Este sábado, en Cochagual (departamento Sarmiento), la comunidad huarpe del Cacique Colchagual abrió su ciclo formativo en una escuela que hace honor a su nombre: "Aula abierta a la vida". Allí se ponen en valor las prácticas ancestrales, ceremonias, creencias y saberes, tanto dentro de la comunidad indígena como con todas las personas que quieran aprender. Con mesas circulares, invitados y muchas ganas de compartir experiencias, esta escuela tiene propósitos claros para unir identidad y educación en clases que se extenderán hasta fin de año.
"Está reconocida y tenemos apoyo por parte de la educación intercultural bilingüe y avanza en consolidarse, paso a paso, para relatar desde los territorios ancestrales nuestra historia. Esta propuesta surge desde la comunidad huarpe del Cacique Colchagual, de Punta del Médano, en el límite con las lagunas de Guanacache. Esta comunidad está afincada allí milenariamente. Pasó el tiempo y no podemos desconocer que, en algunas partes, se niega nuestra existencia; hemos sufrido violencia física y simbólica. Dicen que nos hemos mestizado, que no hablamos nuestra lengua y no conocemos nuestra historia. En las reuniones de nuestra comunidad aparecen estos temas y duelen porque uno espera el orgullo de la continuidad de la identidad en niños y niñas", resaltó la Dra. Mónica Chacoma, integrante de la comunidad y docente en la escuela, además de ser parte de la UNSJ y de un reconocido instituto de educación superior.
Detalló que "ante esa situación, pensamos cómo fortalecer la identidad, que está silenciada o de la que "se habla bajito". O incluso la mantenemos entre nosotros. Con María Salazar, que es nuestra referente de la Comunidad Huarpe Cacique Colchagual, en 2022, nos dispusimos a pensar en un proyecto para poner en valor todos los saberes ancestrales y los que circulan "a escondidas". Nuestros mayores nos han enseñado a ser indígenas, sin saberlo. Esto fue con el objetivo de protegernos de la discriminación y de la burla. En esto, hay un proceso de mucho dolor. Ante ello, pensamos que podíamos generar un encuentro en torno a objetivos comunes, como fortalecer la identidad y significativos: que nuestra identidad pueda continuar y darse a conocer".
En ese proceso, todas las opciones iban dirigidas a darle forma de institución. "Nos dijimos: "esto va a ser una escuela" y cuando buscamos su nombre, elegimos "Aula abierta a la vida" de la comunidad Colchagual. Esto implica un territorio diferente a la escuela oficial y abierta a la vida diversa y adversa. Empezamos la planificación para un espacio con continuidad y convocatoria. Las clases son los sábados, de 15 a 19 hs. y las actividades se desarrollan al aire libre".
Asisten desde niños a adultos mayores a las clases. Entre ellas se destacan las de "Naturaleza", "Poniendo en valor nuestra historia", "Poniendo en valor saberes ancestrales" (hilado y teñido de lana) y el espacio "Reconstruyendo nuestra lengua", en este caso Allentiac.
"El año pasado hicimos una convocatoria a toda nuestra comunidad que está dispersa: algunos integrantes están en Los Berros pero también en Media Agua. Fue muy bien recepcionada y María, nos dirige", acotó Mónica.
Cómo son las clases
Los alumnos llevan un cuaderno para tomar notas y como se trata de un aula abierta, asisten personas indígenas y también no indígenas. Todos se sientan a compartir en mesas circulares. En la pizarra que se saca a un patio, los profesores tienen la posibilidad de hacer sus anotaciones principales.
La jornada empieza con una puesta en valor de la escuela, los propósitos y los argumentos de por qué están allí. "Cuando se trabaja en la Lengua, se hace una puesta en común acerca de las palabras que recuerdan los mayores que les enseñaron. Las escriben y se practica la pronunciación y se profundiza en el significado. Luego, el desafío es usar las 3 a 5 palabras que se recuperan por clase para crear textos como poesías o historias", destacó.
