Historia

Bety, la sanjuanina perseverante que arrancó vendiendo semitas y hoy da trabajo a siete personas

Pese a las dificultades,la emprendedora pocitana tomó las riendas de su vida con solo 3 kilos de harina y 1 de grasa, trabajó con esperanza y logró hacer crecer su negocio. Y aunque ahora enfrenta una pérdida irrecuperable, se siente agradecida de la vida.
viernes, 7 de junio de 2024 15:01
viernes, 7 de junio de 2024 15:01

"No me olvido más, tenía tres kilos de harina y uno de grasa y salimos a vender al barrio", dijo Beatriz Cuenca, la sanjuanina perseverante que arrancó hace 16 años vendiendo semitas y hoy da trabajo a siete personas. Muchas caídas tuvo a lo largo de los últimos 16 años desde que decidió ir casa por casa en el Barrio General Acha Sur en Pocito, siempre con su sonrisa ofreciendo el producto de su trabajo.

El punto de inflexión fue después de que su marido Héctor pudo recuperarse de una mala praxis luego de tres años de internación en Buenos Aires. De vuelta en San Juan una mala noticia le esperaba, despidieron de su trabajo.

A la derecha de Bety(ropa mostaza) su marido Héctor recientemente fallecido.

"Cuando nos fuimos, mi hija Tamara y su esposo se hicieron cargo de los hijos. Cuando estuve en Buenos Aires, planchaba y cortaba el pasto. Cuando vinimos acá no teníamos nada y le dije a mi marido que algo teníamos que hacer, nos íbamos a morir de hambre", recordó Bety.

Con solo tres kilos de harina y un kilo de grasa, Bety y su marido salieron a vender semitas en su barrio. Durante seis años, trabajaron incansablemente, haciendo amasijos desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde. Más tarde, comenzaron a vender empanadas los domingos por la tarde.

Animada por una amiga, Bety se arriesgó a alquilar un pequeño local en la calle 8 al que le puso su mismo nombre, donde llevó su horno y amasadora. "Nos fue bien hasta que la mujer vendió y el comprador no quiso seguir alquilando. En ese momento llegó la pandemia y otra vez nos quedamos sin nada", cuenta.

Sin embargo, Bety no se rindió. Con el dinero del IFE, compró mercadería y montó un quiosco, donde la gente del barrio hacía cola para comprar productos en el medio de la emergencia sanitaria. “, se animó a comprar una caldera y comenzaron a vender lomos y pachatas.

"Siempre he sido muy encaradora, nunca tuve miedo a nada. He pasado hambre, he pasado frío, calores, viento y lluvia. Hacía plantillas de cartón para salir a vender", afirmó Bety con orgullo. Hoy, cuenta con siete empleados, cinco mujeres y dos hombres, a quienes considera su "respaldo". Algunas de ellas son madres solteras que necesitan el trabajo para mantener a sus hijos. Además de su pequeña casa de comidas, ha podido escalar el negocio con eventos y servicio de catering a empresas de la provincia.

El adiós a un compañero de vida

“Dios me ha golpeado mucho”, dijo entre lágrimas al recordar la reciente muerte de su marido con el sentimiento a flor de piel. Es que Héctor fue diagnosticado con cáncer a fines de febrero, planeaban un viaje por la Argentina que se vio frustrado, "nos íbamos un 4 de marzo y le detectaron el cáncer el 24 de febrero".

"Se nos cayó el mundo, nunca pensamos que era tan fulminante y tan rápido", recordó la mujer sobre aquel diagnóstico que dio el médico y que comparó el tumor en el hígado con dos pelotas de ping pong. "No le puedo hacer la quimio porque a tu marido le queda una semana de vida. Tiene metástasis en todo el cuerpo. Lo más triste es que estaba bien, el quedó internado para poder tener una muerte digna", señaló la mujer. Héctor efectivamente murió una semana después.

Hoy su dedicación es casi exclusiva al negocio y su familia, a quienes siempre ayuda y que es muy unida. Espera cada domingo, en su día de descanso la visita de sus nietos que dan vuelta la casa.

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