Historia

Jorge Gargiulo, el sanjuanino que pone su corazón al servicio de los trasplantados

Hace tres años recibió el regalo de un ángel donante, y con su nuevo corazón, forma parte de diversas asociaciones para ayudar a los que están pasando por lo mismo que le tocó a él.
domingo, 18 de noviembre de 2018 21:45
domingo, 18 de noviembre de 2018 21:45

Estamos acostumbrados a asociar al corazón como a ese órgano emanador de sentimientos y al mismo tiempo tan frágil que una decepción amorosa lo puede romper.  Hace tres años, el corazón de Jorge Gargiulo, un bromatólogo sanjuanino, dejó de funcionar y no fue por una desilusión. Sin embargo, tuvo que pasar por una cirugía que le cambiaría la vida: un trasplante de corazón.


 “El 2015 fue un año muy complicado, de mucho laburo, muy descuidado en los horarios de alimentación. Trabajaba en una fábrica diariamente 16 horas, me pasaba las noches trabajando. Soy bromatólogo, y cuando es fecha de cosecha se trabaja sin horario. Empecé a engordar, se me hinchaban las piernas, estaba cansado, no dormía bien, tenía problemas respiratorios, vivía resfriado. Mi esposa me empieza a insistir mucho para que me hiciera ver y termino yendo al médico. En un primer momento me empezaron a tratar como si fuese asma, me indicaron unos estudios, y por milagro me mandaron a sacarme una placa al Hospital Privado. No me sentía bien y mi señora insistía en que me viera un médico. Solo por que no me molestara más accedí. Fue así como me revisan y quedé directamente internado”, relató a Diario La Provincia


 Resultó que no estaba gordo, tenía edema. El corazón ya no movía el agua en su cuerpo, y no era un problema respiratorio, tenía el 30% de sus pulmones llenos de agua. “Mi corazón no daba más. Les debo mi vida al doctor Coria y al doctor Azcona, que son los encargados de la Unidad Coronaria del Hospital Privado. Ahora puedo decir que son amigos. Me dejaron internado ese día, después me entero que era porque no pensaban que lo fuese a pasar. No se explicaban cómo había llegado al Sanatorio. Mi cuadro era como para que me hubiese muerto 15 días atrás. Estuve en terapia intensiva y me sacaron adelante. Ahí me nombraron sutilmente la posibilidad del trasplante pero yo no lo quería aceptar. Azcona me decía que con medicamentos podía llegar a zafar y me aferré a eso. Pero me mandaron a hacerme unos estudios, en el Hospital Italiano de Buenos Aires, oh casualidad, en donde me terminaron haciendo el trasplante”, recordó Jorge.


Los médicos no fueron los únicos héroes en esta historia. “Me dijeron que el ecógrafo acá no funcionaba y que necesitaban un estudio para completar el diagnóstico. En realidad, me estaban mandando para que me internaran. En este interin en el que yo tenía que hacer todos los trámites, me dieron el alta pero no me dejaron laburar. El viernes 30 de mayo en la madrugada, me da muerte súbita en mi casa y esa fue la segunda vez que me salvó mi esposa al hacerme RCP. Llegó una ambulancia y me llevó directamente a la Terapia Intensiva del Privado. En una semana me muero aproximadamente unas 8 veces más. Mi familia se movilizó completa para darme una mano. Como anécdota la gente de ahí me decía que era un paciente complicado pero fácil, porque ya conocía la sensación previa así que les avisaba cuando estaba muriendo”.        

   

Hospital Italiano de Buenos Aires en donde Jorge recibió su trasplante.


Logró estabilizarse e inmediatamente comenzaron los trámites para trasladarlo hasta Buenos Aires para esperar la llegada de un nuevo corazón. “El 12 de junio me mandan con vuelo sanitario al Hospital Italiano. No tengo forma de describir al equipo, por cómo se brindan. El 27 de junio entré en la lista de emergencia del INCUCAI, hay tres categorías. Eso de que estás primero, segundo o tercero no existe, vos tenés categorías. Ambulatorio que es la persona que necesita un trasplante pero puede hacer vida normal, te dan un viper por el que te avisan que hay un donante e inmediatamente tenés que irte a internar. Después están los de urgencias, que era mi caso, no podés hacer tu vida normal en la calle, tenés que estar internado, pero no necesitás una asistencia extra para seguir viviendo; en la última categoría están los de emergencia  que necesitan algún tipo de ayuda como puede ser de un respirador”, explicó sobre el procedimiento.

