Amigos o muerte

domingo, 20 de julio de 2014 15:54
domingo, 20 de julio de 2014 15:54

Por: Ivan Grgic

Cuando el mundo celebraba la caía del Muro de Berlín, Danny DeVito proponía un film de aparente tono humorístico: "La Guerra de los Rose”. Los Rose, un matrimonio protagonizado por Michael Douglas y Kathleen Turner, comienzan normalmente su vida de pareja hasta que un incidente los lleva a la opción definitiva del divorcio. Como ninguno quiere irse de la casa, se inicia un verdadero combate entre ambos con el final lógico de toda guerra.

Quienes hayan visto el film recordarán el fiasco de sentarse a ver una comedia y terminar viendo una lucha tan similar en tantas parejas, tantos grupos, tantos gobiernos y tantas sociedades. La fuerza simbólica del film está en la ironíaque enfrenta las posibilidades de conciliación que existen hasta el finaly la inexistentedisponibilidad de diálogo desde elprincipio. Es que entre indisponibilidad y posibilidades se teje toda historia de destrucción.

Transcurrieron 25 años de aquél film, mientras comenzaba la lucha anticomunista en Afganistán que daría pie al régimen talibán o Irán mandaba a matar a Salman Rushdie por su libro "Los versos satánicos”, cuando Slobodan Milošević daba inicio a la guerra en los Balcanes y Pablo Escobar entraba a asolar Colombia con la fuerza del narcotráfico, o cuando Gorriarán Merlo ingresaba con miembros del Movimiento "Todos por la Patria” en el Regimiento General Belgrano de la Tablada con el argumento de frenar un intento de golpe de Estado.

Fuetambién en  1989 el año en que aunaron satélites para iniciar los GPSy se paró aquél joven en la Plaza de Tian'anmen para frenar la represión, cuando se inició el primer gobierno libre en Polonia, el de Vaclav Havel en Checoslovaquia o el de Rumania. Fue el inicio del gobierno democrático en Chile, la caída del Muro de Berlín y el Nóbel de la Paz al Dalái Lama. Es una muestra que ningún diálogo es infructuoso cuando se quieren soluciones válidas para todos, pero si lo que se busca es vencer con la muerte del otro la mordacidad del matrimonio Rose se manifiesta como un espejo latente.

En esta semana, cuando acallaban las voces del posible penal a Higuaín o de los goles perdidos en la final, se escucharon con más fuerza los sonidos de la interminable lucha en Gaza, del abominable misil en el avión malayo, de los insistentes reclamos a 20 años del atentado a la Amia y o de la incomprensible muerte de una familia por animales sueltos. También se escucharon los ecos de las reuniones con los fondos buitres, el regreso de Campagnoli a su escritorio de fiscal, o nuevas causas contra Amado Boudou. Y como hace 25 años resonó en muchos la alternativa de los Rose: diálogo o muerte.

Para dar espacio a la muerte basta querer matar, o dejarse llenar por la tristeza decepcionante, como en esos días en los que Bob Dylan cantaba: "Vivimos en un mundo político/El amor no tiene lugar/Vivimos en una época en que los hombres cometen crímenes/y los crímenes no tienen rostro. /Dónde la paz no es bienvenida. La echaron lejos de la puerta para que vague un poco más... o la pusieron contra el paredón”.

Para dar espacio a verdadera construcción social hace falta el compromiso y la grandeza deHavel cuando decía: "Reflexionamos y soñamos, en las cárceles o fuera de ellas, con una Europa sin alambradas ni altos muros, sin naciones artificialmente divididas, sin gigantescos almacenes de municiones”. O del Dalai Lama que afirmaba: "Quien se transforma, transforma el mundo”.

En este día singular del amigo, cuando nobles compañeros de ruta como Luciano Gutierrez en la manifestación sanjuanina por la seguridad en las rutas o Cristina Loza por los actos de la Amia en Córdoba hacen cercano el ejemplo de los grandes, se entiende que la amistad también es orgullo y seguimiento hacia quien se juega por el cambio levantando la voz y no las armas, negociando en la transparencia de la verdad no en la oscuridad de la corrupción, mirando a la belleza de los sueños que pueden ser.

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