Examinen todo y quédense con lo bueno

La capacidad humana de examinar necesita tiempo para ver todos los elementos, todas las verdades/bondades, en sus diversas formas-grados-lugares, y recién avanzar hacia la opción que puede incluir aspectos de varias posturas.
domingo, 1 de diciembre de 2013 02:03
domingo, 1 de diciembre de 2013 02:03

 Por Ivan Grgic

"Quizá, dado que las bellezas del campo eran tales que ni siquiera un loco podría echarlas a pelear, esto me curó de una vez por todas de la tendencia perniciosa de comparar y preferir, operación que hace muy poco bien cuando se trata de obras de arte y que hace un daño grave cuando se trata con la naturaleza”. (C.S. Lewis, 1955). ¿Tendencia perniciosa? ¿Daño grave? ¿Por qué?


Pareciera haber dos cuestiones tras de esta expresión: la presión forzosa de comparar y preferir y la capacidad de examinar. La primera cuestión parece ser cultural, aunque de todos los tiempos. Gustos de ropa, lugares, música, ideas políticas, posturas religiosas, líderes, actitudes y estrategias de cada día se nos presentan apremiando una decisión absoluta: una o la otra. ¿No puede gustar Barreal Y la costa? ¿No puede ser agradable vestir de traje Y de sport? ¿No se puede congeniar con ideas del gobierno nacional Y con ideas de la oposición? ¿No se puede ser de una religión Y acordar ideas y acciones con otra?

El amor posesivo de muchas organizaciones humanas condiciona su fidelidad a una opción absoluta, sin que haya nada bueno en otra organización. Es más, esa opción conlleva la obvia postura de estar de acuerdo al 100% con el grupo, lugar, ropa o creencia. Lo más llamativo es que este imperativo moral (tan kantiano!) se incluye en el mismo discurso de la defensa del pluralismo y lleva a un encierro: si se está con el pluralismo se está contra la preferencia absoluta por el grupo, si se está con el grupo se estará contra el pluralismo. Y, además, con la urgencia  de optar ya.

La segunda cuestión es la capacidad de examinar. Es interesante definir "examinar” por la sabiduría común para evaluar lo conocido y medir lo evaluado conforme al peso neto de verdad y bondad (…y belleza, dirían los filósofos griegos). Por eso, la capacidad humana de examinar necesita tiempo para ver todos los elementos, todas las verdades/bondades, en sus diversas formas-grados-lugares, y recién avanzar hacia la opción que puede incluir aspectos de varias posturas. Quien puede hacerlo capazmente es un "acreditado”, una persona que sabe examinar. Mientras que la obligación de comparar y preferir impide el pluralismo, su urgencia entorpece la capacidad de examinar, llevando el corazón al límite de tener que decidir-ya-totalmente-por algo/alguien.

Entre urgencias, mandatos y libertades, la bellísima película "Chocolate” (2000) con los inefables Juliette Binoche y Johnny Depp, viene a nuestro encuentro como metáfora de los modos y criterios para examinar situaciones y decidir. Todo sucede en un pueblo a fines de los ’50, donde reina una perfecta tranquilidad que suena más a cáscara de una dinámica oculta de historias humanas. Desde el comienzo se escucha una voz en off, que narra: "Hasta que un día... un viento ‘picaro’…” Ya no es solo la llegada de Vianne y su hija Anouk o el gitano del barco, Conde de Reynaud, líder de la comunidad, o el cura del pueblo, el marido abandonado, la madre castradora o Josephine la mujer golpeada. Hay un hilo llevado por el "viento pícaro” que mueve todo a través del chocolate en medio de la cuaresma cristiana, mientras la intolerancia toma espacio en la narración.

Sea en la imaginaria historia del film como en las realistas coyunturas sociales y políticas, el amor sopla a modo de viento pícaro para examinar con prudencia, entender las diferencias y sospechar la orientación de los caminos comunes. Obviamente, frente a eso, los dogmatismos de izquierda y derecha, ateos y religiosos, machistas y feministas, esperan agazapados despreciando la cursilería del viento pícaro hasta que sienten la posibilidad de perder su absolutismo y, entonces, la opción del choque tiene su esperada bienvenida.

Los "principios de sutil emperador” (Fito Paez), con sus estrategias comunicacionales, llevan al límite la urgencia de comparar y preferir: amigo o enemigo, a nuestro lado o en la vereda de enfrente, Dios o el diablo, ser o no ser. En cambio, si se abre espacio al viento pícaro del amor, siempre será una hermana o un hermano quien tenga a mi lado. El pluralismo que construye habrá dado a luz.

Dice Lewis al final del texto citado: "La rendición total es el primer paso hacia el disfrute del arte y de la naturaleza. Cierra la boca, abre los ojos y los oídos, toma lo que hay y no pienses en lo que podría haber habido o en lo que hay en otro lugar. Esto puede venir después, si es que tiene que venir”.

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