A sus 92 años, Dora Nelly Olivera relató con lujo de detalles la noche de terror que vivió el 15 de enero de 1944 en una esquina de la Plaza de Trinidad, cuando regresaba junto a su padre de visitar a un pariente. La sexta de 9 hermanos, compartió los pormenores de lo que calificó como una "tragedia", aquel sábado negro en el que unas 10.000 personas perdieron la vida cuando San Juan se derrumbó.
"El cielo se puso rojo, yo pensé que era viento, se oscureció. En la plaza estaban las madres con sus niños, estaba lleno como era sábado a las 9 de la noche", relató Dora a Diario La Provincia SJ y agrega, "fue una tragedia, una tierra terrible se levantó, fue un momento muy feo. Vine de la casa de una tía que vivía en Trinidad, en las Cuatro Esquinas. Habíamos ido a visitarla, y veníamos justo por la plaza".
"En la esquina de la Plaza de Trinidad se cayó el edificio y había una señora sentada en la puerta, creemos que murió. Al frente había un billar que se usaba en esa época, y salían disparando todos los hombres de allí, parecían moscas como salían por los ventanales", recuerda Dora, hermana de la fallecida Margarita Olivera quien también había narrado su experiencia aquel día.
"Mi papá me decía que no le soltara de la mano que era un evento que ya se iba a pasar, caminamos por la vereda y nos cruzamos a la calle y ya no hablamos más hasta llegar a la casa, no podía ni hablar, la tierra, los gritos. Lo único que me decía era que no me preocupara porque en la casa todo estaba bien, el camino fue un sufrimiento, fue una odisea regresar. Cuando llegamos todo fue tranquilo. Por allá no había pasado nada, no se cayó ninguna casa", relató.
Vivían a dos cuadras de la 9 de Julio, en la calle Lavalle, siendo la sexta de 9 hermanos. "Algunos estaban en la casa y otros en otros lados", dice la entrevistada, cuyo recuerdo permanece vívido a pesar del tiempo, pues solo tenía 9 años. "El mayor sufrió un golpe porque se lastimó la pierna, pero no fue de importancia", comentó.
De gran corazón, a pesar de ser una familia numerosa, tras la tragedia, también acogieron a una víctima: "El terremoto le mató la familia, que era amigo de uno de mis hermanos, no tenía dónde estar, en vez de 9 éramos 10", contó Dora.
Con cariño, recordó a su padre, quien mantuvo la calma mientras San Juan se derrumbaba: "Era tranquilo. Mi padre trabajaba en el correo, estaba en expedición, él controlaba las cartas que en esa época prendían fuego. El correo funcionó por un tiempo en el Colegio Nacional". Y agregó: "En esos años se usaban los telegramas. Yo tenía un hermano que trabajaba en el correo y justo había llevado un telegrama a una vecina".
También evoca su rutina familiar: "Después de su trabajo, mi padre hacía de todo, poner las tapitas a los zapatos de las chicas, llegaba a las 2 y media de trabajar, descansaba un ratito y se iba al fondo a plantar". Además, tenían un equipo de fútbol, "Juventud Unida se llamaba, y las mujeres bordaban y tejían los números en las camisetas".
Dora, quien hoy es la última de sus hermanos, reconoce que tras vivir los terremotos de 1977 y 2021, "A uno le queda el miedo cuando tiembla, me asusta". Ella se dedicó toda su vida al comercio, compró una casa y se casó años después, jubilándose finalmente.