Historia

Tiene 75 años y desde hace más de 30 años camina 11 kilómetros por día

El "profe" como lo conocen muchos transita todos los días las calles desde las inmediaciones de la plaza Aberastain en Capital hasta la UNSJ en Rivadavia.
miércoles, 1 de diciembre de 2021 18:08
miércoles, 1 de diciembre de 2021 18:08

Desde hace más de 30 años camina alrededor de 11 kilómetros por día. Haga intenso frío o mucho calor, hace su recorrido desde las inmediaciones de la plaza Aberastain hasta la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de San Juan. Tiene 75 años de edad y esa meta que se instaló en su corazón y en su mente nunca la frenó. Su nombre es Carlos José Rabino y tiene una vida dedicada a lo académico pero también a cuidar ese "templo" que es el cuerpo humano.

Con paso firme y con una botella de agua en la mano, siempre transita las calles desde el centro sanjuanino hasta casi el corazón de Rivadavia. Cada tanto frena unos minutos para tomar energía y continúa como un rito, como un placer, como un regalo que le da la vida.

"Desde el año 1986 empecé con esto. Al principio era de la casa a la plaza de Desamparados ida y vuelta. A veces llegaba hasta el hospital Marcial Quiroga. En aquel tiempo lo hacía por una cuestión circunstancial", comenzó relatando "el profe" a Diario La Provincina SJ.

 

Carlos Rabino fue profesor en varias carreras como en Ciencias Políticas, en Administración Pública, en la extensión de Derecho, en Periodismo y en Servicio Social. Reconoce que debe "ser recordado por algunos alumnos y profesores pero otros no". Ya hace tiempo que se jubiló pero aquellos que transitan los pasillos de la Universidad Nacional de San Juan pueden verlo pasar todos los días por la puerta de la unidad académica.

"Me casé el 11 de marzo de 1988 y mi mujer murió el 12 de marzo de 1991. Fue un golpe bastante grande porque tenía 44 años y muchos sueños. No tenía ganas y tampoco intenté tener una nueva pareja. Ella tenía un problema cardíaco y fue un golpe emocional muy fuerte", recuerda Rabino.

Aquella pérdida le generó un golpe emotivo muy fuerte que le produjo hipertensión. Pero pese a eso no bajó los brazos y lo que venía siendo esporádico, de hacer largos tramos caminando, se convirtió en rutina. 

"Un día venía de vuelta desde la facultad y como no pasaba el micro, me vine caminando hasta Ausonia. Cuando llegué ahí dije 'no vale la pena esperar el micro acá y voy a hacer el trayecto que falta a casa'. Ahí tomé la costumbre de caminar y ahora lo hago por un motivo de salud", reconoció el hombre que además tiene diabetes.

Durante la pandemia, esa tradición que es caminar se vio frenada producto de las restricciones propias de la cuarentena. Fueron días difíciles pero los pudo sobrellevar. "Hubo un tiempo que no se podía salir y caminaba dentro de la casa pero no es lo mismo. Esta caminata es menos cansadora que la que uno hace en la casa", recordó.

Con una sencillez increíble y una amabilidad que pocos tienen, el "profe" recordó lo que dijo una vez un conde francés del siglo XVIII, del iluminismo. "Si bien no soy partidario de esa corriente racionalista, esto que dijo el conde tiene parte de acierto. Él decía que para ser feliz eran necesario 3 condiciones: 1, no tener nada criminal que reprochar; 2, permanecer en el estado que el cielo lo colocó a uno y conformarse sin perjuicio a mejorar si uno tiene oportunidad de progreso que es el derecho; y 3, gozar de una salud perfecta'. Precisamente la caminata contribuye a la salud".

El profesor finalizó recomendando a los jóvenes y adultos cuidar "la salud física que es como la salud espiritual, si no es perfecta al menos puede ser óptima y la caminata ayuda mucho".

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