Retamito es un pequeño pueblo sarmientino, ubicado en las cercanías con Mendoza. Apenas 20 familias le dan vida a este lugar acogedor que con los años se ha caracterizado por la humildad y sobre todas las cosas, la unión.
Todo se hace a pulmón. Así construyeron su amada capilla, y así la volvieron a reconstruir luego de que vándalos la destrozaran para poder llevarse las pocas cosas de valor que albergaba, dos veces. Es precisamente ese empuje el que los llevó a unirse nuevamente para asegurarse de tener el líquido vital durante todo el año.
Retamito no cuenta con el servicio de agua potable, por lo que siempre se encargaron de encausar las dos vertientes con las que cuentan. "La vertiente siempre fue la fuente de agua para el pueblo. Hubo años en que se bajó su caudal y esto generó que muchas familias emigraran. La vertiente está entre las lomas y la cuneta para canalizar el agua se hace de manera manual, entre los vecinos. Siempre fue así, es un trabajo que se transmite de generación en generación", aseguró en diálogo con Diario La Provincia SJ, Susana Oro, una de las vecinas.
Cada casa tiene sus días en los que puede utilizar el agua y por supuesto se encargan de mantener las acequias limpias para que llegue a todo el pueblo e inclusive los últimos días lograron darle suministro a la capilla y ya comenzaron a ponerle sus primeras plantitas.
Más allá del trabajo artesanal que requiere un continuo mantenimiento, el problema es que con las lluvias, la creciente borra la cuneta en un tramo y las viviendas se quedan sin suministro. Es por ello que desde hace más de un año trabajan en otra obra para que esto no suceda.
"Tenemos dos vertientes una en el sur y otra en el norte, en la primera es en la que se está trabajando porque la del norte trae muy poca agua y por lo tanto llega a pocas casas, ni siquiera llega hasta la escuela. La cuneta en un trayecto tiene más o menos un metro y medio de profundidad que se hace a mano. Son más o menos 300 metros que hay que reforzar, por eso decidimos canalizarlo con la mayor economía que se podía", agregó Susana.
Fue así como comenzaron a recolectar tachos de pintura de 20 litros y con un nuevo trabajo artesanal se inició todo. "Se defondan y se sellan con cintas que reciclamos; son cintas con las que embalan los pallets que cuando le aplicamos calor, se funde el plástico y los tachos quedan unidos", relató sobre la primera parte del proceso.
Después queda cavar, tapar el cauce para poder hacer la instalación y ubicar las "cañerías" improvisadas. Así ya han logrado fortificar 130 metros y quedan pendientes otros 180. "Es un trabajo muy fuerte, pero nos ha dado agua este verano a todos los vecinos. Es algo que hacemos entre todos, porque hemos pedido ayuda pero nos dijeron que no podían entrar las máquinas. Así que entre cinco y seis hombres cavaban y las mujeres llevábamos comida. Es muy cooperativo porque es lejos del pueblo aproximadamente a 5 kilómetros hacia la loma".
Están lejos de las comodidades de la ciudad, pero viven en una tranquilidad absoluta y sobre todo conocen el verdadero significado de la palabra vecindad.