El pasado 20 de marzo, San Juan ingresó en una cuarentena estricta como medida de seguridad frente a la pandemia de coronavirus, escenario desconocido para la sociedad que provocó cambios en el modo de vida diario. Al principio, los comercios cerraron sus puertas y las calles de la ciudad se vaciaron de su gente, cientos de turistas que ingresaban a la provincia día a día dejaron de llegar y los hoteles se quedaron con los huéspedes que ya se encontraban disfrutando de los últimos días del verano.
Sin embargo muchos quedaron fuera de San Juan, incluso de Argentina y hasta de América, por lo que de a poco se comenzó con un importante operativo para traerlos nuevamente a casa, pero con una condición: cumplir 14 días de cuarentena en hoteles en busca de un estatus sanitario que permitiera que un virus invisible no se apoderara de la provincia. De la mano de eso, los cambios también llegaron a los edificios que no estaban acostumbrados a hospedar sanjuaninos bajo restricciones severas, ni mucho menos tener contacto personal nulo con sus clientes.
Al hotelero Leopoldo “Polo” Zamudio, propietario de los edificios San Francisco, Estrella Andina y Ángelus, ubicados en la Capital de San Juan, la medida lo sorprendió de cara a un gran desafío: reacondicionar las instalaciones para recibir a quienes deseaban volver a sus hogares, y a la vez, cuidar al personal para que los hoteles continúen funcionando.
Fue por eso que el día a día del servicio ya no fue igual, los pasillos de los hoteles también quedaron en un profundo silencio y todos adentro de las habitaciones. Los espacios comunes de charlas y momentos para compartir se cerraron, y ya nadie se vio las caras. Sólo quedaron expresiones rápidas escondidas bajo tapabocas y el temor por un posible contagio.
“Las habitaciones pasaron a ser bunkers, y una vez que los huéspedes se van, los encargados de limpieza entran con los equipos especiales de protección a hacer desinfección y limpieza profunda. Tenemos el conocimiento que si el huésped pudo irse a su casa es porque no tenía nada pero por protocolo debemos cumplir con todo lo demás. Hablamos de desinfección no solo en habitaciones sino también en los espacios comunes del hotel y elementos que podrían haber usado”, comenzó relatando Zamudio a Diario La Provincia SJ, en una cocina a la que ahora ya nadie entra y la que está ocupada por pilas de ropa blanca desinfectada.
Así, los días en hoteles que antes se vivían casi como una rutina de recepción, preparación de habitaciones y charlas espontáneas al momento del desayuno, ahora los abraza un gran silencio. La barra ya no encontró a turistas que se conocían ahí ni a curiosos que salían a recorrer las instalaciones para disfrutar de la experiencia, sino que por el contrario todos quedaron aislados y elementos como barbijos, alcohol en gel y trajes especiales de protección se adueñaron de la decoración y la indumentaria.
“Un hotel no tiene horario, recibimos a huéspedes a toda hora por eso siempre decimos que acá no se duerme. El mate y el café son compañeros de toda la noche y estábamos acostumbrados a compartir eso con los que llegaban. Pero ahora ya no se puede, cada vez que suena el timbre en la entrada dejamos todo lo que hacemos y empezamos a prepararnos para recibirlos, el barbijo, los guantes y todos alejados. Nos cuidamos muchísimo, los primeros días y ante la incertidumbre terminamos viviendo acá y recibiendo a repatriados. Los huéspedes no pueden salir al pasillo, abren un poco la ventana para ventilar pero hasta ahí nomás. Es muy estricto todo, tienen todas las comodidades pero para ellos no es fácil. Hemos tenido casos en los que hemos vivido destrozos y daños a las instalaciones. Nos trataron mal a nosotros y hasta el personal de Salud Pública y Turismo que llegaron hasta acá”, contó sobre las primeras experiencias vividas en cuarentena.
Una vez registrados, los repatriados que actualmente son la mayoría de los huéspedes que cumplen estadía en los hoteles, son llevados a sus habitaciones para instalarse ahí, con casi nada de contacto con el exterior de las cuatro paredes que se convierten en su nueva casa. Además, tanto el personal de limpieza como de ninguna otra área puede ingresar a los cuartos, únicamente para casos extremos o para realizarles los hisopados.
“Les dejamos un número de teléfono y por ahí nos comunicamos, les preguntamos cómo están y como se sienten. A veces tenemos que ser pilares detrás de la puerta que permanece cerrada y nosotros a los gritos calmando alguna situación o simplemente escuchando y charlando, pero por poco tiempo. Hemos tenido casos de personas mayores, abuelos que no sabían manejar el televisor o el internet y que estaban acostumbrados que sus hijos o nietos los ayuden con eso. Entonces para los casos así nos colocamos el traje especial de protección que nos cubre todo el cuerpo y así ingresar sólo unos minutos y ayudarlos. Es terrible pero ya nos da gracia, nunca nos imaginamos usar algo así o tratar con huéspedes vestidos así”, dice.
Y agrega que “Creemos que lo que se incorporó como nuevo y que ya va a quedar es la atención, pero no porque antes haya sido mala, sino la atención de nosotros para con los huéspedes entendiendo que por 14 días nos necesitan para absolutamente todo”.
