Liliana Muñoz lleva muchos años recorriendo el desafiante camino de la maternidad. Su hijo mayor, Leonardo, tiene 31 años y su hijo menor, Ignacio, ya tiene 18. Sin embargo, un cambio sustancial irrumpió en la familia al identificar que el menor de ellos, cuando tenía 11 años, sufrió situaciones de bullying en la escuela a la que asistía. Luego de recurrir a psicólogos y múltiples especialistas, tras un viaje a Córdoba, pudieron dar con una certeza que les cambió la vida: Ignacio fue diagnosticado con Asperger, un trastorno del espectro autista.
“El desencadenante fue una situación en la escuela, donde no solo los compañeros, sino también los maestros, participaron. El detonante fue una situación con la directora", dijo Liliana a Diario La Provincia SJ en lo que definió como “Bullying vertical”, es decir, también hubo discriminación por parte de la institución educativa.

Liliana notó que algo no estaba bien. Su hijo era diferente, se sentía incómodo en el ambiente escolar. "Siempre hemos tenido buena comunicación y él nos contaba lo que pasaba", recordó y agregó, "en cuarto grado se habló del cuento 'Cuatro esquinitas de nada' y él se sintió identificado".
El bullying se intensificó en quinto grado, llegando a un punto crítico que llevó a Ignacio a negarse a ir a la escuela. Liliana y su esposo buscaron ayuda profesional, encontrando en la licenciada Sabrina Castillo un apoyo fundamental. "Ella nos orientó porque tenía sospecha de que fuera Asperger", explicó.
Comenzó entonces un largo camino en busca de un diagnóstico. La falta de neurólogos infantiles en San Juan los obligó a viajar a Córdoba, donde finalmente Ignacio fue diagnosticado con Asperger y trastorno de ansiedad generalizada, producto del bullying que sufrió. "Fue un proceso difícil, pero finalmente tuvimos un diagnóstico", afirmó y dijo, "esto nos permitió entender mejor a nuestro hijo y buscar las herramientas adecuadas para ayudarlo".

Liliana destacó que el Asperger no es una enfermedad, sino una condición que acompaña a la persona durante toda su vida. "El Asperger no se quita", enfatizó. "Necesitamos que la sociedad comprenda esto y que se brinden las oportunidades necesarias para que las personas con autismo puedan desarrollar su potencial".
La lucha de Liliana no se limita al ámbito familiar. Ella es una activa defensora de los derechos de las personas con autismo en San Juan, reclamando una ley provincial que garantice el acceso a terapias, educación inclusiva y capacitación para entornos laborales y educativos.

"Necesitamos que los entornos se capaciten. Que haya una verdadera empatía y compromiso por comprender y atender a las personas con dificultades sociales o de comunicación", enfatizó.
Pese a que muchos de ellos son funcionales, creativos, como muchas personas que no están diagnosticadas, "son personas que se hiperfocalizan y pueden hacer grandes aportes", afirmó, “pueden ser muy productivos si se les brinda el apoyo adecuado".
Además, destacó la necesidad de desmitificar el autismo y promover la neurodiversidad. "El autismo no es una enfermedad, es una forma diferente de procesar la información. Todos tenemos un poquito de cada cosa, algunas necesidades de apoyo. Hay que romper con los mitos y prejuicios", explicó.
En relación a esto, manifestó la importancia de que San Juan se adhiera a la Ley Nacional 27.517 del Día Nacional del Síndrome de Asperger, así como la necesidad de una ley de abordaje provincial del espectro autista que contemple las particularidades de las personas con Asperger.
Ignacio, un todoterreno
Ignacio, el principal protagonista de un gran desafío que encarna a muchos otros jóvenes más, ha incursionado por muchas áreas en las que se desempeña y se supera día a día.
"Ahora está en el profesorado de Danza y Expresión Corporal en el Pablova, donde ha encontrado un espacio muy ameno y donde se siente cómodo", dijo Liliana.
Es amante de las artes, autodidacta, aprendió a tocar la guitarra en 2020 e hizo un curso de verano con Magaláctica (Magaly) y Cristian Ramos de canto. "También le gusta el teatro", dijo.
Ignacio comenzó un emprendimiento de yuyos para el mate llamado "Mix Matero" que nació para financiar un viaje de egresados y aunque finalmente decidió no hacerlo, continuó con la venta de sus productos.
"Sale a vender por lo general los fines de semana y algunas tardes en las plazas o en el Parque de Mayo", contó. Algunos de ellos cultivados por él mismo en su casa y otros los compra en Córdoba. "Él se encarga de todo el proceso, va a retirar la caja en el transporte, saca las copias para las etiquetas, embolsa, hace todo el proceso de punta a punta".
El problema de las DAI
Conseguir un Docente de Apoyo a la Inclusión es otra de las trabas que se deben sortear, y que en el caso de las personas que tienen autismo en general resulta una verdadera odisea. "Ignacio solo la necesitó un año para la socialización, ya que no tiene problemas académicos o cognitivos", dijo Liliana y agregó, "algunas escuelas exigen, si no, no les permiten entrar, eso no está permitido".
Otra cosa es la fecha de cierre de inscripciones o los pedidos de integradores a principio de año, "es una cuestión a medida y en función de las necesidades, a nosotros en octubre nos surgió la necesidad, hay toda una dificultad para conseguir en Desarrollo Humano y la Obra Social Provincia te restringen hasta cierta fecha".
En este sentido agregó, "muchas veces Educación exige que sean docentes de educación especial, o psicólogos, o psicopedagogos y a lo mejor están necesitando un terapista ocupacional".