Historia

Lautaro, el sanjuanino que le hace frente a las consecuencias de la pandemia

Lautaro Vera Cataldo vive en La Puntilla, San Martín. Allí, junto a su familia ayuda a más de 60 chicos con la copa de leche y en medio de la pandemia, se las arregla para no dejar a nadie sin una chocolatada caliente.
martes, 7 de julio de 2020 00:00
martes, 7 de julio de 2020 00:00

Para hablar de solidaridad, compromiso y amistad verdadera hay que llegar hasta San Martín, precisamente al Barrio María Auxiliadora, ubicado en la zona de La Puntilla, un lugar donde la humildad abraza a las familias pero también donde vive un corazón que es más grande que las necesidades, el del pequeño Lautaro Vera Cataldo, de 10 años.

Su casa sobre una calle de piedra no es diferente a las demás y las cercanías se dividen entre los vecinos y el campo. Allí, el niño vive con sus padres, sus hermanos y sus abuelos quienes a diario lo abrazan con cariño y lo apoyan a seguir su gran proyecto, un merendero llamado “La Guardia del León” que tiene como objetivo, más allá de entregar una botella de leche caliente, demostrar amor.

Lautaro empezó con la idea de abrir un merendero después de vivir un momento que según sus palabras, le provocó dolor y desesperación. Vio a su mejor amigo pasar frío en la escuela, justo antes de “viajar al centro de San Juan”, y como ayuda le prestó sus medias nuevas. Nadie lo supo, a nadie le contaron hasta que su madre se dio cuenta de la falta y el niño confesó.

“Hicimos un pacto en el baño, a mí me dio cosa cuando vi que tenía el pantalón y los zapatos pero no llevaba medias. Es mi amigo, por eso lo ayudé, no me gusta ver cuando otros niños pasan frío o hambre”, contó un emocionado Lautaro, a Diario La Provincia SJ.

Mientras lo escucha hablar, su abuela Zulema, desde la cocina y en medio de los preparativos para la leche de esa tarde, deja caer algunas lágrimas de emoción. Así lo siente desde diciembre cuando el pequeño les pidió a sus padres abrir el merendero para cortar con las necesidades de los niños amigos y compañeros de escuela, una petición tan pura que nadie pudo negársela y a la que todos se sumaron. “La Guardia del León” abrió con menos de 20 niños pero la cuarentena los triplicó y hoy más de 60, a los que también se sumaron adolescentes, son asistidos por el gran corazón de Lautaro y su familia.

Todo se armó en el propio living de la casa y a medida que más niños llegaban, aparecieron los tablones en el jardín y las risas no dejaron de escucharse. Sin embargo, todo eso cambió cuando llegó el coronavirus al país y al implementarse la cuarentena ya no les pudieron abrir las puertas de la vivienda, aunque las del corazón no se cerraron.

“En la cuarentena dejamos de recibirlos en la casa pero igual les entregamos botellas con chocolatada. Mi mamá las hace y mi abuela prepara las cosas para comer, mi hermana Denise la ayuda y yo reparto las botellas cuando sobra la leche y nadie más viene a pedir. Siento alivio de entregar un poco de comida, porque sé que ese día un niño que tal vez sentía hambre, va a poder comer y tomar algo caliente”, revela mientras se esconde entre los brazos de su madre Natalia.

Con la precaución de un virus invisible, los tablones se guardaron en el fondo de la casa y la leche se comenzó a preparar diferente. En la cocina, la mamá y la abuela son las únicas encargadas de las ollas de chocolatada para que estén listas a partir de las 16 horas cuando los chicos golpeen la puerta o las manos desde la vereda. Sólo abren la puerta y desde ahí les entregan las botellas ya listas. Las medidas de seguridad se agudizaron, dentro de casa apareció el uso del barbijo y las sonrisas de agradecimiento solo pueden notarse en “ojos chinitos”. Todos se distanciaron, incluso los propios niños que van a retirar su merienda, ya que ahora llegan segmentados en horarios.

“No me sorprende que Lautaro tenga ese corazón, todos mis hijos son iguales, se involucran con el otro. Lo difícil aparece cuando se vive un tiempo así, como el de esta pandemia. Es cierto que recibimos ayuda pero por la cuarentena nos redujeron las donaciones a la mitad y muchas veces hasta tuvimos que sacar de lo nuestro para que un niño no se vaya triste a su casa. Vienen a pedirte y vos no les podes decir “no tengo más”, buscás hasta donde no hay para darles”, agregó su madre quien lo escucha atentamente y le acaricia la espalda.

En el living ahora guardan las cajas con sobres de leche y en la cocina desde temprano se empieza con la masa para las tortitas. En medio del trabajo solidario, los juegos y las risas dejan en claro que el frío del invierno y las dificultades de una cuarentena abrazan la esperanza de volver “a como estábamos antes, todos sentados alrededor del tablón”.

“Yo soy muy tonta, lo escucho hablar y por ahí lloro, no puedo creer que mi nieto de 10 años sienta lo que siente. Uno no le puede decir que no, mi hija cuando era chica también era así como él. Es un niño que hace lo que hay que hacer, ayudar al otro”, señaló “la abuela Zulema”.

Así, y sin temor al coronavirus, el pequeño Lautaro entiende de compromiso, de empatía y con esos valores enmarca sus sueños con grandes metas. “Cuando sea grande quiero ser policía para cuidar a todos, pero principalmente a mi familia”, afirma mientras le hace gestos a su hermana que lo mira desde lejos y ambos se ríen.

De este modo, Lautaro ya prepara una meta más cercana, la del Día del Niño, fecha que en la que tiene pensado apelar a la solidaridad para entregar juguetes y golosinas a todos los pequeños del barrio y cercanías. “Queremos preparar algo lindo, que nos ayude a demostrar a los niños que ese día puede ser muy feliz pese a la situación que pasamos todos”, finalizó su madre.

Las garras del león hacen saber que pelean por la igualdad, por el amor. Lautaro lleva de bandera una gran sonrisa y un compromiso que lo hace único, es un niño que encuentra la felicidad en el calor de su hogar y en la solidaridad con sus pares, sentimientos que una cuarentena no logra apagar.

Quienes deseen ayudar al pequeño Lautaro en su proyecto para el Día del Niño, podrán hacerlo comunicándose al 264 572 5231. 

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