Opinión

Golpeando puertas

domingo, 22 de febrero de 2015 15:47
domingo, 22 de febrero de 2015 15:47
Por: Ivan Grgic 
 
El término "golpear” se utiliza en idiomas extranjeros con términos diferentes para diversos significados, pero en el español los numerosos usos se entienden según contexto literario y la intención de los hablantes. Entonces, golpear puede utilizarse para definir la caída de una persona al caminar, para describir la acción de un boxeador en el ring o para una experiencia dolorosa de la vida. También se usa para llamar a una puerta o para derrocar a un gobierno.

Cuando se quiere llamar a alguien que está dentro de una casa, se golpea la puerta para anunciar la presencia y solicitar que se escuche lo que se tiene para decir. Un golpe a la puerta puede ser vivido con disposición abierta o sin ella, con ánimo de diálogo o sin apertura para eso, y de la imagen que se haga de quien golpea. Esa persona, si espera una lucha saldrá a pelear. Pero, si quiere, podrá abrir la puerta y transformar su dintel en algo parecido al Areópago de los grandes filósofos griegos, allí donde podía emerger la verdad caminando juntos.

Un derrocamiento también lleva el título de "golpe”, con el símil de un boxeador que knockea a su oponente. Puede ser un solo golpe fulminante, o el llamado "knockout técnico” que llega cuando se ha golpeado varias veces al adversario hasta que este ya no sale al ring para luchar. La intención es totalmente diferente del golpe a la puerta: mientras que uno busca dialogar para encontrar la verdad, el que se da en el ring busca que el otro salga fuera del combate.

Las personas hacemos del próximo paso el dintel de una puerta o un ring, un Aerópago del diálogo o un campo de batalla. Y lo puede buscar el que golpea o el que acusa el golpe. Depende de la propia intención o de la interpretación de la intención del otro. Lo que si parece cierto es que, si se busca o interpreta el golpe como intención de knockout nunca se pondrá en valor al diálogo simétrico y fraterno. Es más, crecerá la percepción de que solo sirve sacar de combate al otro, o que se ha llamado solo para buscar el knockout.

"Golpe blando”, "marcha opositora”, y otros tantos títulos se buscan para titular una expresión popular y huir del Areópago, para evitar la pluriformidad de la verdad en sus enunciados, en sus mensajeros o en las forma de realización. ¿Qué fuerza pueden tener un pequeño grupo de fiscales si no hay una necesidad de expresión latente, que condensa la fuerza  de voces, necesidades, descontentos, o nuevas búsquedas? ¿Qué consecuencia hay en clasificar número, edades o situación social de caminantes, sino solo transformar esa marcha en una expresión golpista? Los que marcharon, ¿buscan que les levanten la mano triunfando en un ring, o la paz que brota de un dintel donde se dialoga buscando la verdad?

Lo que si parece cierto es que el #18F ya pasó. Ha quedado la fuerza simbólica del acontecimiento y la convicción popular de la unidad, que hoy tiene otro día, otra semana y otros desafíos. Y son los que derivan de la responsabilidad de cada uno. Los fiscales que defienden la verdad del pueblo, los jueces deben enarbolar la verdad de la justicia, los gobernantes que reconstruyen el primer derecho de un pueblo, su confianza en la Constitución de la República, o los representantes que aprenden a tomarse de las manos para defender al pueblo que representan. 

El pueblo caminante con las ideas que posean, tiene su propio desafío: salir del ring. Es tiempo de golpear la puerta y abrirla para  sentarse juntos en el dintel.

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