Opinión

Es bueno participar

lunes, 16 de febrero de 2015 10:01
lunes, 16 de febrero de 2015 10:01
Por: Ivan Grgic 
 
Desde que un grupo de fiscales invitó a una marcha de silencio el próximo 18 de febrero a un mes de la muerte del fiscal Alberto Nisman, se percibe un importante apoyo popular. Y es bueno participar. 

Es bueno para no quedarnos sentados. Una vieja canción de Silvio Rodriguez comienza: "En el borde del camino hay una silla/ la rapiña merodea aquel lugar/ la casaca del amigo esta tendida/ el amigo no se sienta a descansar”. El cantante cubano expresa la lucha interior de quien percibe una verdad y siente a la vez la atracción de "sillas” al borde del camino, sillas que simbolizan razones para no andar y no ir tras de la verdad. Pueden ser miedos, incomodidades, temor a las malinterpretaciones o sospecha  de aprovechamiento de terceros. Las sillas están. Y la necesidad de marchar también. 

Además, como dice la investigadora alemana Elizabeth Noelle Neuman en su teoría de la opinión pública del "espiral de silencio”, si una persona cree que sus opiniones son minoritarias no las expresa por miedo al aislamiento, más aún cuando tiene frente a si sólo megáfono aislado pintado de verdad. En el mismo sentido canta Rodriguez: "El que tenga una Canción tendrá tormenta/ el que tenga compañía soledad/ el que siga buen camino tendrá Sillas/ peligrosas que lo inviten a parar”. 

Participar es necesario por el simple hecho de caminar. "Ir” es el gran verbo de muchos escritos espirituales. Por ejemplo, en el relato bíblico de Abraham que comienza con un "sal de tu tierra y ve”, o en el final de la vida terrena del Maestro de Nazaret que se había definido a sí mismo como "camino” cuando dice: "vayan”. Hay una relación directa entre grandeza de las personas y ese ir por el camino hacia la verdad. No hay verdad de sí mismo sin andar.

Es importante ir en silencio, porque en silencio se escucha la verdad de una persona o de un pueblo. El silencio comienza cuando se acallan voces y ruido, para alumbrar la paz, auténtico germinador de la verdad. Cuando se camina en ese ambiente se puede ver, se pueden entender, se puede evaluar, se puede discernir. Allí amanece el otro, su lugar, su visión, su historia. Allí emergen las relaciones, las dependencias, las libertades o las diferencias. En el silencio del camino se puede reconocer la verdad del que piensa distinto, las obras buenas que realiza, las intenciones valiosas que lo acompañan.

Es conveniente ir en silencio porque el silencio, en el camino, también es palabra y muchas veces, clamor. Tiene la capacidad de decirlo todo, aún lo que no se termina de entender o lo que se teme expresar. El silencio grita la verdad que construye y, por consecuencia sale a la luz lo que se opone. Al humilde, el silencio le marca el camino. Al arrogante, el silencio lo ahoga y apabulla porque también le muestra sus lastres. 

Es significativo ir-en-silencio porque también es un homenaje para los que quedan en el camino sembrando vida con su sangre. Es el caso de Oscar Arnulfo Romero, obispo del Salvador y mártir por odio a la fe, quien caminaba junto a su pueblo oprimido y fue asesinado por las fuerzas que pretendían ahogar la verdad con su poder. Los testigos de la verdad animan a todos a no caer en la tentación de ninguna silla, pues ya vivificaron el sendero. 

Es fundamental ir-en-silencio como posibilidad de la unidad de los caminantes. Cuando la opción es quedarse al borde, las consecuencias son la atomización, el individualismo y la ausencia de relación y de fraternidad.  Lo sustancial de caminar juntos en silencio florece en el mismo recorrido, sabiendo que "se hace camino al andar - juntos a la par”.

Ir-en silencio es un estilo de vida, un modo de buscar la verdad, una forma de homenajear a anteriores caminantes, un manera de clamar. Vale marchar en silencio, "vale la canción buena tormenta/ y la compañía vale Soledad/ siempre vale la agonía de la prisa/ aunque se llene de sillas la verdad”.

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