Monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, llamó a la reflexión en la Jornada Nacional del Enfermo y destacó la importancia de saber acompañarlo a él y su familia.
Este es su mensaje completo:
"Hay muchas situaciones que nos permanecen casi escondidas, hasta el momento en el que se nos manifiestan de modo cercano. Por ejemplo, cuando en la familia nos enteramos de que hay una embarazada, empezamos a ver mujeres en estado de gravidez por todos lados, cuando empezamos a utilizar lentes percibimos que son muchas las personas con esa necesidad. Así también en el momento en que alguien muy cercano en el afecto tiene la salud deteriorada y necesita internación nos adentramos en un mundo muy amplio y en ocasiones desconocido.
La Iglesia en la Argentina celebra cada segundo domingo del mes de noviembre la Jornada Nacional del Enfermo. De esta manera queremos visibilizar y acompañar especialmente a nuestros hermanos que tienen la salud deteriorada, a sus familias, sus seres queridos, los que se dedican a cuidarlos. Queremos sensibilizarnos con todos ellos como Pueblo de Dios según el mensaje de Jesús.
Los enfermos no son un cuerpo que se traslada de un lugar a otro, ni un número de historia clínica. Ellos son personas con dignidad y derechos. Te aliento a pensar en varias situaciones, lamentablemente comunes. Personas que están solas por días y semanas porque están internadas lejos de su pueblo y sus amigos. He visitado en hospitales gente que su casa está a más de 100 kilómetros de distancia, y con el costo de los pasajes y el alojamiento, hace muy difícil la visita y acompañamiento de la familia. Otros tienen dificultades administrativas y esperan por días, semanas, meses que les autoricen algún tratamiento de la propia Obra Social con trámites engorrosos. Soledad, pobreza, dolor físico, incertidumbres, son componentes combinados que generan angustias y desamparo.
Miremos también a las familias de los pacientes. Algunos duermen sentados junto a la cama del enfermo durante varias noches, o en el hall del hospital o la terminal de ómnibus. No tienen lugares amigables para higiene, ropa limpia, comida para sostener un ritmo intenso cotidianamente. Muchas veces no cuentan con información clínica frecuente y en lenguaje accesible. ¿Hasta cuándo estará internado? ¿Qué tratamiento deberá seguir? Incertidumbres que también derraman angustias y desamparo.
Algo semejante sucede a quienes están en hogares de ancianos, abandonados y sin cuidados adecuados, con visitas cada vez más espaciadas.
En estos lugares de dolor aparecen manos de ternura y corazones amplios que dan cabida a muchos hermanos llevando el consuelo de la compañía, la fortaleza que brinda la oración, la paz de la presencia. Una manera concreta de amparo y contención en las noches de soledad. Ellos son los voluntarios de la Pastoral de la Salud, hombres y mujeres que dedican horas y afecto. Algunos son miembros de Movimientos apostólicos, otros son religiosas y religiosos, Capellanes… Recemos por ellos, para que superen el desaliento, las dificultades, los desafíos… Tengamos una palabra también acerca del personal de la salud que no se deja vencer por la costumbre y la rutina. Unos cuantos que con pocos recursos hacen maravillas.
Todos reconocemos que necesitamos más personas que escuchen el llamado de Jesús a visitarlo y servirlo en los hermanos enfermos. Esta Jornada es una buena ocasión para dar a conocer la Pastoral de la Salud y su tarea, y dar gracias a Dios por tanta generosidad escondida.
El papa Francisco ha dedicado un mensaje para esta Jornada. Te comparto algunos párrafos que nos acompañan y motivan la oración.
“La Iglesia debe servir siempre a los enfermos y a los que cuidan de ellos con renovado vigor, en fidelidad al mandato del Señor (cf. Lc 9,2-6; Mt 10,1-8; Mc 6,7-13), siguiendo el ejemplo muy elocuente de su Fundador y Maestro.”
“Este año, el tema de la Jornada del Enfermo se inspira en las palabras que Jesús, desde la cruz, dirige a su madre María y a Juan: «Ahí tienes a tu hijo… Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa» (Jn 19,26-27).”
“Esta vocación materna de la Iglesia hacia los necesitados y los enfermos se ha concretado, en su historia bimilenaria, en una rica serie de iniciativas en favor de los enfermos. En todas partes trata de cuidar, incluso cuando no puede sanar. La imagen de la Iglesia como un «hospital de campaña», que acoge a todos los heridos por la vida, es una realidad muy concreta, porque en algunas partes del mundo, sólo los hospitales de los misioneros y las diócesis brindan la atención necesaria a la población”.
“La tarea de la Iglesia, que sabe que debe mirar a los enfermos con la misma mirada llena de ternura y compasión que su Señor, responde a este don de Jesús. La pastoral de la salud sigue siendo, y siempre será, una misión necesaria y esencial que hay que vivir con renovado ímpetu tanto en las comunidades parroquiales como en los centros de atención más excelentes.”
“No podemos olvidar la ternura y la perseverancia con las que muchas familias acompañan a sus hijos, padres y familiares, enfermos crónicos o discapacitados graves. La atención brindada en la familia es un testimonio extraordinario de amor por la persona humana que hay que respaldar con un reconocimiento adecuado y con unas políticas apropiadas. Por lo tanto, médicos y enfermeros, sacerdotes, consagrados y voluntarios, familiares y todos aquellos que se comprometen en el cuidado de los enfermos, participan en esta misión eclesial. Se trata de una responsabilidad compartida que enriquece el valor del servicio diario de cada uno.”