"Se entremezcla la lengua oficial con la Allentiac y luego se leen los escritos. Van surgiendo anécdotas mientras se comparten sopailpillas, mazamorra y arrope", dijo.
En la clase de Naturaleza, se les pide a los alumnos que lleven alguna planta que se sepa que es utilizada por sus propiedades medicinales. Los alumnos llegan al sábado siguiente con sus aportes y se pone todo en la mesa; mientras se comparte la información que averiguaron sobre para qué sirven.
"Se ponen en diálogo los dos tipos de conocimiento: el oficial, del Estado, y el otro que proviene de saberes ancestrales indígenas de la zona. Mientras los compartimos, se va deshojando el yuyo que se secó en la semana y se empaqueta en bolsas que tenemos. Luego con un lápiz se coloca el nombre en un papel que los acompaña. Esas bolsitas se comparten en la comunidad, en las escuelas y es una forma de poner en valor ese saber que no está registrado", detalló.
Entre clase y clase, se hace presente la música y hay canto y baile. "Nos acompañan cantantes, músicos y bailarines en este trayecto", señaló.
El valor de la palabra
Mónica destacó que la comunidad huarpe es, en su esencia, ágrafa por lo que "el valor de la palabra tiene un sentido y un significado muy fuerte. Con el ánimo de cuidar estos saberes de la apropiación y tergiversación por el blanco, conquistador y colonizador, se mantuvieron así. Hay muchas palabras que nuestros ancestros han permitido que se filtraran en el común de la lengua oficial. Era como una estrategia para que sobrevivieran en nuestra lengua".
Agregó que actualmente se avanza un registro, que definió como "muy tímido", de palabras, con cuidado y dando pasos firmes para no dar lugar a malas interpretaciones."Se hacen seguimientos de los términos y de las palabras y vamos trabajando. Estamos fuertes para poder ponerla en valor y compartirla con otros. Porque se construyen diccionarios de otros para nosotros y hay que tener cuidado con eso. Hoy nuestra palabra está fuerte y se está reconstruyendo a través de ella, la memoria del ser, hacer y estar como indígenas en estos territorios tan diversos", dijo.
Además, resaltó la importancia de la reflexión como sociedad de la integración indígena. "Parece que un indígena no puede tener auto o vestir una remera de marca. Se nos pide una "prueba de identidad" conociendo que hemos sido victimas, a lo largo de la historia de distintos tipos de violencia", expresó.
En este sentido, la escuela viene a trabajar con población indígena y no indígena que se encuentran en "un aula abierta a la vida para tejer otra trama; para tejer "una manta que nos cubra del frío, dolores, angustias y recuerdos dolorosos", reflexiona.
Quiénes participan
A lo largo del ciclo, son parte de las clases de manera solidaria y comprometida, Grupo Whipala (fusión folclore- rock). Este sábado, sin más, estuvieron a cargo de la apertura del ciclo con canciones sobre Latinoamérica. También actuó Iván Aballay y Circo Otredad: "como payaso, cuenta y relata situaciones de vida cotidiana en una propuesta interesante", contó Mónica Chacoma.
Además, estuvo y estará en las clases, el reconocido Roberto Guevara con sus canciones en lengua Allentiac. También es asistente de las clases junto a Mónica. La docente de la jornada inaugural fue Natalia Oro, profesora de Educación Primaria: "con una formación impecable, solidaria, estudiosa y respetuosa de los pueblos originarios".
Asimismo, también dijo presente la socióloga y profesora de folclore, Eliana Aquiles.
De la primera clase y en la apertura del trayecto formativo, también participaron referentes de la comunidad, el Prof. Manuel Cuello, rector del Instituto Superior de Formación Docente "Escuela Normal Gral. San Martín" y Rosa Ferrer, secretaria académica del Rectorado de la UNSJ. Además, acompañaron egresados del instituto y alumnos y egresados de Sociología de la UNSJ.