“No supe nada. Se la tragó la tierra. La verdad, es que es muy difícil todo”. Al bombero voluntario Daniel Pelaitay (32) se le mezclan los suspiros con los cambios en el tono de voz al hablar del robo de su moto mientras cumplía con el trabajo de extinguir un incendio en una finca en Pocito, a fines de febrero. Era el rodado que tanto le había costado comprar para movilizarse y hacer el reparto de pan y semitas, su medio de vida, y con el que acudía rápidamente a los llamados de emergencia de Bomberos Voluntarios de Rawson.
Sin novedades de la moto, una Motomel Blitz 110cc de color blanco, le pone el pecho a los días que se volvieron más cuesta arriba con la cuarentena preventiva y obligatoria por coronavirus, y sus días pasan entre amasijos y salir a vender para sostener la economía familiar. “Desde hace 15 años me dedico a esto. E incluso aprendí el oficio de un amigo al que no le estaba yendo bien. A las 23 hs. Estoy amasando y a las 7 de la mañana ya están listas y horneadas las semitas. A las 8 hs. ya salgo a vender en Rawson y a las 11 hs. vuelvo a casa. Vuelvo a amasar y después de almorzar y descansar un ratito, horneo y a las 17 hs. estoy de nuevo saliendo a vender hasta las 20 hs.”, detalla a Diario La Provincia SJ.
En medio de su rutina, puede recibir un llamado de lo que él reconoce que es su gran vocación. “Hace un año y dos meses que soy bombero voluntario y es algo que me gusta muchísimo. Ayudar a otros es una terapia para mí; lo que me despeja y hace bien. Imagínese que el día que me robaron la moto (en inmediaciones de calle San Miguel, entre 6 y 7) fui a hacer la denuncia y volví a trabajar allí, con mis compañeros”, contó.
Aún le da mucha bronca lo que sucedió por el daño que le ha significado a él y a su familia. “En la moto iba a hacer el reparto a Pocito, Rivadavia, Santa Lucía y hasta el límite con Caucete. Ni siquiera tuve cómo avisarles a mis clientes que no iba a poder ir más. Simplemente dejé de ir porque no tenía en qué. La compramos en 18 cuotas, allá por el 2015 y era muy útil para nosotros. Sentí que me cortaron las piernas”.
Es que con los 10 kilos de harina que amasa por día, Daniel lleva sustento a su mamá (“que hace prepizzas y empanadas cuando le encargan”, acota), a su hermano que tiene una discapacidad y a su papá que está en similares condiciones y además, es celíaco. “Él está grande y ahora lo estamos cuidando mucho. No lo dejamos salir”, relata acerca de los cuidados que tienen por COVID-19.
Sobre el robo insiste en que “no se sabe nada, nada” y que cree que el o los delincuentes aprovecharon la ocasión cuando vieron que la moto había quedado sola. “Cuando llegamos al lugar había varios vehículos y allí la estacioné. Pero cuando salí, ya se habían ido los muchachos y mi moto ya no estaba. En algún momento tuve esperanza de tener noticias pero ahora, hasta borré las fotos que tenía de ella en el celular”, cuenta con pesar.
Por el momento, no aparecen los planes de comprarse otra por la difícil situación económica. “Lo que gano va para comprar mercadería y pagar impuestos, que no se pueden dejar de pagar. De comprarme algo en qué poder retomar el reparto, ni hablar. Es muy duro todo”, dice mientras suspira.
Para ayudar a Daniel, se puede colaborar con la compra del pan y facturas que elabora comunicándose al 264- 5771113.-