Historias de un gigante

Lebi Montaño, un trabajador que forjó con sus manos 30 años de la historia del ferrocarril

Lebi Montaño tenía apenas 18 años cuando ingresó a trabajar en los ferrocarriles. Hoy tiene 72, y a más de dos décadas de la desaparición de los trenes, los recuerda con mucho cariño.
lunes, 25 de mayo de 2015 09:00
lunes, 25 de mayo de 2015 09:00
En marzo de 1993 partió el último tren desde San Juan con destino a Buenos Aires, y desde ese entonces, la vida de muchas personas dio un gran vuelco. Hoy, con la vieja Estación San Martín remozada y convertida en Centro Cultural, y con los saqueos de rieles y durmientes, cuesta vislumbrar aquella gigante obra. Sin embargo, todos los detalles están guardados en la memoria de aquellos que le dieron vida al ferrocarril.

Lebi Montaño tenía apenas 18 años cuando ingresó a trabajar y realizó las labores más duras hasta casi el final. Hoy tiene 72 años, y a más de dos décadas de la desaparición de los trenes, los recuerda con mucho cariño. Oriundo de Rodeo (Iglesia), vino hasta la capital sanjuanina por necesidad, y encontró uno de los más sacrificados trabajos de la época.  "Los primeros 25 años me desempeñé en las cuadrillas de vías. Mi tarea básicamente era reparar las vías, cambiar durmientes, rieles, y lograr que todos quedaran parejitos. En esa época no había muchas máquinas. Cargábamos el ripio con pala, transportábamos por lo menos seis metros diarios. A veces la ripiera estaba cerca, pero otras teníamos que caminar como cuatro o cinco metros para tirar la palada. Era un trabajo bastante duro, y nos íbamos el domingo a la tarde y volvíamos el sábado”, contó a Diario La Provincia.

Anécdotas, tiene miles. Sin embargo, cuando vuelve a esos tiempos, lo primero que le viene a la mente es la palabra sacrificio. "A lo mejor estábamos durmiendo, pero si había una creciente nos levantaban para arreglar la vía. Trabajábamos hasta 14 o 15 horas, era muy sacrificado. Después empezaron a traer máquinas pero antes era muy artesanal, todo se hacía a pala y pico. Igualmente, fue una vida linda porque por lo menos yo tenía trabajo seguro en un San Juan en el que había mucha desocupación”, agregó.

Calcula haber estado en las vías, por lo menos, 23 años. Estación San Martín, Carpintería, la Ullera, Jocolí, Capdevilla y Ramblón (cerca de San Carlos), son las paradas en las que más tiempo recuerda haber pasado. "Depende de en qué estación nos tocaba era en donde vivíamos. En Carpintería teníamos módulos, eran unas casillitas de chapa para 4 personas.  En la Ullera habían acondicionado vagones que ya dejaban de circular para carga. En esos vivíamos 8 trabajadores por vagón. Más adelante acondicionaron los vagones de pasajeros que sacaban de circulación. Ahí lo pasábamos un poco mejor porque por lo menos teníamos donde bañarnos”, recordó Lebi.

El ascenso
Pasando los 40 años volvió al lugar en donde comenzó, la Estación San Martín. Allí consiguió un puesto mejor: "bodeguero despachante”.  Si bien seguía siendo un trabajo severo, por lo menos le permitía ir a dormir a su propia casa. "El almacén era un gran galpón que estaba ubicado en los predios de la actual EPET 5. Ahí funcionaba también el taller de artesanos. Entrábamos a las 6 de la mañana y nos íbamos a las 2 de la tarde. Había toda clase de materiales, desde un clavo hasta rieles, nafta, maderas. Una vez al mes cargaba el camión y les llevaba de todo a las distintas estaciones”, relató el trabajador. 

Trabajó en ese lugar hasta que en 1991, le ofrecieron junto a otros cientos de trabajadores más, el retiro voluntario. Fue así como tras 30 años de servicio, se despidió de ese gigante que lo había acompañado toda la vida.

La caída
En el gobierno menemista alegaron que los ferrocarriles generaban grandes pérdidas económicas y los cerraron. Pese a esto, Montaño, como muchos de los otros actores que vivían diariamente en las estaciones, tiene una opinión contraria. "Nunca tendrían que haber sacado los ferrocarriles. Todos los países del mundo amplían las líneas férreas, y nuestro amigo Menem vino y los destruyó. Acá se robaron los rieles, los durmientes. Supuestamente dijeron que iban a vender todo para aumentarnos a los jubilados, pero nos quedamos esperando esa plata.  El ferrocarril no dejaba pérdida. De acá siempre salieron los trenes completos. Un tren que lleva 13 vagones con ciento y pico de pasajeros cada uno, no puede dejar pérdida”, aseveró.

"En aquellos últimos años había un secreto a voces que decía que los grandes jefes se habían metido como accionistas en las empresas de colectivos y de camiones. Entonces usted iba a pedir un vagón para hacer una carga y le demoraba un mes. Lo mismo pasaba cuando alguien intentaba sacar un pasaje, le decían que estaba completo, y después salían de acá vacíos”, concluyó Montaño.

Hoy, a más de 20 años de su último viaje, cientos de sanjuaninos como Lebi añoran su paso, y alzan la voz en un solo reclamo: ¡Qué vuelva el ferrocarril!.

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