En el trazado de la vieja Ruta 12, entre los desafiantes curvas y contracurvas en altura bordeando El Tambolar, la tragedia sacudió el silencio de la montaña y enlutó a la música y a todo San Juan, un 23 de enero de 1986. Un colectivo que transportaba a la banda de música del RIM 22 cayó al precipicio por un barranco y murieron 17 personas. Fue una de las mayores tragedias viales de la provincia y que aún hoy conmueven, 39 años después.
Los sobrevivientes intentaron todo para rescatar a quienes quedaron atrapados entre los hierros retorcidos del colectivo, cuando emprendían el regreso a la Ciudad de San Juan. Tras el siniestro vial, que sucedió en la noche, el amanecer les permitió dimensionar el horror.

"Cuando salimos para Calingasta, empezamos mal desde el principio. El colectivo llegó dos horas tarde y cuando íbamos por Zonda, un pulmón de aire se rompió. En ese lugar casi chocamos contra un árbol, pero el chofer pudo arreglarlo y continuamos. Él mismo admitió que desde la empresa le habían dado un colectivo viejo, de chapa, que lo habían acondicionado para llevarnos", relató uno de los sobrevivientes Juan Nicamot Tapia, con la mirada retrotraída en el tiempo, a Diario La Provincia SJ, en una entrevista concedida en 2019.
La banda, si bien ya había entrado de licencia, fue convocada para tocar en un acto en Calingasta, después de eso podían irse de vacaciones. Sin embargo un inesperado pero presentido hecho, transformó los planes. Los músicos llegaron hasta el departamento y cumplieron con el deber, después de tomar una siesta y jugar a la pelota con niños del lugar, cerca de las 20 horas de la noche emprendieron la vuelta a la ciudad de San Juan.
"Veníamos por la cuesta y cuando llegamos a la Virgen, el chofer empezó a bajar y aquello parecía un tobogán. Las curvas y el estado de la antigua Ruta 12 no era el mejor, el espacio era tan estrecho que cuando doblaba, la cola del colectivo quedaba suspendida al precipicio", detalló.
Y describió el horror que llegó minutos después: "En ese momento el chofer intentó meter los cambios y se dio cuenta que ninguno entraba, el colectivo estaba libre. Los frenos no funcionaban y todos empezaron a gritar. Lo que hizo fue ir frenando el colectivo contra el cerro, salían muchas chispas pero no funcionaba. Las curvas las iba salvando realmente de milagro, hasta que llegó a una tan cerrada como una herradura. A la mitad, la delantera del coche chocó contra la montaña y caímos al precipicio de culata, yo me acosté en el pasillo y de ahí no sé más".
Vale recordar que el antiguo trazado de la Ruta 12, en el lugar de la tragedia del Tambolar, casi no tenía banquina. Los vehículos sólo tenían margen de maniobra, de manera literal, entre la montaña y el precipicio en curvas y contracurvas que no daban respiro a los conductores. Por ello, se establecían horarios "para subir o bajar" entre Calingasta y Capital como manera de evitar choques prácticamente frontales y con tremendas posibilidades de ser mortales.
El colectivo de la empresa TAC cayó exactamente 100 metros a las 22:45 horas. Al abrir los ojos, los sobrevivientes no podían creer lo que veían, alumbrados únicamente por la luna. Cuerpos, heridos, llantos y hasta gritos de auxilio. Para arriba, una pendiente que parecía imposible de escalar debido a la verticalidad de la montaña. Sin embargo las ganas de vivir pudieron más.
"Cuando me desperté miré para adelante y vi una piedra gigante, que si se hubiese movido un poco más, hoy no estaría contando esto. Mis compañeros me agarraron de los brazos y me ayudaron a salir. En ese momento, vi a todos mis compañeros y amigos muertos y me volví a desmayar. Hay algo que saben sólo unos pocos, pero en ese momento soñé que varios de ellos me decían que "vamos para arriba". Yo les respondía que no quería, que debíamos quedarnos, y me dijeron que estaba bien, pero que ellos sí se iban. A la escena la miraba desde arriba y quienes me dijeron eso fueron mis compañeros fallecidos", confesó Tapia a este diario.
Juan Tapia tenía el cuero cabelludo desprendido y las costillas fracturadas. Del lugar donde lo ubicaron, no se podía mover por el dolor que sentía. Sus compañeros lograron subir a la ruta y pedir ayuda. La noche larga torturó a los que aún seguían con vida, incluso cuando la claridad del sol comenzó a asomar y grupos rescatistas de San Juan y Mendoza llegaron.
De a uno, en helicóptero, dos kilómetros más abajo por el Río San Juan, eran rescatados los sobrevivientes que fueron trasladados hasta el Hospital Rawson. El último fue Juan, a quien su esposa desesperanzada ya creía muerto. "Vi a mis amigos muertos y cuando pasaban las horas cada vez los reconocía menos debido a su estado. Cuando me bajaron hasta el costado del río tardaron dos horas. En ese momento vi el motor del colectivo desprendido a un costado, si hubiéramos caído de frente, se desprendía y nos mataba a todos", subrayó sobre uno de sus últimos recuerdos en el lugar del horror.
Los héroes eternos
En la tragedia del Tambolar murieron: el capitán de Banda Hugo Emilio Emi, los suboficiales principales Músicos Ángel Pascual Bazanelli, José Osvaldo Moreno y Carlos Vitaliano Nievas; sargentos ayudantes músicos Mario Roque Cabeza, Washington Nicolás Navarro, Oscar Silvio Gómez, Héctor Ricardo Durán y Oscar Tarifa; sargentos primeros músicos José del Carmen Arce y Jorge Eduardo Rodríguez; sargentos músicos Jorge Guillermo Agüero y José Segundo Villalobos y el cabo primero músico Sergio Ramón Méndez.
Su memoria es honrada en el Ejército y en especial por el RIM 22. La gloria máxima los envolvió con la Cruz Purpura entregada por el Ejército Argentino que es el reconocimiento a la entrega de la propia vida en cumplimiento del deber.