Historias

Ser maestra jardinera en tiempos difíciles: el desafío de una sanjuanina que lo da todo por los chicos

Claudia Cornejo resaltó que fueron años de mucho sacrificio, perseverancia y dedicación para lograr llegar a la meta.
sábado, 28 de mayo de 2022 13:47
sábado, 28 de mayo de 2022 13:47

La figura de la maestra jardinera cumple un rol importante en la sociedad, con su amor, dedicación, dulzura y servicio acompañan los primeros pasos del niño en el ámbito educativo. Su recuerdo queda grabado en la memoria de todos y aunque pasen los años siempre su imagen quedará en la mente y corazón.

Cada 28 de mayo se celebra el Día de la Maestra Jardinera, en memoria de Rosario Vera Peñaloza. Quien dedicó su vida a la enseñanza y dejó una imborrable huella en la educación del país.

Claudia Cornejo es una docente de nivel inicial que sintió su vocación a los 4 años, los años pasaron, y su amor por esa profesión se fue acrecentando. Fue mucho sacrificio el que tuvo que pasar, pero eso no le impidió llegar a la meta.

“Para ser maestra jardinera lo tenes que sentir en tu corazón, tiene que ver con un estilo de vida porque los niños son muy pequeños. Son trabajos muy silenciosos, tal vez lo que uno nunca vea lo que sembró, pero la experiencia que tiene un niño con su docente de nivel inicial queda guardada para toda la vida, sea positiva o negativa”, comenzó contando Claudia a Diario La Provincia SJ.

Además, la profesional sostuvo: “siempre le digo a las chicas que hacen la residencia, debes sentirlo en el corazón”. Y agregó que la emoción es fundamental en esta vocación.

“Hay que hacer de esta profesión un estilo de vida, es hermoso y aunque los reconocimientos no vengan del exterior como en otras profesiones, esto tiene una recompensa única. Ver la sonrisa de un niño o encontrarse con un alumno, después de muchos años, y que se acuerde de su maestra jardinera es algo reconfortante”, subrayó la docente.

Actualmente, Claudia trabaja en el Colegio Parroquial Santa Bárbara de Pocito, institución que marcó sus inicios en la docencia.

Su carrera estuvo marcada por el sacrificio y la perseverancia, ya que desde muy pequeña recorría varios kilómetros caminando para llegar a la escuela. Ella junto a sus hermanos y madre vivieron en la calle 12 y Costa Canal, Pocito. Cuando tenía 4 años, perdió a su padre, un duro momento que les tocó atravesar como familia. Pero, su madre hizo todo lo que estuvo a su alcance para que sus hijos fueran a la escuela.

Claudia al ver que sus hermanos iban a la escuela, también quería ir e insistía para que su madre la mandara. Pero, su corta edad le impedía comenzar con los estudios. Fue así que la maestra de la escuela le dijo a su madre que la mandara como oyente, para que cumpliera su sueño.

Con 4 años comenzó sus estudios en jardín y al año siguiente arrancó “formalmente”. “Me enamoré de cómo eran mis señoritas, Elvira y Estelita, eran tan dulces. Iban pintadas, en ese tiempo era otra cosa antes se cuidaban más la imagen. Desde ahí dije quiero ser maestra jardinera y lo mantuve hasta hoy”, afirmó.

Años más tarde, Claudia junto a sus hermanos comenzaron el secundario y sacrificio se hizo más intenso. Debían caminar hasta la calle 10 y Mendoza, lugar donde estaba ubicado el colegio. A pesar de que la distancia era mayor, los fríos y calores se hacían sentir, ellos seguían adelante con sus estudios, para recompensar el sacrificio de su madre.

Su deseo por ser maestra jardinera se fue haciendo cada vez más grande. “Empecé a estudiar y me recibí en 1995. En 1996 comencé a trabajar en el colegio parroquial Santa Bárbara, haciendo una suplencia. Cada vez que ella no podía venir me llamaban a mí. En ese momento no había mucho trabajo de maestra jardinera, Pocito era muy chico. Abrieron una salita y me mandaron a realizar un relevamiento e invitar por las casas a promocionar el jardín. Conseguimos 10 chicos, pero no alcanzaba para abrir una salita y como eran suplencias y tenía el deseo de trabajar en algo más seguro me ofrecieron un trabajo en Marayes”, explicó.

La experiencia en Marayes la marcó en todos los aspectos. “Me ofrecieron un cargo en el campo, en Marayes. Me iba por la semana, ahí fui la primera maestra jardinera, fui muy feliz trabajando en ese lugar”, indicó la docente.

“Cuando iba a Marayes me llevaba un bolso enorme con todo para la semana, mis compañeros se reían al verme. El colectivo nos dejaba y teníamos que caminar un kilómetro y medio, por una huella. La primera vez me ayudaron mis compañeros a llevar el bolso, me decían vas a tener que achicar el bolso porque esto es muy pesado. No me podía desprender de nada porque necesitaba todo lo que llevaba”, comentó.

Y afirmó que “la segunda vez no me ayudaron a llevar el bolso y la carga era muy pesada. Fue ahí cuando comencé a despojarme de todo y terminé llevando una mochila chiquita. Ahí te das cuenta que no necesitas grandes cosas para poder educar.

Claudia resaltó que cuando iba a Marayes se quedaba en la escuela. “Era muy joven, tenía 23 a 24 años. La vida transcurría en la escuela. En la tarde cuando se iban los niños, cuando era primavera salíamos al patio de la escuela a merendar. Era muy familiar fue una experiencia muy linda”, señaló.

Un día me llamó la directora del colegio Santa Bárbara para ofrecerle una propuesta. “Me dijeron que me querían trabajando con ellos porque iban a incluir a un niño a la comunidad, en ese momento se llamaba integración. No existía una la figura de DAI, en ese momento yo era la seño de sala. Comencé a trabajar en el colegio en el 2004 y desde ahí ya quedé titular”, recordó.

El colegio dependía de la escuela primaria, en el 2011 salió el cargo de vicedirectora y nombraron a Claudia, aunque en su momento no se animaba. Con el apoyo de sus compañeras y el sacerdote, padre Sergio Ramos, aceptó el cargo.

Años más tarde, el jardín se independizó de la escuela primaria. En 2015 la nombraron directora y sigue en ese cargo. El establecimiento cuenta con 190 chicos, en los dos turnos, en mañana y tarde.

“Si hoy me dirían si volvería a elegir ser maestra jardinera con toda la situación de los docentes en la actualidad, digo si la vuelvo a elegir. Nunca me arrepentí de haber elegido esta profesión, en los niños veo mucha esperanza pienso que en ellos podes hacer tantas cosas, sembrar tantas cosas bonitas”, describió.

“Hoy miro para atrás y digo cuanto esfuerzo, pero también valió la pena”, cerró Claudia, afirmando su amor por la profesión.

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