Historia

El desafío de los niños por la pandemia: estudiar con internet en pleno desierto sanjuanino

Melani tiene 6 años y se encuentra en primer grado de la escuela República de Bolivia de La Planta, en Marayes. Desde que empezó la pandemia, la pequeña se enfrenta al desafío diario de recibir las tareas de la escuela vía whatsapp y su abuela es quien la ayuda en los estudios.
lunes, 6 de julio de 2020 00:00
lunes, 6 de julio de 2020 00:00

Con su manito agarra el lápiz. Debe colocar en el cuaderno el número anterior y posterior a 8. A su lado está su abuela, que a los 49 años y, con sus conocimientos básicos, no imaginó que iba a convertirse en guía de su nieta en los estudios. Pero la pandemia del coronavirus lo consiguió. Desde hace más de 100 días recibe la tarea escolar vía whatsapp, con la poca señal que tiene gracias a la antena de internet que está ubicada frente a su casa, en la escuela República de Bolivia.

Melani se entusiasma con la tarea y cada vez que llega es su grata distracción. Vive en medio del desierto, en la localidad de La Planta, en Caucete, a 135 kilómetros de la Ciudad de San Juan. La forma de ingresar a ese pueblo es por una huella desde la ruta 141. Y para llegar a su casa, se debe andar alrededor de un kilómetros que en el invierno y en el verano, se hacen muy "crudos".

Frente a su casa, hay un patio de juegos sin embargo, cuando hay que estudiar toda la mirada se concentra en el cuaderno y en la guía que descargó su abuela. Con la luz del sol, una pequeña mesa se convierte en pupitre. Sobre éste está también el mate que es infaltable y acompaña a la jornada escolar. 

"Recibimos las tareas por whatsapp y ella las hace en el cuaderno, luego hacemos foto y las mandamos. Ahora enviamos una sola tarea por día", comienza contando Verónica a Diario La Provincia SJ.

Melani tiene 6 años y va a primer grado de la única escuela de la zona, la República de Bolivia. Allí más de 50 niños del pueblo estudian en diferentes grados. Hasta antes de la pandemia, los chicos permanecían gran parte del día allí porque además recibían la copa de leche. Pero la pandemia vino a cambiar todos los hábitos. Ahora el lugar está vacío y ellos reciben las tareas por whatsapp, lo que es un gran desafío porque el Wi Fi funciona bien cuando se está cerca de la antena.

Si bien están aislados por naturaleza, y no está el coronavirus circulando en San Juan, a los abuelos de la pequeña les da algo de temor que vuelvan las clases pero reconocen que "se la necesita" porque este mecanismo de educación llevó a muchos a sentirse al límite con la capacidad de respuesta.

"Hace mucho que dejé la escuela y en estos meses tuve que sentarme con ella para enseñarle cosas que dejé de ver hace años. Uno se siente un poco triste, porque uno empieza a ver algo con los niños que no recuerda bien porque vivió hace tiempo y hay que volver a retomar. Me convierto en maestra y hay que enseñarle", expresa Verónica.

Mientras la abuela habla y la pequeña mira con una sonrisa su cuaderno, lleno de colores, su abuelo sigue segundo a segundo la escena. Él es el portero de la escuela y no puede evitar la melancolía al pensar el silencio que se siente dentro de las aulas y en los pasillos del establecimiento cuando le toca ir a limpiar.

"Se extraña mucho. Esta mañana fui al colegio y había mucho silencio. Ya no da ganas de hacer nada. Estamos acostumbrados a llegar, jugar con los niños, los maestros y ahora se hace muy complicado. Acá hay muchos niños, a la mañana llegamos a hacer la leche, vienen los maestros y ahora no se ve nada ni se siente nadie", expresa Juan Mercado quien reconoce que lo que más extraña "es el movimiento de los niños y de los maestros".

"La tarea se hace más fácil hacerla cuando están todos. Se nos pasan más rápido las horas cuando hay vida pero ahora una hora es eterna, es como que estoy todo el día", agrega con nostalgia a la vez que pasa la mano por la cabeza de la nena y reconoce que los niños son felices en la escuela porque para ellos es mucho más que educación lo que reciben.

Con ojos grandes, Melani mira a su abuelo y asegura que le encanta la escuela y que le gusta hacer la tarea. Luego pasa hoja a hoja del cuaderno para mostrar esas tareas que tanto la entusiasman. "Recorta y pega donde corresponda", "Pinta los dibujos que empiezan con la letra indicada", son algunas de las consignas que se pueden leer recibidas en el celular y escritas en el cuaderno a mano por su abuela. 

La Planta es una localidad de Marayes que recibe su nombre de lo que fue una planta de explotación minera que funcionó en la década del 30. Muchos abandonaron el lugar cuando terminó la producción pero una gran cantidad apostó a vivir allí. Algunos hombres trabajan como hacheros en La Rioja mientras las mujeres son amas de casa y se encargan de la crianza de los niños. Además agradecen al Estado por no olvidarse de ellas y darles los planes sociales porque sino "el dinero no alcanza". 

"Me gustaría que cuando ella termine la escuela siga estudiando afuera, en otro lado. Me gustaría algo mejor para ella, algo que yo no tuve", señala Verónica quien nació y vivió toda la vida en esa localidad.

"No le tengo miedo al coronavirus, porque creemos que Dios nos guarda y cuida. Vivimos a kilómetros de los médicos pero gracias a Dios él nos guarda siempre. Acá no hay enfermeros ni médicos, solo hay en Marayes pero nosotros estamos totalmente aislados", finaliza lamentando la situación que vive y con la esperanza puesta en el futuro al que apuesta 100% de la mano de la educación.

 

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