Centenario

Jorge Leonidas Escudero, 100 años de poesía en la memoria de sus hijas

El escritor sanjuanino cumpliría este viernes 100 años. Su obra marcó la literatura local y nacional y trascendió las fronteras del país. Sus hijas lo recuerdan como un boemio y muy libre.
viernes, 4 de septiembre de 2020 00:00
viernes, 4 de septiembre de 2020 00:00

Fue un boemio, protector de su creatividad y cuidador de su individualidad. Con esas palabras, Ana y Rosa Escudero, definieron a su padre, Jorge Leónidas Escudero quien este viernes cumpliría 100 años de edad. El reconocido poeta marcó la historia de la literatura local y trascendió las fronteras, convirtiéndose en referente a nivel nacional.

Con una mesa llena de fotos que recuerdan los momentos inolvidables junto a él, sus hijas trajeron a la memoria esa historia que vivieron con él como padre, más allá del escritor que todos conocieron. Las largas charlas, los momentos de complicidad y aquellas palabras sabias que alguna vez él pronunció, fueron traídas al lugar con una sonrisa pero también con una mirada melancólica. 

"Tengo una imagen muy linda de él desde que era pequeña, en relación a poesía y libertad. Siempre lo vi como una persona muy libre y muy observador de la naturaleza. Lo recuerdo estando sentado en un banco en la noche mirando las estrellas. Alguna vez me contó que intentó ponerme Ana Berenice, por la constelación, pero en aquella época no se lo aceptaron", expresó Ana con una sonrisa dibujada en su rostro.

Fue un hombre de pocas palabras, de mirada "muy aguda" de todo lo que lo rodeaba y muy reservado. Aseguran que no se le pasaba nada y a todo le daba importancia. Por eso fue capaz de escribir de diferentes temas, a veces usando un tono irónico y una expresión muy positivo, con una pluma que lo hizo trascender e impactar a sus lectores.  

"Ante el dolor le ponía un toque de humor ácido para hacer el giro y que no suene negativo o pesimista. Tenía amor a la naturaleza, a la piedra pelada, a la montaña. Él decía que la montaña era muy enigmática y tenía como un imán y una fuerza que lo atraía. Amaba, además, a San Juan, su lugar. Nunca tuvo deseo de ir a otros lugares lejanos. Él era muy inteligente como para poder sacar a cada instante que le tocó vivir el máximo, de manera positiva y volcarlo en las letras que era el centro de su vida", señaló la hija mayor de Leonidas.

A medida que Ana hablaba, Rosa la escuchaba con atención y asentía con la cabeza muchas de sus palabras. Ella vivió con él toda la vida y por momentos la mirada le brillaba conteniendo la emoción. Es que en su memoria comenzaron a sucederse aquellas imágenes del pasado, del lugar que él eligió en su casa para refugiarse en la creatividad y dejar fluir las palabras.  

"Su espacio de creatividad lo tuvo siempre, hasta que construyó su biblioteca en el fondo. Siempre su espacio de creación era único y sagrado. Confiaba mucho en él, absolutamente, ante todas las situaciones de la vida y le salía bien. Tenía una estrella, una luz, algo luminoso porque todo era brillante", dijo segura Rosa.

La familia lo llamaba Jorge, los amigos Leonidas pero por algún motivo trascendió en la sociedad como "Chiquito", un apodo que era reflejo de su estructura menuda. En las postales quedó inmortalizada su fisonomía como un hombre de mirada simpática, sonrisa siempre presente.

"Lo podían ver muchos por ser de estatura pequeña, más bien callado, hablaba lo justo y necesario. Sin embargo estaba absolutamente seguro de lo que quería, a donde apuntaba su objetivo, tenía  una gran inteligencia. Hay que reconocerle que podía ver más allá. Muchas veces decía el ver pero no con los ojos, sino con el pensamiento", destacó Ana.

Escudero fue alumno de la escuela de Enología, comenzó a estudiar la carrera de ingeniería agrónoma en Mendoza y trabajó como preceptor. Fue pirquinero y fue ese amor por la montaña y la naturaleza que lo llevó a volcarse a la escritura. Su primer libro, La Raíz en la Roca, lo escribió en la década del '70 de la mano de Teresita de Sarmiento quien tenía en San Juan una academia de declamación y se ofreció a editar los primeros poemas.  

En aquel material, hubo un poema que guardó una historia muy particular y que las hijas trajeron a colación. "Con un carbón, mi papá escribió en una casa abandonada, en una pared, un poema. Luego un amigo de él, Pico Varas, lo guardó. Ese poema lo anotó y decía 'qué tristeza me dan las casas abandonadas'. Lo escribió en la pared tal cual le iba saliendo", señalaron las hijas. 

Por aquel entonces tenía un poco más de 20 años y entre las múltiples anécdotas que guardan cada uno de los poemas, también hay amor a esos lugares que lo marcaron como Barreal y Tamberías. Precisamente ahí empezó a surgir su cariño por la montaña que quedó plasmado en varios libros.   

En vida publicó 25 libros y luego fueron editados 2 más. Recibió el título Doctor Honoris Causa (2007) y recibió el Diploma de Honor del Senado de la Nación, y el Premio Nacional de Poesía en dos ocasiones.

A partir de los 90 años comenzó su "decadencia física" pero pese a eso nunca perdió la lucidez, el entusiasmo y las ganas de plasmar en una hoja sus pensamientos. En el relato de sus hijas está el recuerdo de todas las mañanas desayunar y luego ponerse a escribir.

"Después de los 90 años empezó la decadencia física, el cuerpo no iba a la par, no lo acompañaba. Él tiene muchos poemas hablando de ese momento, autorretratos. Cuando uno ve los últimos poemas se nota que él se va preparando para irse más allá. Incluso en 'Divinidad' dice 'tengo una verdad última en la punta de la lengua solo que todavía no se me desprende", expresó Ana.

Esa verdad nunca se supo pero cada hija tiene un pensamiento de lo que pudo ser. Para la hija mayor fue la "búsqueda del ser humano a lo largo de su vida. Esa palabra es lo que mantuvo con vida hasta el final, el tratar de buscar algo más que era lo que lo mantenía con vida y lo obligaba a seguir detrás de un objetivo. Si hubiera encontrado algo se quedaba".

Para Rosa, esa verdad fue "la entereza absoluta para enfrentar la vida siempre y el trasfondo de espiritualidad absoluta. Era un trasfondo en él espiritual. Era muy sano porque tenía una visión que fue salvadora. Nunca bajó los brazos. Esa entereza, esa imagen de incorporarse hasta con el último aliento, nunca la voy a olvidar".

Escudero murió en febrero de 2016 y hoy su legado sigue más presente que nunca no solo en su familia y amigos sino en todos los que aman las letras.

 

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