Historias de cuarentena

Carolina y Alida, mujeres al volante en tiempo de pandemia

Las mujeres contaron cómo vivieron el periodo más crudo de la cuarentena en San Juan y la alegría que sienten en ser choferes de colectivos en un mundo manejado por hombres.
miércoles, 8 de julio de 2020 00:00
miércoles, 8 de julio de 2020 00:00

Subirse a un colectivo y salir a las calles sanjuaninas manejando, para muchos choferes es simplemente un trabajo, a veces se trata de una profesión que se hereda, que viene de familia, y otras simplemente por habilitad o por suerte. Sin embargo para las dos únicas mujeres “colectiveras” que hay en la provincia, es lo que siempre quisieron, su modo de vida, su gran logro.

Una trabaja en “El Triunfo” y la otra en “Vallecito”, si bien no son compañeras, las dos se conocen y comparten ese amor por el volante que pocos sienten, sobre todo cuando los años pasan y comienzan a pesar. Se trata de Carolina Tadini y Alida Palomo, la primera le dobla el tiempo “de experiencia” a la segunda, pero juntas se enfrentan a un mundo manejado por hombres, con la alegría de no sentir ninguna diferencia.

“En los ocho años que llevo trabajando, nunca presenté certificado médico” se enorgullece Alida mientras acomoda el colectivo de la línea 32 en la empresa, y le dice hasta mañana. “Acá soy una más, jamás sentí algún tipo de rechazo o diferencia por ser mujer. Yo me crié así, entre hombres ya que todos mis hermanos son varones así que conozco como manejarme”, cuenta riendo a Diario La Provincia SJ, mientras saluda a sus compañeros a la hora de terminar el  turno de ocho horas.

El colectivo que maneja a diario es el número 28, ese a donde se suben los vecinos que ya la conocen y en largos viajes, “lo que dura la vuelta”, comparten charlas y risas. “Los mayores son los mejores, son los más compañeros”, señala al recordar los recorridos.

Por otra parte, Carolina de la línea 6B, quien ya lleva “arriba del bondi” más de 16 años, se alza como una de las primeras mujeres colectiveras que hubo en la historia de San Juan. Con larga trayectoria, “La Nena” como la conocen sus pasajeros, comenzó entre una de las 10 primeras choferes mujeres, quedando solo ella de aquella camada de hace años.

“Mi sueño era ser camionera y recorrer el mundo arriba de un camión grande que me llevara a todas partes, pero las vueltas de la vida me trajeron acá y no me quejo. Me encanta el colectivo y me ha dado muchas satisfacciones, comparto la experiencia de Alida, no me siento ni me hacen sentir diferente”, revela mientras se acomoda en su asiento de conductora, relajada, como si fuera su lugar en el mundo.

Ya con la experiencia de años, al igual que muchos otros colectiveros, ambas debieron salir a recorrer las calles cuando comenzó la cuarentena por el coronavirus y aseguran que la tristeza las invadió. “Manejaba y había veces que en una vuelta entera no veía a nadie, una que está acostumbrada a los bocinazos y subir a cientos de personas, hacer un recorrido casi en soledad era muy feo, sin embargo nunca tuve miedo, sí cuidado, sobre todo por la familia y por nuestros viejos”, asegura Carolina.

Mientras que Alida comparte la sensación. “Fue como empezar desde cero con una rutina nueva. Ahora subo y desinfecto todo, manejo con barbijo ¡Qué raro, ¿no?! Uno nunca se hubiera imaginado ir a trabajar con barbijo pero esto es para que todos podamos seguir bien. Los pasajeros también se desinfectan con elementos que tenemos en los colectivos y cuando estoy en el paradero lo hago en toda la unidad con elementos propios”.

Una vez que lograron llegar a donde querían, a subirse y sentirse “dueñas” del volante y del cariño de la gente, una pandemia no las detendrá, mucho menos siendo trabajadoras esenciales.

“Ahora casi ya no podemos conversar con quienes siempre se subían y nos daban charla. Entre el ruido del motor, el nylon aislante y el barbijo, solo con las miradas nos saludamos y sonreímos, para colmo ya ni se sientan cerca, se van allá atrás. Pero se sabe que es solo por un tiempo, esto, como muchas otras situaciones, va a pasar”, confía Carolina mientras mira por el retrovisor de la unidad, casi como una costumbre involuntaria del cuerpo. “Tenemos que llevar sólo a 22 pasajeros, cuando te hacen seña y ya no podé parar se te desgarra algo, te da mucha pena ver las caras de decepción y pensás que tal vez por eso van a llegar tarde a trabajar”, confiesa.

Así, con la fuerza propia de una mujer, las chicas colectiveras sanjuaninas se abren paso no sólo en las calles, sino entre la sociedad en la que hasta el día de hoy todavía encuentran caras que se sorprenden cuando frenan en alguna parada. “¡Llevo 16 años manejando! He llevado a niños de primaria que hoy se suben y van a la facultad y aún hay gente que no me ha visto”, bromea Carolina entre risas.

Mientras que Alida recuerda que una vez una señora le hizo seña y cuando frenó se encontró con su maestra de primaria. “Fue un encuentro muy lindo porque conversamos un rato y se sintió orgullosa de que una de sus alumnas sea colectivera, me felicitó. Ahora es mi pasajera diaria, una alegría tremenda”.

De esa forma, sencillas y compañeras las encontrarán siempre manejando, “tirándose a la orilla para que la señora suba con las bolsas” o esperando al rezagado que llegó tarde a la parada y tuvo que correr. Así continuarán, en su mundo, disfrutando de tener la suerte de estar en donde ellas quisieron, donde eligieron, sabiendo que más allá de ser simples colectiveras, hacen historia en San Juan. “Todas las mujeres que tengan ganas se tienen que animar a hacer lo que quieren, la vida pasa y después te arrepentís”, comparten al fundirse en un abrazo. Un abrazo de triunfo…

 

Comentarios