Acto Homenaje a Sarmiento

Monseñor Delgado: "La educación, una educación de calidad, es un derecho de todos los argentinos"

El obispo de San Juan recordó los logros que concretó Sarmiento durante su trabajo en la gestión pública. Delgado destacó que cuando dejó la presidencia de la Nación vivió en la pobreza.
miércoles, 11 de septiembre de 2013 10:51
miércoles, 11 de septiembre de 2013 10:51
En los actos previstos para homenajear a Domingo Faustino Sarmiento, Monseñor Delgado hizo memoria de todos los trabajos que realizó el sanjuanino en beneficio de la comunidad argentina. A continuación el mensaje completo del obispo.

 

A los 6 meses de asumir como Presidente, Sarmiento realizó el primer censo nacional, que indicaba que en 1869 el país tenía una población de 1.830.000 habitantes. Pero un 87% de ellos analfabetos.

Esto significaba que 1.592.000 argentinos (hombres y mujeres) no habían podido aprender a leer y a escribir. El día que le conoció estos datos, el Presidente convocó a una reunión de gabinete y estableció su primera política de Estado: escuelas, escuelas y escuelas, en todo el país.

Durante su gestión se construyó una escuela cada 2 días, incluyendo sábados y domingos, y también la Escuela Naval y el Colegio Militar. Además,  adquirió los barcos para la Flota de Mar y los rieles para el ferrocarril, que sumados tenían una longitud más grande que todos los rieles de América.

Construyó el telégrafo a Chile. Nos dejó el Código Civil redactado por Vélez Sarsfield, y también el Banco Nacional (que así se llamó al inicio). Cuando se inauguraba la Academia Nacional de Ciencias, en la Universidad de Córdoba, hizo notar que no había una sola mujer. Al tomar la palabra dijo: "Señores, veo que en este salón de grado no hay una sola mujer que nos acompañe, pero yo les auguro que dentro de un siglo, la argentina en sus universidades, va a tener más mujeres que hombres”.

 El Himno a Sarmiento que se canta en San Juan habla de su destierro y de su pobreza. Cuando Sarmiento dejó la presidencia en 1874 no tenía casa propia, y fue a vivir a casa de su hija Faustina mientras pensaba cómo resolver su situación. El problema era que no tenía medios para comprar una vivienda. Había estado tan ocupado en hacer la grandeza del país que se había olvidado de sí mismo.

 Así nos dejó una Argentina mejor, una Argentina nueva que destacaba en el concierto de las naciones precisamente por la educación de su pueblo. Creo que el legado de Sarmiento, por el que damos gracias a Dios, nos exige a los argentinos, especialmente a los dirigentes, un compromiso serio y valioso: la voluntad de continuar la obra del Maestro de América. La educación –una educación de calidad– es un derecho de todos los argentinos.

Que Dios bendiga la obra educativa de Domingo Faustino Sarmiento, un hijo de esta tierra sanjuanina. Que Dios bendiga a quienes se dedican, de tantos modos, a la gran tarea de educar. Que Dios bendiga a los gobernantes que hacen de la calidad de la educación un objetivo para todos, una decisión de gobierno y una auténtica política de Estado.

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