Jorge Lozano, Arzobispo de San Juan, presidió la misa de apertura de la Asamblea de la Acción Católica que se desarrolla en San Juan hasta el lunes. Miles de integrantes de la institución coparon el estadio de Sportivo Desamparados para participar del encuentro y desarrollar diferentes actividades misioneras y de reflexión. La delegaciones que llegaron desde los diferentes parroquias del país desplegaron todo su ingenio y color para decir presente en el encuentro.
Lozano en su homilía dio la bienvenida a los peregrinos y reflexionó sobre el lema del encuentro: “Él nos amó primero”, la Acción Católica es misión con todos y para todos”. El Papa “Francisco les ha hablado con palabras de aliento marcando rumbos y consignas concretas: “Quiero una Acción Católica en el pueblo, la parroquia, en la diócesis, en el país, barrio, en la familia, en el estudio y el trabajo, en lo rural, en los ámbitos propios de la vida”, sostuvo Lozano.
“Son tiempos complejos que requieren una respuesta generosa que supere el medio pelo común. No basta con “granitos de arena”, ni con buenas intenciones. Hace falta una siembra abundante y generosa. La Misión es consecuencia del amor de Dios que envía”, dijo el arzobispo en la misa de apertura del encuentro.
Homilía de Monseñor Jorge Lozano
Desde hace varios meses que venimos trabajando con cariño para recibirles, esperando servirles de corazón.
Ustedes no han llegado como turistas aislados o como amigos ocasionales de fin de semana. Son miembros activos de comunidades de diversos lugares del país. Este es un Encuentro eclesial. Queremos ser Iglesia que deje la autorreferencialidad para mirarse en el espejo del Resucitado.
Afirmar que “Él nos amó primero” tiene por un lado una dimensión cronológica de anticipación. Pero también tiene un aspecto ontológico y existencial, en cuanto que “no hay amor mayor” porque “Él es amor”. “Él nos amó primero” (I Jn 4, 10 y 19) no es una simple constatación teórica, como describir la composición química del agua, o afirmar que la tierra gira sobre su eje y en torno al sol. Es una certeza vital que recoge la experiencia de siglos de hombres y mujeres de fe, y nos lleva a mirar la vida desde esta convicción de sabernos amados. El amor no es una abstracción, sino algo visceral, desde las entrañas.
“Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Gn 1, 26). Él nos amó primero.
“Como una madre levanta a su niño hasta sus mejillas” (Os 11, 4). Él nos amó primero.
“¡Alégrate María!, llena de gracia” (Lc 1,28). Él nos amó primero.
“El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14). Él nos amó primero.
“Yo tampoco te condeno” (Jn 8, 11). Él nos amó primero.
“Vengan a mí los que están afligidos y agobiados” (Mt 11, 28). Él nos amó primero.
“Levántate y camina” (Lc 5, 24). Él nos amó primero.
En el amor el que da el primer paso siempre es Jesús. Él toma la iniciativa. Salió a buscar a la oveja perdida, fue al encuentro de Pedro y los discípulos a orillas del lago, irrumpió en la mañana de la Pascua en medio de ellos encerrados por miedo, los envió por todo el mundo. Él siempre primero, primereando en el amor.
La fe (creer) surge y se sustenta en esta experiencia de ser amados. Así lo expresa la primera carta de San Juan: “Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él” (I Jn 4, 16).
Dios es amor (I Jn 4, 8 y 16), no idea estática sino realidad vital en movimiento.
Presencia Trinitaria: “El Padre ha enviado a su Hijo” (I Jn 4, 10 y 14) y Él (el Hijo) nos ha dado su Espíritu” (I Jn 4, 13).
La Comunión con Dios y con los hermanos es una misma realidad fruto de un mismo amor Fontal, Dios es la Fuente del amor, que habita en cada uno (los creyentes) y se expresa en la vida fraterna.
La Comunión no es voluntarismo, sino respuesta libre acompañada y sostenida por el Espíritu Santo.
