Historias

"Mi hijita, mi ángel estuvo conmigo": Daniel Aciar, el sanjuanino que le ganó a la muerte por coronavirus

Pasó 52 días en terapia intensiva en General Roca, ciudad donde reside, y quedó inmovilizado de brazos y piernas por las secuelas del coronavirus. En 2017, su pequeña hija Delfina perdió la vida trágicamente y siente que estuvo junto a él, al igual que su papá fallecido.
domingo, 11 de octubre de 2020 13:26
domingo, 11 de octubre de 2020 13:26

El sanjuanino Daniel Aciar tiene una nueva oportunidad de vivir. Otra más. Es que la vida y la muerte ya lo han desafiado antes con duras pruebas: la mayor fue cuando su hija Delfina, de casi 3 años, fue hallada sin vida tras días de intensa búsqueda en el predio del gremio docente UNTER en Roca, en octubre de 2017. Había caído en un desagüe y todo Río Negro e incluso, San Juan se había solidarizado con él y su familia en la tragedia. Ella se convirtió en su ángel y la vida le dio un guiño cuando en mayo de este año, recibió a otra hija; una hermosa bebé.

Sin embargo, a poco más de un mes de ello, el coronavirus lo afectó y empezó su lucha feroz por salir adelante. Algo que fue tan duro como desgastante y lo puso cara a cara con la muerte, más de una vez. "Me contagié cuando estuve con unos amigos. Ellos no sabían que tenían el virus y al sospecharlo, me avisaron. Empecé con fiebre y otros síntomas. Me fui a hacer el hisopado un miércoles en la mañana y en la misma tarde, me confirmaron el diagnóstico. Creo que hasta lo supe antes que mis amigos", cuenta Daniel a Diario La Provincia SJ que recibió el alta el pasado 29 de agosto y está en plena recuperación de la guerra de la que es un soldado sobreviviente, no sin heridas.

"El día viernes de esa semana me trasladaron para realizarme estudios, análisis de sangre y radiografías, y me detectaron neumonía bilateral. Decidieron que me quedara internado", recordó. Desde ese momento, comenzó su calvario. Estuvo un par de días en una sala con "bigotera" de oxígeno pero su insuficiencia respiratoria iba agudizándose. "Me pasaron a terapia intermedia y al agravarse el cuadro, a la medianoche ingresé a la UTI (Unidad de Terapia Intensiva). Mi cuerpo ya tenía secuelas de una neumonía a los 16 años y en 2005, la había sufrido también. En uno de mis pulmones había una mancha", recordó Daniel. Un domingo, el hombre oriundo de Jáchal, fue trasladado a un sector ampliado de Terapia, debido a que el área original estaba colmada. Allí vio algo que lo impresionó.

"A mí me pasaron primero allí y de repente ya éramos 5. A uno de los pacientes, lo entubaron. Y el lunes, una médica vino a contarme cómo estaba y a pedirme que tomara una decisión. Fue una situación muy difícil, tensa y de una soledad muy agresiva. Me dijo: "mirá Daniel, tu cuadro se agravó y estás muy complicado. Tu vida está en riesgo y lo recomendable es que te entubemos. Te tenemos que entubar. Vos tomás la decisión". Al escucharlo, él se negó.

Delfina, la hija que Daniel perdió trágicemente. Él sintió que estuvo con él en sus días más duros.

"Era todo muy duro; lo que ves en una terapia es terrible. Psicológicamente te afecta demasiado. Me volvió a decir que si lo rechazaba tenía que hacerme responsable de lo que sucediera y podía ser lo peor. Si aceptaba tenía que firmar unas planillas y si decía que no, otras. Mi vida se definía en una palabra y en un trámite. Me puse a llorar, recordé a mi bebé pequeña, a mis otras hijas y a mi esposa. Sólo pude rogarle: "No me deje morir, por favor. Tengo que volver a mi casa", describió con la voz quebrada. Ese fue  el último día que Daniel estuvo conciente.

