Historia

Sebastián, un deportista que demuestra que las discapacidades motoras no son una barrera para la felicidad

Era un hombre sumamente activo y a los 36 años sufrió un accidente haciendo motocross que lo dejó en silla de ruedas. Hoy compite en distintos desafíos desde bicicleta, cross country y hasta en un pentatlón. Conocé esta historia de autosuperación y valentía.
domingo, 24 de abril de 2016 20:18
domingo, 24 de abril de 2016 20:18
A fines de mayo van a ser cinco años desde que el conocido deportista Sebastián Fernández de Cieza sufrió un accidente que le costó la movilidad de sus miembro inferiores. Hoy, con una vida totalmente adaptada a su realidad y en medio de las decenas de competencias deportivas en las que participa, dialogó con Diario La Provincia para contar su experiencia. 

"No muevo ni siento desde la mitad de la espalda hacia abajo, desde donde empieza la panza. Estaba corriendo motocross, salté mal, caí y me quebré. Fue como si me hubiese tirado a una pileta sin agua. No sabía de que se trataba este mundo de la discapacidad, no sabía lo que era una silla de ruedas. Me accidenté acá en San Juan y estuve aproximadamente un mes entre terapia intensiva, intermedia y común. Cuando me dieron el alta me interné cinco meses en Córdoba. Al principio creíamos que era una rehabilitación, pero en realidad me enseñaban a aprender a vivir de otra manera", comenzó relatando.
 
Sebastián en su trabajo para la Municipalidad de la Capital.


Vivir de otra manera implicaba reaprender desde las cosas más sencillas. "Me enseñaron a comer, a vestirme, a bañarme a andar en la calle, a subirme a un auto. Partí primero de agarrar una pelota de tenis con una mano y pasarla a la otra, cosas tan sencillas, pero me quebré tres vértebras, cinco costillas, una lesión en el ojo y todo era difícil. Estaba una hora pasando la pelotita, y era una actividad sumamente difícil. Después de haber ido tantos años al gimnasio, natación, correr en moto y tantas cosas, hacer esa actividad daba bronca. Me enseñaron a vestirme, tenía 36 años, imaginate cuántas veces me había vestido en mi vida. También me enseñaron de nuevo a bañarme. Me compré un pantalón corto para poder ir al baño y que una terapista me enseñara a bañarme". 

Pero los meses fueron pasando y poco a poco logró ir recuperando habilidades. "Así fui avanzando, hasta a salir a la calle en silla de ruedas que es algo que sigo aprendiendo, subir cordones e incluso subir y bajar por las rampas que tiene su técnica. Después les dije que yo tenía camioneta, que tiene una altura mucho mayor que un auto, así que un vecino nos prestó la suya para poder practicar subirme. También aprendí a cambiar una rueda, porque sabía que iba a volver a San Juan y si se me pinchaba una goma le iba a tener que dar solución. Los tres primeros meses estuve con compañía, pero los dos segundos me di cuenta de que iba a venir a San Juan a tener una vida nueva, pero normal, y no iba a tener un enfermero al lado. Por eso pedí estar solo en mi habitación. Por reloj tardaba unos quince minutos en subirme a la cama, y por ahí me subía y me daba cuenta de que había dejado la luz prendida. Así que tenía otros quince minutos para bajarme, un segundo para ir a apagar la luz, y de nuevo otros quince para subirme. Como esa, hubo miles de cosas que me enseñaron que antes de hacer algo me tenía que anticipar a lo siguiente".

Tras cinco meses de estar recuperándose en una clínica en Córdoba, regresó a la provincia. "Cuando volví lo primero que hice fue a andar de moto, porque me fui resongando por ellas, pero en la clínica me di cuenta de que no tenían nada que ver. Había gente que estaba en mis condiciones o peor solo porque había estado paseando en bicicleta. A mi casa no la adapté porque justamente fue eso lo que me enseñaron en Córdoba, yo me adapté a ella, de esa manera puedo ir a cualquier lado y por ejemplo utilizar el baño. También tengo un auto con embrague y todo, pero con un sistema para apretar freno y acelerador con las manos", contó. 

La importancia del deporte
Antes del accidente, Sebastián era un hombre muy activo, y al volver siguió siéndolo. "Toda la vida había hecho mucho deporte, pero después de esto encontré aparte de la satisfacción de lograr cosas y cumplir objetivos, una ayuda en la rehabilitación que tengo que hacer de por vida. Todos los deportes que hago ahora los hacía antes, tenis, natación, gimnasio, bicicleta, troto (que se cambia por una silla de maratón), buceo (soy buzo acreditado), sigo corriendo en cuatriciclos, hago sky en nieve y en agua", aseguró orgulloso.
 
 

"En noviembre corrí el pentatlón que se hizo acá y que consta de cinco disciplinas que hice solo en una categoría individual. Comenzó por natación, luego cuatriciclo, luego kayak, bicicleta y al final pedestrismo. Fueron casi 7 horas de carreras. También corrí la maratón de los 21K, hice una hora más que el primero lo que para mí fue un logro. Ya no miro las competencias con un otro sino conmigo mismo".
 
 


La vida sigue
Diariamente, trabaja en la parte de recolección automatizada de residuos, de la Municipalidad de la Capital. "Busqué algo para ocupar mi tiempo y para sentirme vivo. Realmente, cuando me accidenté lo primero que quería hacer era matarme. No quería vivir así. Y después cuando me di cuenta de que no me podía matar, dije que tenía que vivir de la mejor manera, y en eso estoy. Aprovecho el día a día".
 
 


"Ir al centro a hacer un trámite la gente me mira cómo llego, me bajo, voy, vuelvo, sin pedirle ayuda a nadie. Esas cosas sirven porque es como una obligación que tenemos quienes padecemos una lesión medular o tenemos algún tipo de discapacidad, el mostrar que uno sigue viviendo. La imagen que yo tenía de una persona discapacitada, era de alguien que estaba sentado en una vereda mirando los autos que pasaban. Me he dado cuenta de que no, de que sigo viviendo y si bien tengo limitaciones a la hora de moverme, lo sigo haciendo. Quiero que la gente al verme, tome conciencia de no estacionarse en un lugar para discapacitados, ni tapar una rampa".

La vida sigue para todos, y también para su pequeño que puede disfrutar de un padre que realiza las mismas actividades que cualquiera de los papás de sus compañeritos. "Tengo un hijo y estoy muy dedicado a su crianza. Lo llevo a la escuela, lo busco, lo llevo a deportes, le enseñé a andar en bicicleta a subirse al techo de la casa y noto que tiene confianza en mí aún estando en silla de ruedas. Los chicos aprenden mucho y lo toman muy natural. Sus amigos no ven a una persona en silla de ruedas como una persona enferma sino como algo natural", sentenció Sebastián.
 
 




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