La pertenencia a la Iglesia (comunión con Dios y los hermanos) no es como la adhesión a una ONG o un Club en los cuales uno se inscribe. Sino una iniciativa de Dios, una convocatoria al bautismo. Es un misterio de mutua permanencia. “Dios mora en nosotros (…) estamos con Él y Él en nosotros” (I Jn 4, 12 y 13).
Ya Jesús los había invitado a los discípulos durante la última Cena a permanecer en su amor (Jn.15, 9) para dar mucho fruto. Para superar la esterilidad hace falta que los sarmientos permanezcan unidos a la vid (Jn. 15, 5).
Ser discípulos es ser amigos (Jn 15, 15) porque Jesús nos ha revelado todo, para que nuestra alegría sea completa (Jn 15, 11 / I Jn 1, 4).
“Él nos amó primero” y nos continúa amando. Sigue derramando su Espíritu sobre nosotros. Y afirmamos con San Pablo que “la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm. 5, 5).
Por eso es tan importante esta dimensión de encuentro personal y comunitario con Cristo que nos amó primero, nos sigue amando (porque es eterno su amor) y nos llama a ser sus discípulos – amigos – misioneros – testigos.
Nuestra respuesta al amor se manifiesta en la misión.
“La Acción Católica es Misión con todos y para todos”, dice la bajada del lema de esta Asamblea.
Son tiempos complejos que requieren una respuesta generosa que supere el medio pelo común. No basta con “granitos de arena”, ni con buenas intenciones. Hace falta una siembra abundante y generosa.
La Misión es consecuencia del amor de Dios que envía.
“Como el Padre me amó, Yo los he amado”
“Como el Padre me envío Yo los envío”
“Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna”
Nos enseña Francisco en Evangelii gaudium que “la misión es una pasión por Jesús pero al mismo tiempo, una pasión por su Pueblo” (EG 268).
La palabra “Pasión” nos hace referencia al sentimiento, a algo sanguíneo. En lenguaje futbolero diríamos que es lo contario a “pecho frío” o “sangre de pato”.
El apasionado no es “calculador”, no mide la temperatura del agua para tirarse a la pileta. El seguimiento, el discipulado, comienza con una fascinación. “El Señor despertaba las aspiraciones profundas de sus discípulos y los atraía a sí llenos de asombro. El seguimiento es fruto de una fascinación que responde al deseo de realización humana, al deseo de vida plena. El discípulo es alguien apasionado por Cristo, a quien reconoce como el maestro que lo conduce y acompaña.” (DA 277).
Los santos nos han compartido sus experiencias espirituales, y sabemos que la vida cristiana no es un continuo ascenso de experiencias sensibles o místicas.
Los obispos en Aparecida nos alientan “para que redescubramos la belleza y la alegría de ser cristianos” (DA 14). Estamos llamados a ser discípulos misioneros “que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo. No tenemos otro tesoro que éste. No tenemos otra dicha ni otra prioridad que ser instrumentos del Espíritu de Dios, en Iglesia, para que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado a todos” (DA 14).
Para todo cristiano es así. Y para ustedes de manera particular: “La misión no es una tarea entre tantas en la Acción Católica, sino que es la tarea-salir en misión. La Acción Católica tiene el carisma de llevar adelante la pastoral de la Iglesia. Si la misión no es su fuerza distintiva la Acción Católica se desvirtúa y pierde su razón de ser”. (Francisco, 27 de abril 2017)
…Con todos…
Esto expresa la dimensión de comunión eclesial que no deja a nadie afuera.
Mira a los vínculos que nos unen en la comunidad cristiana. Son vínculos que nos remiten al mismo Dios amor que nos amó primero.
El llamado a la fe es convocatoria al discipulado misionero (DA 156).
Nos enseña el Concilio Vaticano II que “fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente” (LG 9).
