«La fe supone elegir a Dios como criterio base de la vida», indicó el Papa quien señaló que, según este criterio, seguir a Jesús es renunciar «al mal, al egoísmo y elegir el bien, la verdad y la justicia incluso cuando requiere sacrificio y renuncia a los propios intereses». Esto es realmente lo que divide, tal y como dijo Francisco, «incluso los lazos más estrechos». Por eso, Jesús es «signo de contradicción» pero no de división. Porque, después de que Dios viniera al mundo, dijo el Papa, «no podemos hacer como si no lo conociéramos». Él trae la paz pero esta paz «no es neutralidad, no es la paz de los sepulcros» aseguró Francisco, que apostilló: «Esta paz no es un acuerdo a cualquier precio».
De forma enérgica, el Papa continuó con su relato para indicar que estas palabras de Cristo —«¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? Pues os digo que no, sino división»—, no suponen que el Evangelio autorice el uso de la fuerza porque la fuerza del cristiano no es física. «Es precisamente lo contrario: la fuerza del cristiano es la fuerza de la verdad y del amor». «Es una fuerza que supone renunciar a la violencia», concluyó su argumento el Papa insistiendo, además, en que «fe y violencia son incompatibles».
Francisco quiso aludir de nuevo a una de las situaciones que están sacudiendo con mayor virulencia el panorama internacional. El Papa volvió a solicitar la paz en Egipto. Instó además a los presentes en la plaza a unirse a su rezo a la Virgen María para que cese la violencia en el país. Renovó su petición, hecha el jueves en Castel Gandolfo, por la paz, la reconciliación reconciliación y el diálogo «para aquella querida tierra». Atento a la actualidad internacional, el Papa también recordó la tragedia del ferry que chocó en Filipinas contra un buque mercante. Un accidente en el que han perdido la vida más de 40 personas y, al menos, otras 170 siguen desaparecidas. El Papa pidió por todas las víctimas «y sus familias, ¡con tanto dolor!».
Fuente: ABC