Sobrevinieron 52 días en terapia intensiva; 21 de los cuales estuvo entubado. A expresión de Daniel, lo tuvieron el máximo de tiempo en esa condición. En ese transcurso, lo trasladaron del hospital central a un sanatorio y su familia y amigos iniciaron una fuerte cruzada en redes sociales y medios de comunicación en busca de donantes de plasma de recuperado. La situación era desesperante y lamentablemente, no lo consiguieron.

"Pasó el tiempo en que me lo podían aplicar y no hubo suerte. Estoy orgulloso de mi familia por el esfuerzo que hicieron pero sobre todo, por la concientización que generaron porque se necesita plasma para quienes la están peleando. Mi familia lo pasó muy mal", asegura. Es que las malas noticias duraron mucho tiempo. Daniel sufrió una aguda crisis por la insuficiencia respiratoria y en otro trayecto de su internación, una insuficiencia cardíaca.

"Los médicos les decían que estaba vivo de milagro. Sólo Dios sabe por qué me salvé", señala. Antes de despertar, tras casi dos meses de aferrarse a seguir adelante, el sanjuanino afirma que "siento que Dios me ayudó y pude ver y estar con mi hija Delfina, mi ángel y con mi papá, que también falleció. Hablé con él, lo vi; tuvimos esa conversación pendiente. Ellos me ayudaron a salvarme. No hay explicación para esto, lo sé, pero lo viví cuando estuve inconsciente en la internación".

Al reaccionar, a Daniel lo fueron trayendo de a poco a su realidad. De buenas a primeras no reconoció el lugar en el que estaba, ya que lo habían trasladado al sanatorio. Recibió alimentación por sonda y recién cuando estuvo 100% libre de COVID pudo ver a su esposa y a su hermana, pilares de esos días de pesadilla y que resistieron junto a él los embates del coronavirus.

"Agradezco a Dios y a la vida que las tengo conmigo. A mis hijas, a mis amigos y compañeros de la docencia que estuvieron, están y estarán. Se preocupan por mí y no nos dejaron solos. Sus oraciones, sus buenas energías, sé que me llegaron", reflexiona.

Cómo está hoy

Daniel salió del sanatorio en silla de ruedas y tiene como secuelas la inmobilización temporaria de brazos y piernas a causa de una neuropatía crónica aguda. "Cuando estuve entubado, me colocaron Pancuronio, que es una droga que cumple esa función de inmobilizar. Como la recibí tanto tiempo, me provocó que los músculos estén atrofiados. Estoy trabajando con kinesiología y ya logré dejar la silla de ruedas y mobilizarme muy de a poco. Es un dolor muy grande pero los calmantes que tengo que tomar deben ser leves para no ser contraproducentes con el trabajo de las terapias. Mientras que el brazo izquierdo pude empezar a moverlo con torpes movimientos pero el derecho está inmobilizado por completo. Vamos saliendo de a poco pero es un trabajo lento y largo", destacó.

Afortunadamente, en kinesiología respiratoria ya avanzó muchísimo. "Hemos progresado con mi kinesiólogo. Una etapa superada", destacó.

A esta altura y después de todo lo que pasó, sólo puede estar y demostrar su agradecimiento. "Les doy gracias y les pido que se cuiden del coronavirus en San Juan. Nadie sabe cómo va a reaccionar el organismo. He perdido en este tiempo amigos y conocidos por coronavirus. Sólo genera dolor. A mi madre que vive en Jáchal hace muy poco le pude contar lo que tuve. Se iba a poner muy mal si se enteraba de cómo estaba y mi gravedad. No podría viajar ni hacer nada por lo que les pedí a mis familiares que la preservaran de esto. Con mi testimonio, sólo quiero generar conciencia y reiterarles mi pedido que se cuiden. En cuanto mi organismo esté listo, donaré plasma porque es una forma de dar vida para luchar contra esto tan duro que nos ha tocado", sentenció.

 

 

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