoyo de los voluntarios. Sin embargo, todo siguió marchando. "Me sorprendió porque hay presos que no podían vivir en ningún pabellón por su nivel de agresividad y ahora están con nosotros. Los ves y son otra persona. Ellos mismos armaron sus entrenamientos. Estuvieron rezando juntos. Los que sabían carpintería y electricidad les estuvieron enseñando a los otros. Ha sido increíble", se sorprendió el doctor. 

Además, tuvieron la oportunidad de pensarse como actores solidarios ya que consiguieron máquinas textiles y estuvieron fabricando cubrebocas. "Hay un chico que trabajó en una fábrica textil. Él les enseñó a todos y comenzaron a hacer los cubrebocas". 

"Sé que hay muchas personas a las que no les gusta lo que hacemos porque han sido víctimas de delitos, pero a mí también me han robado y he pasado situaciones muy feas. Pero qué vas a hacer con esa gente, no los podés matar, pena de muerte no tenemos y en algún momento van a salir y lo que querés es que se reinserten y que no vuelvan al delito. Estamos convencidos de que lo que les hace falta son oportunidades. Está comprobado por la fundación que de esta forma bajamos la reincidencia en un 70 u 80%. Todos tenemos que agradecer la vida que tenemos y tratar de trabajar por el próximo porque esa es la forma en la que podemos ser una mejor sociedad. Si hay algo que me han enseñado estos dos años es que hay que aprender a perdonar. Vivir con rencor no te lleva a ningún lado. Si perdonás a esta gente por las macanas que se mandaron, vas a ver un gran cambio. ", sentenció el abogado. 

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