Un local que muestra como ningun otro, la importancia del paso del tiempo. Agujas y números en todas las paredes, relojes de péndulos que anuncian firmes la hora. Y en el medio de todo eso, él, Don Rogelio Fernández, dueño de la emblemática relojería Tic Tac, con un café y el diario de regalo leído completo, atento con los clientes y con él mismo también, de traje, como se lo conoce desde siempre, y su mejor sonrisa frente a la puerta.
"La relojería fue fundada el 1 de abril de 1942 por mi padre Don Rogelio en asociación con Caputto, un viejo amigo que lo ayudó a financiar el comercio. Aunque la casa nunca sufrió variación en su nombre, quedándose como Relojería Tic Tac", comenzó a relatar Rogelio Fernández, heredero y dueño de Tic Tac a Diario La Provincia.
En ese contexto Rogelio hijo tenía 13 años y habiéndose criado en medio del paso del tiempo, a su corta edad comenzó a trabajar como cadete de cobranza de la relojería, para aquellos clientes rezagados con el pago.
“Yo recuerdo que tenía una bicicleta, mi padre me llevaba hasta Rivadavia y General Acha y ahí comenzaba mi turno. En la mañana iba a la escuela nacional que en aquel momento era solo una escuela de hombres, en la siesta hacía de cadete en la bici y en la tarde venía a la relojería”, contó Rogelio.
Más tarde, y con más experiencia en el tema de relojes y negocios, Rogelio de 23 años, arriba de una motoneta y con campera de cuero, estaba de novio con la chica “más linda” y con la que a él le gustaba.
“Yo quería una casa, y me inscribí en el IPV cuando entregaban casillas de cartón prensado. Pero para poder recibirla debía estar casado, hablé con mi padre y organizamos todo. Mi esposa se enteró que nos casábamos 35 días antes. Ella era profesora de corte y confección, como las gringas de antes”, recordó con una gran sonrisa.
También agregó que “el 1 de abril era su cumple, yo había hablado con mi padre y él era el único que sabía. Organizamos una fiesta sorpresa con amigos y familiares, cuando mi novia en aquel entonces llegó, mi papá le regaló un anillo de brillantes, que significaba “Promesa de casamiento”. Ella seguía sin entender nada, entonces tomé la palabra y le pedí la palabra y le pedí matrimonio. Nos casamos el 7 de mayo de ese mismo año, estuvimos juntos más de 40 años. Hace 4 falleció, yo todavía me acuesto en la cama y busco sus pies para dormir”.
A a izquierda Rogelio Fernández, al medio el ex gobernador de San Juan, Carlos Enrique Gómez Centurión. A la derecha su fallecida esposa.
Pero su vida siguió, el tiempo a su alrededor sigue corriendo y Rogelio sigue apostando a él, como lo hizo su padre. Con varias amenazas de cierre, entendió que a esta altura de la vida, el tiempo es su vida y lo que le queda.
“La primera vez que pensé en vender todo y cerrar fue cuando falleció mi esposa, estuve un tiempo con la cabeza un poco perdida, pero decidí seguir. Luego intenté hacerlo de nuevo debido a la incansable cantidad de veces que entraron a robarme, pero esto ya no es solo mío, tengo tres hijos y ellos también forman parte”.
“Sí, voy a seguir hasta que no esté más. Mi vida es esta, y la llevo reconociendo a todas aquellas personas que se ganan la vida y luchan por sus ideales. El otro día fui a conocer a Nicanor, el nene que tiene una escuela en su casa. Le regalé un reloj para él y otro para la escuela, ¡Qué emoción más grande!, lo abracé y lloramos juntos", se sinceró Rogelio.
Y en medio de la casa llena de clientes, los relojes que marcaban la hora, un café caliente y la compañía de un compañero de trabajo, Rogelio decidió que su comercio era su lugar, y que de ahí no se va más. "Cuando yo no esté, mis hijos sabrán qué hacer con esto, pero yo aquí me quedo", finalizó firme y como buen taurino "testarudo también".
