Historia

Murió de manera trágica en San Juan y tiene su monumento en Alta Gracia

Myriam Stefford, cuyo nombre real era Rosa Martha Rossi Hoffmann, murió de manera trágica en un accidente aéreo el 26 de agosto de 1931.
martes, 25 de agosto de 2020 20:42
martes, 25 de agosto de 2020 20:42

Como si quisiese seguir sustentando el vuelo y evitar la fractura del árbol frente al viento, se levanta “El Ala” de Alta Gracia, un mausoleo edificado en la ruta que une esa ciudad y Córdoba. Una tumba de 82 metros de altura, dentro de la cual sus 402 escalones, como un río silencioso de lágrimas, muestra en cada peldaño la pena de aquel agosto que la vio morir.

Rosa Martha Rossi Hoffmann es el nombre que recorre un camino de misterios, en el que ella deja de ser la joven suiza, hija de italianos, y convertirse en la aviadora Myriam Stefford, cuya muerte suena extraña, quizás porque entre ella y su vida hay una arcana conversación que pone “duda”, por lo menos para detenerse y pensar, y darle una oportunidad a “la verdad”.

Una verdad que tiene muchos escenarios. Uno de ellos el paraje polvoriento de San Juan, a cuatros kilómetros de Marayes, donde Stefford y Fuchs, tripulantes del “Chingolo II”, el 26 de agosto de 1931 pierden sus vidas. Es ahí donde se precipita el diálogo entre dos antagonistas que no se excluyen entre sí, la vida y la muerte, y que deja como testigos los cuerpos destrozados y repartidos por el lugar.

Myriam no había cumplido 26 años y Raúl Barón Biza, a quien le jurara amor eterno en 1930 en la basílica de San Marco de Venecia, hizo levantar en su memoria un pequeño monolito. En él se lee, como citando a Petrarca, “Un buen morir honra toda una vida”, para no poner en duda el derecho a “su” morir que da sentido a su biografía, y que justifica la razón de su muerte.

Con los años las certezas sobre que fue un accidente dejaron de ser tales, aparecen nuevos interrogantes respecto a sus detalles; las fotos de ese momento se convierten en testimonios valorables y los hechos son nuevamente interpretados. El “amor” languidece frente a la “posesión”, el mito, la sospecha, la obsesión, la violencia de Género ejercida por Barón Biza sobre Clotilde Sabattini, su segunda esposa, al arrojarle ácido sulfúrico a su rostro, que reafirma hasta dónde era capaz de llegar con su poder y dinero, son componentes de una historia sin final, o con muchos finales.

Myriam está en esa faraónica cripta, con forma de ala,  violentada  muchísimas veces durante todos esos años, y él en un tumba bajo un olivo, sin lápida, consignada a un olvido que nunca va a alcanzar.

Por Por Miriam Acosta (Ex concejala de la UCR y referente del Foro de Mujeres del Mercosur) para LMDiario

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