Llegó el gran día
Instalado en el Hospital Italiano, Jorge estaba rodeado de cables a la espera de su corazón. “Yo estaba en una habitación con baño, pero para poder ir a hacer pis necesitaba pedir asistencia porque me podía morir. El hecho de pararme o de hacer fuerza podía significar mi muerte. En la madrugada del 17 de julio me avisan que había un operativo de trasplante para mí. Yo sabía que era un tipo de corazón grande pero ese día lo comprobé (ríe), es que tenía el corazón un 30% más grande de lo normal, por qué no se sabe”.


A partir de ese momento, volvió a vivir. “Después del trasplante comenzó de nuevo mi vida, volví a nacer. Alrededor del 5 de agosto me dieron el alta definitiva, y acá estoy, bien. Cada 6 meses me hago estudios en Buenos Aires. Me hacen todo tipo de estudios, incluso algunos muy invasivos como meterse por la aorta y sacarte un pedacito de corazón para ver si hay rechazo,  hasta meterse con una sonda desde la muñeca hasta el corazón, o una simple ecografía. Tengo medicación, que mantiene mis defensas lo suficientemente altas como para que un resfrío no me mate, pero lo suficientemente bajas como para que no rechace al corazón. Tengo un ADN distinto al de mi cuerpo, entonces mi cuerpo lo quiere combatir, no lo reconoce”.

Corazón de más 
Una vez recuperado, decidió compartir su experiencia con quienes estaban por pasar por un momento similar. “Después de un tiempo comencé a laburar con gente de INCUCAI, con trasplantados que nos conocimos en el Hospital. Cuando viajo a Buenos Aires a hacerme estudios una cosa que siempre hago es ir a hablar con los que están internados, porque sé que te pasan 20 millones de cosas por la cabeza.  . Creo que la semana previa es la peor, porque te ponés a pensar que se tiene que morir alguien para que vos vivas, se te mezcla lo filosófico, religioso, moral y llegás hasta rogar que haya muchos accidentes. Es un torbellino de cosas que te pasan por la cabeza, por eso es tan necesaria la asistencia. A veces pensás que para qué operarte, si no vas a salir, o no vas a tener una buena vida porque pensás que tenés que vivir en una cajita de cristal, por eso está bueno hablar con alguien que ya salió y que lleva una vida absolutamente normal. Siempre digo que mi problema no es el motor, es el chasis, porque tengo 43 y mi corazón 30 porque mi donante era más de 10 años más chico”, comentó divertido.

 

Jorge decidió ayudar a quienes estaban pasando por la misma situación que él había afrontado a través de la asociación Continuar Vidas.

“En las elecciones del 2016 comenzó una movida para que el INCUCAI estuviese en las mesas electorales para que la gente que quisiera manifestara su decisión de ser donante. Fue así como me puse en contacto con la Fundación Continuar Vida y comencé a trabajar con ellos. Más que nada me encargo de las charlas de difusión. Con el cambio de la ley, estamos también contando a la gente de qué se trata. En algún momento se la malinterpretó porque la gente pensaba que obligatoriamente te ibas a morir y venían unos martilleros a desarmarte”, desmintió. 


Ante la falta de un marco de contención, es que en muchos voluntarios creció la necesidad de formar una organización que pudiese ayudar con el después de la operación. “En San Juan se está armando el Concejo Asesor de Pacientes  (C.A.P.). Como trasplantado te puedo decir que estoy muy bien, pero no consigo laburo, me tuve que armar solo. Porque la gente piensa que voy a ser un dolor de cabeza, cuando en realidad yo estoy más controlado que cualquiera. Mi corazón está nuevito, y me hago un chequeo general y exhaustivo cada 6 meses. Si voy a un dermatólogo y tengo una manchita me va a hacer hasta el último estudio para asegurarse de que esté bien”. 

Su vida continúa feliz de la mano de su esposa e hijos.


Uno de los mayores problemas que enfrentan los trasplantados es el conseguir un trabajo. “Obviamente la gente no te dice que no te contrata por trasplantado, te dice que no contratan a los que se llaman “Jorge” (ríe).  Ahora estoy en la gloria porque hay un millón de cosas nuevas que han aparecido, pero hace 30 años atrás los trasplantados la pasaban mal.  Por eso, era necesario armar alguna entidad para el después del trasplante. El INCUCAI tenía armado la parte previa para estabilizarte, el durante y cuando llegabas a la calle te encontrabas con esta realidad dura. Ahora en San Juan estamos armando esto a nivel local, somos cinco fundaciones junto con INAISA (representante de INCUCAI en la provincia).  Hay que mostrarle al que lo está pasando mal, que eso dura unas semanas, pero que después va vivir normalmente”, sentenció.  

Tenía un corazón demasiado grande para su cuerpo, y hoy pese a que ya no lo tiene más, continúa su labor social porque sabe que una parte de él pertenece a un ángel donante.

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