Su espíritu e impronta relucen, a pesar de que durante muchos años se mantuvieron con el anonimato y la humildad que envuelven a muchos héroes. Pero el día del reconocimiento llegó: este sábado y por primera vez, ocho excombatientes calingastinos que defendieron la Patria en la Guerra de las Malvinas se reunieron para compartir su testimonio en un conversatorio que tuvo lugar en el cine de Gendarmería Nacional, en Barreal.
Todos residen actualmente en el departamento y fueron convocados por la Municipalidad de Calingasta, que quiso homenajearlos y ponerlos en valor en un conmovedor evento que tuvo la conducción del periodista y docente, Geraldo Moroso.
“En primera persona y por primera vez, expusieron sus vivencias durante la Guerra a todo el público. Fueron parte del auditorio, los aspirantes a ingresar a Gendarmería Nacional que ya se encuentran en Barreal; más de 400 personas más la comunidad que fue parte”, expresó el director de Turismo, Heber Tapia a Diario La Provincia SJ, entusiasmado por la respuesta positiva a la iniciativa inédita. Los ocho residen actualmente en el departamento y al momento de la Guerra, tenían entre 18 y 20 años.
Como manera de agradecer el “sí” de cada excombatiente, se los distinguió especialmente este sábado y también se los reconocerá hoy, domingo, en el acto oficial en la plaza "Héroes de Malvinas", en Sorocayense. “Nunca se les había dado antes el espacio”, reconoció.
En primera persona, estos son sus testimonios y su sentir al recordar su experiencia en la Guerra de Malvinas:
Oscar Berón
Fue parte de la Compañía Mar, en Tierra del Fuego y anhela que su entrega por la Patria en la guerra sea valorada por los argentinos, en todos los rincones.
“Recordar nos trae mucha tristeza, por los compañeros y camaradas que lamentablemente no pudieron volver”, expresó. Hay una experiencia que no puede olvidar de sus días como soldado: “Fue mucho sacrificio y realmente la pasábamos muy mal en las heladas aguas del Atlántico pero estábamos dispuestos a luchar por nuestra Patria”.
Y sentenció: “Ojalá que nuestro sacrificio no haya sido en vano y hoy se valore”.
Daniel Astudillo
Tras cumplir en 1981 con el Servicio Militar Obligatorio en el Regimiento de Caballería blindada de tanques 2, lancero General Paz, en Olavarría (Buenos Aires), Daniel regresó a tomar armas por la Guerra de Malvinas. Tras ser convocado, el 10 de abril de 1982 salió con destino a Viedma, en Río Negro.
Con detalle, recuerda reacciones que lo conmovían y quedaron como imágenes en su memoria. “En cada estación que paraba el tren, la gente nos daba chocolates, cigarrillos, pan y algunos abrigos, ya que no llevábamos ropa adecuada. Nos gritaban: “Vamos soldados, los queremos. ¡Fuerza!”.
Al llegar a destino, la crudeza del escenario los aguardaba. “Acampamos a orillas del Río Negro. Vivimos muchas hostilidades, hacía mucho frío y lloviznaba casi todos los días. En ese lugar, a diario hacíamos maniobras o simulacros de guerra con ametralladoras, hasta que una noche salimos a Comodoro Rivadavia para ser embarcados en avión a Malvinas. No entendíamos nada”, relató.
El desconcierto y la falta de información los desorientaron hasta el último momento. “Cuando volvíamos al lugar donde estábamos era porque la guerra había terminado. Fue justo el día de mi cumpleaños, el 14 de junio, día que año a año vivo con profunda tristeza”.
El regreso a San Juan fue desgarrador para Daniel: “luego de muchos días, volvíamos al regimiento. Fui dado de baja el 5 de Julio; regresé solo con unas cartas de mi madre y otras que me hicieron llegar y aún guardo. Sin rumbo, no podía creer que volvía a casa. Luego de la guerra, nadie no daba trabajo, nos tomaban como locos. Fue muy duro para nosotros. No fuimos reconocidos hasta hoy y no sabemos si algún día lo seremos”.
Hugo Rojas
“Estoy vivo, yo fui, estuve ahí”, dice a viva voz quien fue parte en BICL- BIM 5- Buenos Aires y Río Gallegos.
El calingastino estuvo bajo condiciones extremas, que lo ponían a prueba minuto a minuto y lo marcaron para siempre. “Viví, lloré, sufrí y me sentí desfallecer el día que me miré nuevamente al espejo. Viví casi tres meses bajo tierra; en el lodo de esa tierra negra, sucia y húmeda. Hice cosas que otros no hicieron. Vi cosas que otros no vieron. Vi la muerte cerca”, compartió en su relato franco y descarnado.
Para Hugo, volver a Barreal fue sanador: “acá estoy; en mi pueblo; casado con hijo y nietos que son la razón de mi vida”. No obstante, la guerra es una huella imborrable: “cargo una mochila muy pesada, llena de recuerdos y tristeza y la cargaré hasta que nuestro amadísimo Creador diga basta”.
Rolando Tello
Como otros jóvenes, Rolando entró en contacto con las Fuerzas Armadas como conscripto. Fue parte de las Fuerzas Armadas de Infantería Marina en 1982 y sus primeras instrucciones las recibió en La Plata y luego, en Bahía Blanca.
Hasta que decidieron que el calingastino debía cumplir funciones en el teatro de operaciones del Atlántico Sur, conocido como TOAS, en la base aéreo naval Hermes Quijada, en Río Grande, Tierra del Fuego. “Mi función de guerra, con órdenes operacionales, fue defender la base y estar en posición. Hacíamos defensa antiaérea donde había campos minados. Defendíamos los objetos militares, tanques de combustibles y armamentos”, detalló.
Su tarea y experiencia con la guerra lo conmueven: “estoy orgulloso de ser infante de Marina y haber defendido mi Patria”.
La Patria, razón y sentimiento
Miguel Montaña estuvo en el RIM 22, Compañía B de Infantería y quiso dejar una sentida reflexión a los jóvenes. “No fuimos considerados como se merece. Fuimos jóvenes argentinos que juramos defender la Patria con nuestra vida. El 2 de abril, para nosotros, es un día muy triste”, destacó. Y agregó: “les pido un favor: nunca abandones nuestra Patria y recuerden siempre con orgullo esta fecha”.
Ese mismo sentimiento y compromiso compartió Carlos Santiago Tapia y contó que en la guerra “no tuve miedo; quería salir a defender mi Patria”. Quien fuera parte del RIM 22- Infantería de Montaña, Compañía B señaló que había sido dado de baja con sus camaradas pero por la guerra quedaron encuartelados y aguardaban instrucciones para actuar.
Omar Díaz también resaltó la valentía de los jóvenes soldados, atravesada por el dolor. “Sufrimos mucho pero estábamos preparados para la guerra. No teníamos miedo”, dijo. Y reflexionó, quien ahora pasa sus días en la localidad de Puchuzum: “hoy mis hijos disfrutan de vivir otros tiempos”.
En tanto, Luis Humberto Núñez puso en palabras el sentir de todos: “Mi deseo más profundo es que las Islas Malvinas vuelvan a ser nuestras, pero no por medio de una guerra sino de forma diplomática para que ningún joven argentino tenga que vivir lo que vivimos nosotros. A mis compañeros que no pudieron volver, los llevo siempre en mi recuerdo y cada 2 de abril levanto una copa y brindo por ellos”.