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Monseñor Lozano: "Hay niños que sufren por ser niños"

El arzobispo de San Juan de Cuyo publicó su columna dominical, esta vez, con una reflexión sobre el Día del Niño. Leé el texto completo.
domingo, 19 de agosto de 2018 11:39
domingo, 19 de agosto de 2018 11:39

Niños que sufren por ser niños


Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social

 

Hay días que son propicios para algo particular. Nos evocan recuerdos, situaciones, momentos que atesoramos de manera especial. Las memorias de la infancia quedan grabadas, a veces tapadas y escondidas hasta que una chispa las vuelve a encender y arden hasta bañar de paz o alterar llenándonos de ira.

Día del niño. De los niños. ¿De cuáles? De todos. De los que juegan en la escuela, de los que disfrutan la casa y sus entornos, los de la placita o el potrero, de los que sonríen y lloran para atesorar heridas que ayudan a crecer. Los grupos de amigos que sueñan aventuras y se dejan llevar por fantasías.

Hay cosas que en esta etapa no pueden esperar. Son Derechos con mayúsculas y todas las letras. La salud, el cariño, la estimulación que alienta y muestra desafíos, el cariño que ayuda al desarrollo de potencialidades.

Sabemos que existen otros niños a los que les roban presente y futuro. Que repiten algunos años en la escuela y repiten marginación. La sociedad reincide en exclusión, en descarte, en inequidad. Niños que son actores secundarios de la película de su propia vida triste.

¿Te acordás la consigna “las mujeres y los niños primero”? ¿Qué significa? Atender prioritariamente a quienes necesitan cuidado especial. En nuestro medio las mujeres están a cargo del 40% de los hogares y, por lo general,  los más pobres. Y el 60% de los niños nacen bajo la línea de pobreza. Una línea que para muchos será un muro que no cruzarán y otros lo lograrán con dificultad. Historias de desgracias y carencias de diverso orden.

Algunos escuchan palabras que ofenden, lastiman, hieren. “Para qué te habré parido”, “¡sos un burro, nunca vas a aprender!”, “¡sos peor que tu padre! No existís”. Los sentimientos frágiles de los pequeños se van moldeando con arte y ternura, o dejan huellas que lastiman con torpeza y desamor. ¿Te acordás aquella expresión de la Biblia: “quien siembra vientos recoge tempestades” (Oseas 8, 7)”? Niños solos sin que nadie les revise el cuaderno, les miren la cabeza, o si llevan ropa limpia. Adultos ocupados en su mundo autorreferencial y consumista, o que sólo buscan “pasarlo bien” sin hacerse cargo de sus hijos.

Hace poco veíamos noticias de niños que eran separados de sus familias al cruzar la frontera de los Estados Unidos. Una dura manera de empezar una nueva etapa en sus vidas. Llegar a un país extraño sin comprender lo que pasa y te arrancan de lo único seguro en ese mundo hostil.

Acerca de la realidad de la migración Francisco nos ha dejado unas cuantas enseñanzas. En el mensaje de la Jornada Mundial de la Paz 2015: “No esclavos, sino hermanos”, nos dice que hoy “a pesar de que la comunidad internacional ha adoptado diversos acuerdos para poner fin a la esclavitud en todas sus formas, y ha dispuesto varias estrategias para combatir este fenómeno, todavía hay millones de personas –niños, hombres y mujeres de todas las edades– privados de su libertad y obligados a vivir en condiciones similares a la esclavitud” (nº 3)”. “Pienso en las personas obligadas a ejercer la prostitución, entre las que hay muchos menores, y en los esclavos y esclavas sexuales; en las mujeres obligadas a casarse, en aquellas que son vendidas con vistas al matrimonio o en las entregadas en sucesión, a un familiar después de la muerte de su marido, sin tener el derecho de dar o no su consentimiento.”

“No puedo dejar de pensar en los niños y adultos que son víctimas del tráfico y comercialización para la extracción de órganos, para ser reclutados como soldados, para la mendicidad, para actividades ilegales como la producción o venta de drogas, o para formas encubiertas de adopción internacional.” (Íd.)

Cómo duelen los “niños de la guerra”, reclutados para matar y morir en un abrir y cerrar de ojos.

Hay palabras que son muy buenas en sí cada una por separado, pero hay que evitar que se junten: trabajo infantil. Un signo y expresión de la inequidad y la voracidad consumista.

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