Insólito

Quedó deforme por bucear mucho

Conocé la extraña condición que padece este hombre y mirá las fotos.
jueves, 22 de febrero de 2018 18:10
jueves, 22 de febrero de 2018 18:10

Alejandro Ramos es un buzo peruano que padece un único e inédito caso en la historia del buceo de deformidad en todo su cuerpo, bautizado el problema de Willy, como lo llama su familia.

Él está convencido de que todos estos males son las secuelas de un accidente laboral que sufrió a finales de 2013 mientras buceaba a más de 30 metros de profundidad en el mar cuando pescaba mejillones en Perú. Minutos después de haber salido a la superficie, el cuerpo de Ramos comenzó a hincharse hasta niveles descomunales.

Sus extremidades, del codo para arriba, tienen un contorno de 62 y 72 centímetros cada uno, y son el centro de atención de las miradas de toda persona que pasa cerca de él.

Sus pectorales, inflados, cuelgan sobre un estómago que, al igual que la espalda, caderas y muslos; también presenta un volumen mayor al que debería. Al factor estético se suman el dolor de huesos que le impide caminar con normalidad y el silbido que emite su pecho cada vez que respira.

Un buzo nunca sale de pesca solo. Uno o más tripulantes se encargan de recibir el producto recolectado y de alimentar con gasolina cada 90 minutos una máquina que comprime aire y se lo envía a través de una manguera que ha de ponerse directamente en la boca, ya que la mayoría de mariscadores peruanos no cuentan con reguladores, un accesorio que les garantizaría entre 10 y 15 minutos de oxígeno en caso de emergencia.

Aquella tarde, una lancha se acercó demasiado a la embarcación para la que Willy trabajaba, provocando que una hélice rompiera la manguera y condenó al buzo a tener que subir de golpe 36 metros. Un trayecto de pocos minutos, pero que podía haberle costado la vida.

El aire que recibía, está compuesto en un 78 % por nitrógeno. La presión del fondo del mar hace que este se disuelva y busque refugio en el tejido graso. Pero, durante el regreso a la superficie, el nitrógeno se mete en el sistema sanguíneo, donde comienza a retomar su condición gaseosa.

Por eso, los buzos necesitan subir a tramos, con paradas cada cierto tiempo. Un ascenso rápido puede empujar al nitrógeno a crear burbujas demasiado grandes que obstruyan la circulación de la sangre.

Una subida lenta, en cambio, le da al gas el tiempo suficiente para viajar por los vasos sanguíneos, mientras aún tiene poco volumen, hasta llegar a los pulmones, que lo expulsarán del organismo

Fuente: Crónica. 

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