Historia

Historia y tradición de la mano de los churros: Maxi, el sanjuanino que recorre Rivadavia en bicicleta

Su rutina laboral arranca a las 6 de la mañana y no sabe el horario que termina pero ya caída la tarde. En la mañana vende café al paso, con semitas o churros, y en la tarde puntualmente churros por las calles de Rivadavia.
miércoles, 4 de agosto de 2021 18:09
miércoles, 4 de agosto de 2021 18:09

Tiene historia y tradición "churrera". Su padre, Victor Villafañe empezó en este camino y le sembró este amor por la venta de churros. Pero no es el único en la familia que tiene esa pasión. También la tienen sus tíos y primos, todos "heredados" de esta tradición comercial. Maximiliano tiene 42 años y recorre Rivadavia vendiendo en su bicicleta. 

"Vendemos en la calle desde 1995. Arrancamos en Santa Lucía, luego Rawson y ahora todo Rivadavia. Gracias a Dios se vive de esto, trabajando muchas horas al día", contó el joven.

Su rutina laboral arranca a las 6 de la mañana, hora que se ubica en su puesto de café al paso en la avenida Ignacio de la Roza y Rastreador Calivar, en Rivadavia. Allí está hasta las 11 de la mañana y luego de almorzar vuelve a salir a la calle para seguir vendiendo pero esta vez en su bicicleta. Así es como a partir de las 16 horas arranca con el reparto vendiendo en diferentes puntos del Gran San Juan. 

"A veces hay que rebuscárselas. Lo bueno es que la gente nos conoce. En la zona de Rivadavia la gente ya nos conoce porque hace 15 años que vendemos en este departamento. Hoy vemos a chicos que los vimos jugando y ahora los ves grandes. Te das cuenta cómo pasó el tiempo", expresó.

Maximiliano vende entre 20 a 30 docenas por día y "es un laburo que lleva mucho tiempo". Por día calcula que hace entre 15 y 20 kilómetros pedaleando con el silbato como identificador. Es que además de gritar "churros", toca el silbato de una forma particular que la gente ya lo identifica a la distancia y hace que salga a la calle a esperarlo. 

"Cuando ando medio afónico, la gente me conoce por el silbato, además es lo que más se escucha. La gente ya te conoce porque son muchos años", agregó.

Su papá, Victor tenía su puesto de café con churros en la esquina del hospital Marcial Quiroga y por cuestiones de salud, hace un año dejó de trabajar. Toda la zona de Rivadavia la hacían vendiendo churros de forma dividida con Maxi, algo que ahora él tomó sólo de manera alternada día a día.

 "Durante la pandemia fue muy complicado, fueron 2 semanas que no pudimos trabajar. Luego sacamos permiso, y recién en abril arranqué de nuevo con el puesto café. Se complicaba un poco porque Policía Federal y Gendarmería no te molestaban pero venían otros y te decían que no podías vender por la pandemia cuando es venta al paso", recordó Maxi quien trabaja con todos los protocolos de limpieza: alcohol, barbijos y guantes. Además el café sale tapado con sorbete y los churros embolsados como las semitas.

"Además tenés mucho contacto con gente que no sabés quién es. Son los riesgos de estar en la calle, atendí a gente con covid-19 en sus casas, clientes viejos a quienes les dejaba los churros y después les cobré", contó, destacando que además le hecha alcohol a la plata y gracias a todos los cuidados ni él ni su papá se contagiaron.

Toda la familia, que está vinculada a esta venta, están vacunados contra el coronavirus, al menos con una dosis. En su caso, tiene 2 hijos, una chica de 14 años y un chico de 9 años, que no cree que sigan su mismo camino porque "son otros los tiempos". "Mi hija quiere ser policía y el otro es chico, se dedica a jugar ", dijo con una sonrisa.

"Este rubro tenés que ser de todo, saber de todo porque se complica. Hay veces que salis a vender y la rotura de una cubierta, te deja en pleno reparto con toda la mercadería", finalizó señalando que "uno sale confiado en Dios en dar todo, que nos vaya bien y tener un regreso a casa". 

Comentarios