Ejemplo de vida

José Luis Guirado, el padre sanjuanino que predica la palabra de Dios a los más necesitados en Tucumán

Es Franciscano y desde hace diez años vive en Tucumán. Allí alimenta a los más necesitados y le lleva la palabra de Dios. Predica con el ejemplo en la humildad y la sencillez.
martes, 24 de diciembre de 2013 07:20
martes, 24 de diciembre de 2013 07:20
Su mirada se eleva hacia al cielo todo el tiempo. Pero no saca los pies del barro. Habita un cuarto de una prefabricada de menos de 12 metros cuadrados, apretado por los libros, un escritorio, un reclinatorio -mínimo- para la oración y varias fotos del papa Francisco. No tiene electricidad. Y vive de la providencia, del día a día. Se levanta tempranísimo, a las 5. Después de rezar, se sube a una destartalada renoleta blanca (que es prestada) para dar misa, confesar o hablar con la gente. No necesita estar en una parroquia para eso. Su espacio ideal es la calle, o mejor dicho la montaña. Su pelo es algo desprolijo, tiene la barba crecida y la sonrisa fresca y adolescente. Así es el padre José Luis Guirado, o simplemente el padre Pepe, como lo conocen todos en las zonas más necesitadas de Tafí del Valle. 

En estos días cercanos a la Navidad, su viejísimo teléfono celular, remendado en todas partes con cinta scotch, no para de sonar. Y eso que sólo puede activarse cuando va a la villa de Tafí porque ahí encuentra señal y vecinos solidarios que le prestan un enchufe para cargar la batería. 

La gente le pide que oficie misas, que bendiga enfermos, que los acompañe en una fiesta o en un velorio. Pero para la Nochebuena, el padre Pepe ya tiene planes: pasará la Navidad visitando a las familias más necesitadas, llevándoles comida que pueda conseguir a través de donaciones y regalándoles un abrazo en el cual puedan refugiarse.

¿Quién es el padre Pepe?
"No tengo problemas para la entrevista. Sólo quiero decirle que aquí todo es muy simple, no hay nada extraordinario”. Así se presenta este sacerdote franciscano, apenas accede a que LA GACETA lo acompañe en un día de su vida. 

Una túnica, el cordón en la cintura, una capucha con esclavina, un anillo de rosario y las sandalias hacen que este religioso no pase nunca desapercibido por Tafí del Valle. Igual, él se encarga de saludar fuerte a todos los vecinos, se acerca, les da un abrazo, les pregunta cómo han estado.

José Luis Guirado tiene 43 años y vive en los Valles desde hace más de diez. Nació en la capital de San Juan. Se crió en una familia de clase media. Con sus padres, comerciantes, y sus dos hermanos, una mujer y un varón. Desde chico fue a un colegio franciscano. Ahí conoció bien la vida y obra de San Francisco. Cuando era adolescente planeaba estudiar psicología y estaba de novio.

A los 16 años se dio cuenta que quería hacer algo diferente en su vida, trabajar para los pobres y habitar en una villa miseria. "Era un gran deseo”, cuenta. Poco después, en un retiro espiritual sintió la irrupción de Dios en su vida. Y supo que iba a ser sacerdote y franciscano. "A mi familia le costó bastante entender, pero me apoyaron siempre. Saben que soy feliz así”, acota.

Entró al seminario y se formó durante 10 años en Buenos Aires, especializándose en estudios filosóficos y psicológicos. Se desempeñó en las selva de Tartagal y en las Sierras de Córdoba, entre otros lugares. Fue maestro de novicios franciscanos durante mucho tiempo en Argentina, los últimos años en Tafí del Valle. Después de que cerró el convento, inició su proyecto más soñado: una fundación de vida contemplativa franciscana, con el objetivo de recuperar la fuerza carismática de la oración silenciosa y la vida pobre. 

Este proyecto contó con el apoyo de los vecinos. De hecho, una familia de Las Carreras le dio un terreno en esta zona de Tafí, a 15 km de la villa, para que pudiera construir una ermita. Hasta que eso se hizo realidad, vivía en una carpa. Primero le donaron la casita prefabricada. Ahora, el predio, situado en medio de una enorme plantación de papas y rodeado de un paisaje inigualable, cuenta con otras tres ermitas de acogida: dos de ellas para religiosos y una tercera para laicos que quieran vivir la experiencia de los franciscanos (un tiempo de retiro espiritual, en la pobreza y en silencio).

El padre Pepe recibe mucha ayuda de grupos de laicos, que le donan comida, muebles, colchones, y otras cosas para su obra en los Valles. El se define como un ermitaño. Le gusta el silencio y la soledad. Pero también el contacto con la gente. Le encanta hablar. De hecho, habla todo el tiempo, de la vida, de política, de sus sueños. Una vez perdió la voz y tuvo que hacer rehabilitación de cuerdas vocales, cuenta. Sus homilías son larguísimas. Los feligreses lo saben. Y así y todo lo eligen. "Nadie llega como él a nuestros corazones”, resume Lucía Hortensia de Pérez, directora de la escuela de El Rodeo, en Tafí.

 

Fuente y fotos: diario La Gaceta

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