En busca del héroe perdido

domingo, 13 de julio de 2014 02:21
domingo, 13 de julio de 2014 02:21
Por: Ivan Grgic

La crisis de representatividad se ha analizado y argumentado desde varios ángulos. Desde la imagen de los líderes, se afirma que hay una crisis porque la gente no cree en ellos, o porque la imagen positiva de los dirigentes está muy por debajo de líderes religiosos, de los periodistas, deportistas o actores. También se ha enfocado el tema desde los cambios sociales, sosteniendo que no hay líderes comunitarios en el macro o el microterritorio que puedan motivar lo suficiente para los urgentes compromisos comunitarios sobre seguridad o droga. 

Además, en épocas de las fechas patrias que van especialmente de mayo a agosto, los próceres adquieren ribetes modélicos que los revisionismos no logran carcomer. Se destaca su visión, su fortaleza, su entrega, su concepto de compromiso, su amor por la Patria o su desinterés. Nunca falta el discurso alegórico de sus historias pero el mismo recurso retórico le arroja la exigencia de imitación al que escucha y no al que discursea. Al final, la épica de San Martín, la educación de Sarmiento, el amor de Belgrano, la osadía de Güemes o la audacia de Juana Azurduy queda solo en sus memorias.
 Pero, como el pueblo sigue en búsqueda del héroe perdido, cuando lo encuentra lo grita.

Esto explica la histórica viralización popular tan amplia, tan humorística, tan rápida, tan creativa y tan fascinada fascinante  como la que se difundió el Día de la Independencia con Javier Mascherano. Un joven nacido hace treinta años en los campos de San Lorenzo, el mismo lugar donde tuvieron su bautismo de fuego los Granaderos de San Martín, apareció en las imágenes del Libertador, del Che Guevara o del Cristo Redentor de Río de Janeiro. Las frases más ingeniosas surcaron varios días las redes sociales: "Voldemort no se anima a pronunciar el nombre de Mascherano”, "Batman tiene piyama y sábanas de Mascherano”, "Mascherano rescata solo las Malvinas” o "Mascherano le dijo a Dios en el séptimo día: "descansá un poco que yo sigo”. La lista es interminable. Si, tan inagotable como el deseo de que todos los dirigentes sean como él. O, mejor, que todos seamos como él.

No es un prócer distante ni es parte de los libros de historia. Lo hemos visto caerse, llorar, gritar y arengar. No es el capitán, pero es el líder del equipo. Sabe defender, sabe reubicarse en el puesto que le indican, sabe atacar, sabe cubrir el puesto de sus compañeros. Entiende los tiempos de pausa, de agilidad, de paciencia o de urgencia. Es un humano como todos sin ínfulas de poder, no tiene la impecabilidad del bronce ni las ansias vampirescas de muchos pseudo dirigentes, ni ha contratado una estructura de comunicación y marketing a su servicio. No es un líder impuesto por alguien iluminado: sólo hizo muy bien su trabajo.

Las frases que revelan la admiración popular demuestran también que el héroe buscado ha sido encontrado. Pase lo que pase en la final de hoy en el Mundial de Brasil, el héroe no será Messi el mejor jugador del mundo, ni Romero el mejor arquero, o la defensa o el ataque. El héroe será ese pequeño hombre de 1,75mts de altura, que volverá a su casa con su esposa y sus hijas, que visitará su casa paterna y comerá la chocotorta de su mamá que tanto le gusta, que regresará a su trabajo para dar su granito de arena en la construcción total de los logros de sus equipos.

Nosotros diremos durante años que lo vimos al "Masche” y bastará su recuerdo para ir de humor a trabajar, para motivarnos mejor en la entrega, para saber que podemos dar un poco más, para comprender que la independencia no se define por los fondos buitre, los bancos internacionales, el poder multinacional o los imperios actuales, sino por la propia capacidad de lucha cotidiana: por uno mismo. Si, porque Mascherano es ese símbolo que nos permite creer que "él no hace flexiones sino que empuja la tierra”, "que puede traer el unicornio azul. Y, si lo ve, también uno verde”.

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