Llegaron los feriados de carnaval pero esta vez en un contexto de restricciones por la pandemia. Para esta fecha, la melancolía abordará a muchos sanjuaninos que recordarán las comparsas, los desfiles y carruseles que hasta el 2020 se disfrutaron en muchas calles, especialmente en Chimbas.
Sin embargo son muchas las tradiciones que empezaron a perderse de a poco con el paso del tiempo y que hoy forman parte de los libros de historia que recuerdan costumbres de antaño. Los escritos remontan esta tradición a la década del 70 cuando estaban en el esplendor
Los memoriosos recuerdan que la chaya comenzaba el sábado anterior al lunes de carnaval y se desarrollaba a la siesta. Era una fiesta familiar que se extendía a los vecinos y se hacía barrial. Todo servía para tirar agua a los demás con baldes, tarros y los tradicionales pomos. Algunos incluso decidían perfumar el agua "del bomberito" para chayar. El campeón era quien lograba quedar seco, algo casi imposible para quien quería divertirse al 100%.
Otra tradición que se ha ido perdiendo es la de la chicha, una bebida muy popular que se tomaba para refrescarse. Se preparaba con granos de uva fresca y limpia que se presionaba sobre un colador grande para extraer el jugo que se recogía en un recipiente profundo. Se lo colocaba sobre fuego hasta que hirviese y se lo aromatizaba con una rama de albahaca.
En la memoria de muchos sanjuaninos aún permanece las tradicionales fiestas de disfraces. Por aquel entonces, no existían casas que vendiesen disfraces sino que dependían de la creatividad y la habilidad de los sanjuaninos. Para ello buscaban lo que había en la casa para hacer el disfraz y reírse con amigos o en familia. El carnaval era tan importante que los "figurines", las revistas de moda de la época, traían diversos modelos para tomar como referencia.
Luego llegaba la hora del corso, desfiles muy importantes organizados por el gobierno que recorrían las calles que rodean a la Plaza 25. Cuando se habilitó la avenida Ignacio de la Roza, éste era el recorrido obligado.
El desfile comenzaba cuando se hacía explotar una bomba de estruendo y finalizaba de la misma manera. El primero en salir a escena era el rey Momo, un gran muñeco que se quemaba al final. Luego pasaban las comparsas, murgas, los carruajes departamentales y de algunas instituciones como el Andino Mercedario.
Sin dudas uno de los creadores emblemas de estos carromatos fue Rufino Palomas, el artista albardonero que siempre dejaba a su departamento en lo más alto con grandes propuestas. Cuando tenía 18 años, el municipio le propuso hacer un carro para el carnaval y si bien "El paseo encantado" gustó mucho, compitió con otros y en su debut tuvo el tercer premio. A partir de ese año, todos sus carruajes compitieron y alcanzó los premios mayores. Sus carros están en el recuerdo por romper la característica de los de aquella época. Trabajaba con la juventud de Albardón y toda su creatividad la aplicaba con los diseños de figuras animados que simbolizaban animales. Los mismos iban acompañados de música y muñecos de cartapesta que sorprendían por la belleza de sus rostros.
"Las máscaras sueltas" eran las que cerraban el desfile. Eran personas disfrazadas que participaban solas o en parejas, pero que no representaban a ninguna institución.
También estaban los populares bailes que organizaban instituciones como uniones vecinales y clubes. Algunos de los más famosos se realizaban en el Club Los Andes, el Sirio Libanés y el Club Social.