Historia

El desafío de los sanjuaninos que viven en el desierto cuidándose del coronavirus

Son pocas familias y entre una y otra casa hay varios metros y hasta kilómetros de distancia. Los habitantes de Balde de Leyes extreman los cuidados cuando deben salir de casa.
lunes, 20 de julio de 2020 00:00
lunes, 20 de julio de 2020 00:00

Llegar hasta allí, no es fácil. La mula es la mejor compañera de esas familias para circular desierto adentro. Algunos tienen autos pero prefieren preservarlos para cuando tienen que ir a la villa cabecera de Caucete o a Capital para hacer algún trámite o comprar provisiones. Balde de Leyes está ubicado a 160 kilómetros al sudeste de la ciudad de San Juan a un kilómetro de la ruta 141. Hasta hace un tiempo habían 12 familias, sin embargo hoy hay solo 8 que viven mirando con cuidado al coronavirus.

Allí no hay sala de salud y si los habitantes tienen alguna dolencia o enfermedad deben ir hasta la villa de Caucete para atenderse o a lo sumo un viernes hasta La Planta, que es la localidad más cercana a 18 kilómetros. Por eso es que el temor a veces los invade y toman todas las medidas de cuidado para evitar contagios.

"Hay que cuidarse del coronavirus porque está jodido en todos lados. Hay muy pocos habitantes en Balde de Leyes y uno que pase con coronavirus, ¡chau! Dios quiera que no nos pase. Los camioneros pasan a un kilómetro por la ruta que va a La Rioja, Chepes, y hay que alejarse si vemos a uno, no queda otra", expresó Orlando Leyes a Diario La Provincia SJ.

Él es criancero, trabaja con los animales, y siente que durante estos más de 100 días desde que comenzó la pandemia en la Argentina, la vida se ha hecho más dura aún. En su caso tiene un auto para trasladarse pero la falta de internet les complica el acceso a la información necesaria. Y el escenario se complica aún más para los que no cuentan con movilidad para salir de ahí.

"Estamos viviendo la cuarentena de manera crítica. No tenemos dónde salir a comprar. Ir a comprar a la ciudad de San Juan o a Caucete cuesta mucho. No tenemos colectivos que pasen. En Balde de Leyes no contamos con doctor", agregó el hombre que nació en aquella zona y pese a todo, no la cambia por nada.

Estuvo viviendo un tiempo en la villa de Caucete pero siente que le "tira más Balde de Leyes por las costumbres y sobre todo por el trabajo". Es que como criancero puede vivir y salir adelante día a día. Allí encuentra no solo la comida en su plato sino la tranquilidad del nexo con la naturaleza, lejos de los ruidos y la agitación de las ciudades. 

Florencia Leyes es su mamá, tiene 60 años y es una de las personas nacida y criada allí. El apellido de sus padres fue el que le dio el nombre a esas tierras y su familia es una de las que le da vida a la zona. Sin embargo, en los últimos meses, a raíz de la pandemia dejó de atenderse con el médico y su temor al coronavirus está muy latente.

"Mucha gente mayor vive acá y también necesita un medio para circular y un doctor. A mi me mandaron a un cardiólogo pero ¡cómo voy a ir, si no puedo pasar!. Además no me puedo hacer chequeos, nada. Antes solían ir cardiólogo, al oculista, pero ahora no pasa nada. A veces tenemos que ir a La Planta pero cuando hay combustible sino, no podemos hacer nada. Tenemos miedo de que llegue el coronavirus", confesó Florencia quien subrayó que ella no sale a la ciudad de Caucete ni de San Juan.

"Voy a La Planta donde está mi hija y pego la vuelta. No voy seguido porque uno se cuida para no andar expuesta al virus", agregó.

Su hija es Lorena Tello (32) quien hace 3 años se fue a vivir a La Planta porque su marido es de allá. Tiene una nena de 1 año de edad y otra de 7 años quienes tienen ciertas necesidades para cumplir pero el aislamiento dificulta todo. "Acá estamos respetando todos los cuidados pero queremos viajar, hacer las compras y no tenemos movilidad. hay que sacar permiso pero desde el Valle viene lleno. En mi caso tengo las nenas, tengo que salir a comprar los alimentos para ellas y no puedo", lamentó.

Hoy la comunidad se cuida, evita contacto con los "extraños" y si bien no usan barbijos en la circulación diaria, lo conservan para cuando deben viajar a la ciudad. Su confianza está en Dios para evitar contagios y aseguran que pese a todo saldrán adelante.

 

 

 

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