Historias

Darío, el exsemitero que junto a sus amigos levantó de la ruina al club de su infancia

Estaba a punto de perder la personería jurídica y decidieron pagar con su trabajo las deudas de la institución y sacarla adelante. Ahora los chicos le devuelven su trabajo con trofeos.
domingo, 9 de febrero de 2020 00:00
domingo, 9 de febrero de 2020 00:00

Los clubes son lugares de reunión, de amistad, de deporte, de aprendizaje, de solidaridad y compañerismo. Todo eso vivió Darío Pasten cuando apenas era un nene en el Instituto La Laja. Se trata de una institución de Albardón de 89 años que supo tener un gran esplendor y hacerse conocido a nivel nacional con la presencia de artistas para sus tradicionales bailes.

Hace tres años, un grupo de amigos decidió volver a ese lugar en donde habían sido tan felices en su niñez y se encontraron con un lugar completamente en ruinas. La enorme pista de baile cubierta de basura, los trofeos de las glorias pasadas tirados en un rincón con el herrumbre como testigo de la decadencia y la desaparición de todos los registros históricos.

Ellos no tienen un gran poder adquisitivo ni mucho menos, pero decidieron que iban a levantarlo a fuerza de valores como la palabra empeñada y el trabajo. "En mi niñez había una muy buena dirigencia que hacían el festejo del día del niño, los reyes, Papá Noel, lo que nuestros padres no nos lo podían dar, el club nos daba esa ilusión. Fue un grupo de amigos de la zona los que me propusieron que me hiciera cargo de la presidencia ya que yo había conocido a todos, yo había sido semitero del barrio en mi niñez para ayudar a mi familia. Ellos me convencieron diciendo que el club solo necesitaba amor, ganas y pasión para poder salir adelante", contó en diálogo con Diario La Provincia SJ el actual presidente Darío Pasten. 

Nunca se olvidarán el día que fueron a recorrer el lugar. "Cuando lo vi se me llenó de angustia el corazón. Hacía muchos años que no iba. Le expliqué la situación a mi señora y le dije que yo quería darles a mis chicos la ilusión que a mí me había dado mi club. Ella me apoyó y así nos metimos en esto", recordó.

Además del evidente deterioro de toda la estructura, también había gente a la que se le debía dinero por haber prestado diversos servicios y poco a poco fueron llegando a acuerdos con acreedores. "Tenemos una pista de baile para dos mil personas y estaba llena de basura. Sacamos 7 camionadas de residuos. Todo estaba tan sucio, las paredes se caían a pedazos". 

Entre las gestiones, lograron recuperar sillas que habían sido dadas como parte de pago a un agente. Las limpiaron y pintaron y ya están listas para esta nueva etapa.

Lo material tarde o temprano se podía arreglar, pero lo más difícil de arreglar era la moral. "Además del club destruido encontramos un grupo social destruido porque los vecinos decían que le habían dado tanto al club y todo se lo habían llevado. Con los chicos les dijimos que necesitábamos nuestros hijos tuvieran ese espacio y lo íbamos a conseguir con trabajo. La gente no nos quería ayudar pero se nos ocurrió la idea del "reciclaje". Llegamos a un acuerdo con los vecinos y les limpiamos los fondos a cambio de que nos diesen todo lo que no les servía como latas, botellas, etc. Con eso juntamos algo dinero", recordó sobre los primeros esfuerzos.

Como parte del proyecto de "reciclaje", la comisión directiva salía a limpiar los patios de los vecinos a cambio de materiales que se pudiesen vender en recuperadoras.

Cada peso contaba, ya que al segundo día de asumir la dirigencia, les cortaron la luz porque debían tres boletas. "En Deportes debíamos casi $40 mil, teníamos empeñada la carpeta de las habilitaciones para los bailes, en promesa de pago a un maestro mayor de obras que había estado trabajando en el club. Hablamos, llegamos a un acuerdo y la recuperamos para poder iniciar el trámite de habilitación ya que estaba clausurado desde el 2010 por la última infracción".

El presidente, Darío Pastén, arreglando el club.

 

Tenían la firme convicción de hacer todo por derecha. "El juez nos dijo que era la última oportunidad que nos daba para habilitarlo. Le dijimos que no teníamos conocimientos pero que sí teníamos valores. Así nos dio la oportunidad de poder empezar. Porque antes se habían hecho bailes pero no tenían la habilitación, y nosotros no queríamos eso".

Los que sabían de construcción fueron trabajando y enseñando a los demás. Hoy en día están terminando de arreglar los baños y tienen como deuda pendiente cerrar la cancha.

Además de levantar las paredes y saldar las deudas, decidieron que era hora de ayudar a la comunidad y poner en marcha el ámbito social del club. Así organizaron eventos y ayudaron a Juanjo, un pequeño sanjuanino internado en Buenos Aires, a Jose, quien tuvo un accidente en las cercanías del club, a Brian por quien se hizo una "motoqueada" e infinitas ventas de empanadas para colaborar con vecinos con problemas de salud.

El deporte
Todo el trabajo era por y para los chicos, pero ¿a dónde estaban? "A nivel deportivo, los jóvenes del barrio estaban en un kiosco de la zona tomando vino y cerveza. Además sabíamos que había entrado la droga en la zona. Eso nos animó más para ponernos a laburar. Esa era la mochila más pesada de la institución. Recibimos un subsidio e hicimos un terraplén que transformamos en cancha. Compramos caños en Mendoza porque nos salían más baratos. Así comenzamos el potrero". 

En estos tres años el amor por el deporte también fue creciendo. "En aquel entonces había tres divisiones en actividad, ahora tenemos la sexta, séptima, Sub21, primer división, la escuelita de fútbol con cinco categorías, una escuelita de hockey con cinco categorías, una escuelita de boxeo que ahora está un poco parado porque los profes fueron convocados para preparar a competidores que van a representar a la Argentina", contó el presidente con el pecho inflado.

Todo club necesita su bandera.

Ahora comenzaron a ver los frutos de tanto trabajo ya que los chicos respondieron tanto apoyo con trofeos. "Necesitamos que los niños no lleguen a la droga, al alcohol. El fútbol no es solo deporte. Los profes son excelentes, y si un chico toma no va a jugar, lo mismo si no te presentaste a entrenar. En las escuelitas, el que dijo malas palabras no juega por dos semanas. Se educó a los chicos, a los grandes, eso cambió mucho".

Darío podría hablar por horas de sus amigos, de su esposa, de los vecinos, los auspiciantes y todos aquellos que dieron una mano para que el "gigante se despertara". Sin embargo, cuando ve los resultados, como si fuese un gol en la final del mundo, mira al cielo y se lo dedica a su madre, quien lo crió con los valores que ahora pregona y con el amor al club.

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