Después de eso todos se vuelven a aislar y la nueva rutina comienza nuevamente, el llamado telefónico para avisar que sanjuaninos repatriados llegarán en las próximas horas, el acondicionamiento de las habitaciones, las planillas especiales y los temores comunes que “ahora ya son parte de todo esto”.
“La gente que llega ya sabe que si entra a la provincia deben permanecer hospedados en un hotel con una tarifa inferior a la que manejamos habitualmente. Estamos hablando de $800 con desayuno incluido, algo que para nosotros no nos da margen de ganancia pero nos viene bien para seguir funcionando y no tener que cerrar, además de hacer frente a los costos operativos. Acá hospedamos en habitaciones triples, cuádruples y quíntuples a una persona por esa tarifa diaria, las habitaciones pueden estar todas ocupadas pero la capacidad es reducida, por eso no se compara”.
“Aumentaron tanto los gastos fijos como el personal, sí o sí hay que tener a dos personas como mínimo para que atiendan a los que llegan. Cuando hay alojamiento normal llega el huésped y después sale y hace sus cosas, pasea y visita la ciudad. Ahora no pueden hacer eso y dependen de nosotros para todo, para que les acerquemos lo que sea que necesiten, por eso la exigencia es mayor. Además de los costos de los equipos de seguridad cuando por alguna circunstancia hay que entrar para solucionarles algún problema”, detalla Zamudio.
Sin embargo y más allá del desafío, la apuesta se lleva de forma positiva, por más que los corredores no vean a los turistas ni que los empleados tampoco se vean entre ellos, día a día las ganas de seguir son las que ayudan a poner la mejor sonrisa frente a los que tienen la posibilidad de regresar a San Juan.
“En este hotel hay 16 habitaciones y en promedio siempre se mantienen ocupadas 12, solo pueden estar juntos los que son una familia y ya llegan así. El procedimiento se basa en que si los huéspedes quieren hacer reserva el Ministerio de Turismo envía una lista de hoteles que están habilitados y ahí llaman y preguntan. Cuando se deciden en reservar tal hotel, avisan y nosotros enviamos el parte a Turismo donde agendan todos los datos de quienes van a estar en hospedados. Cuando llegan a la terminal directamente los derivan. Hay una segunda opción y es para los repatriados que no hicieron reserva previa, en ese caso llegan a San Juan y directamente los derivan al hotel disponible en servicios y habitaciones”, informa uno de los encargados, mientras se predispone a acondicionar una lamparita para los próximos viajantes.
“Creemos que este sistema de cuarentena obligatoria en San Juan llevó a que no hayan casos y eso es fantástico, es un modo de protección a los niños y a los grandes. Uno piensa, la economía es fundamental pero a mí me pesaría más no tener a mi viejo al final de todo esto, más que los bolsillos llenos. Es un esfuerzo para todos pero es la opción, hay hoteles que decidieron no abrir pero en esto nosotros encontramos la opción para no dejar a gente sin trabajo y para que una provincia se cuide”, reflexiona Leopoldo, orgulloso de su personal mientras se preparan bajo los cuidados sanitarios dispuestos.
Anécdotas de un día de hotel en cuarentena
Desde el día 1, las experiencias inusuales por el aislamiento y la cuarentena, se apoderaron de los hospedajes que comenzaron a recorrer un cambio que hasta ahora les presenta sorpresas. Es por eso que el hotelero contó que en uno de los edificios, el Ángelus, se hospedaron los dos turistas estadounidense e inglés que durante los primeros días de aislamiento quedaron detenidos por no cumplir la restricción de circulación.
“Arrancamos con un hotel chiquito que hace poco habíamos alquilado, el Angelus, en donde estaban alojados dos jóvenes extranjeros que debieron quedar detenidos porque en medio de la cuarentena salieron a pasear. Fue una de las primeras situaciones que nos tocó vivir ya que nadie sabía bien cómo manejarse, fue entonces que el hotel debió quedar habilitado para hospedarlos y que cumplan la cuarentena. Ahí comenzó a verse todo esto que nadie sabía cómo actuar”, recordó entre risas.
Y es que asegura, los chicos eran muy buenos pero tal vez por temor o desconocimiento no supieron qué hacer y por eso recayó sobre ellos una detención. “Te daba pena porque eran dos jóvenes que quedaron asustados. A partir de ahí nos consultaban absolutamente todo y respetaban la convivencia de cuarentena adentro del hotel”.
“La semana pasada también recibimos a tres de los sanjuaninos varados en Junín, situación que se conoció a nivel nacional por la cantidad de horas que debieron pasar en el frío y con el colectivo descompuesto. Ellos entraron muy tarde y lo único que querían era dormir, sintieron mucho frío y hambre en esas horas y por eso querían descansar. Sin embargo desde acá les ofrecimos comida y café caliente aunque no era horario del desayuno. Se tranquilizaron mucho y siempre tratamos de darle lo mejor para que se relajen”, cuenta conmovido por las situaciones de los que ahora cataloga como su familia, sus huéspedes.
“Ahora convivimos con ellos, los vemos al igual que nuestras familias, son personas que pasaron muchísimas cosas. La mayoría entiende la situación y la sobrelleva junto con vos, por eso cuando se van, después siempre vuelven a traerte un regalito, eso es muy lindo. Estando acá uno conoce tatas historias, a través de la puerta los escucha reír y llorar y todo se intensifica”, finaliza.