El apostolado de ustedes se desarrolla en el contexto de la Iglesia comunión. No es una vocación que va por fuera de la Iglesia o por carriles paralelos. Por eso Francisco nos enseña que “la Parroquia no es una estructura caduca (…) Esto supone que realmente esté en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no se convierta en una prolija estructura separada de la vida de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos”. (EG 28)
La parroquia es parte de la diócesis y no se comprende adecuadamente sin esta vinculación y pertenencia. No es un feudo o una isla. Y también debemos decir que la diócesis no es el fruto de una Federación de parroquias y movimientos: “Es la Iglesia encarnada en un espacio determinado, provista de todos los medios de salvación dados por Cristo, pero con un rostro local” (EG 30).
Y es fundamental reafirmar esta mirada, ya que “el carisma de la Acción Católica es el carisma de la misma Iglesia encarnada entrañablemente en el hoy y en el aquí de cada Iglesia diocesana que discierne en contemplación y mirada atenta la vida de su pueblo, y busca renovados caminos de evangelización y de misión desde las distintas realidades parroquiales”. (Francisco, Discurso a los participantes en el Congreso del Foro Internacional de Acción Católica, 27 de abril 2017)
Hace casi dos años, comenzando a ordenar las cosas de mi escritorio para mudarme a San Juan volví a tener en mis manos los dos escudos de mi oficialización. El verde que recibí siendo Aspirante, y el azul como joven en la Acción Católica de la Parroquia de mi Barrio. Allí aprendí a amar la Iglesia con rostro Diocesano. ¡No nos dejemos robar la pertenencia al Pueblo que nos vio nacer, y la Iglesia concreta que nos alimentó con ternura de Madre!
…y para todos.
La misión nos ubica de cara a todos los que nos son confiados. El llamado de Jesús sigue siendo “navegar mar adentro” (Lc. 5,4) dejando la seguridad y el cobijo de la orilla. Francisco insiste en tener presente las periferias geográficas y existenciales realizando una opción preferencial por ellas. ¿Quiénes se sienten lejos? ¿Quiénes están heridos o enojados con la Iglesia? ¿Quiénes necesitan más del consuelo de Dios?
El amor de Dios, del cual somos testigos, no deja afuera a nadie, quiere abrazar a todos. Especialmente a los pobres, los descartados de esta sociedad. Nos advierte el Santo Padre que “a veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás” (EG 270).
“La Acción Católica tiene que ofrecer a la Iglesia diocesana un laicado maduro que sirva con disponibilidad a los proyectos pastorales de cada lugar como un modo de realizar su vocación. Necesitan encarnarse concretamente.” (Francisco, 27 de abril 2017)
En este sentido es un gran aporte la identidad de ustedes, pues “La Acción Católica tiene que asumir la totalidad de la misión de la Iglesia en generosa pertenencia a la Iglesia diocesana desde la Parroquia”. (Francisco, 27 de abril 2017)
Conclusión
El Papa Francisco les ha hablado con palabras de aliento marcando rumbos y consignas concretas: “Quiero una Acción Católica en el pueblo, la parroquia, en la diócesis, en el país, barrio, en la familia, en el estudio y el trabajo, en lo rural, en los ámbitos propios de la vida. En estos nuevos areópagos es donde se toman decisiones y se construye la cultura”. (Francisco, 27 de abril de 2017)
Por eso “La Acción Católica no puede estar en un laboratorio, no puede estar lejos del pueblo, sino que sale del pueblo y tiene que estar en medio del pueblo”. (Francisco, 27 de abril de 2017) La cercanía nos ayuda ser servidores unos de otros por amor y a irradiar la presencia del Señor en medio nuestro.
Queridos miembros de la Acción Católica: “¡Vayan y alcancen todas las periferias! Vayan, y allí sean Iglesia, con la fuerza del Espíritu Santo”. (Francisco, 30 de abril de 2017)
La Virgen María partió y fue sin demora al encuentro con su prima Isabel para comunicarle la alegría de la salvación. Ella les acompaña con ternura de Madre en este tiempo de Gracia