Sentado sólo, con la cabeza baja todo el tiempo y con varios kilos menos de aquel día que cayó preso por haber asesinado a Yamila Pérez. Así se pudo ver a Evaristo Molina en el juicio abreviado que se le realizó este miércoles en la mañana en la Sala III de la Cámara Penal. Durante todo el tiempo permaneció como abstraído, pensativo y sin poder de reacción ante el relato de la Fiscalía sobre cómo ocurrió aquel hecho trágico del 17 de junio del 2018.
Sin embargo, no todo fue silencio en él. Al momento de recibir la condena perpetua hizo uso de su habla. Solo cuatro palabras pronunció, una frase que dejó a todos expectantes pensando que se conocería finalmente el resto de la verdad que nunca salió a la luz. Esa frase generó la necesidad de escuchar un poco más.
"Sí, yo la maté", dijo aceptando de esta forma la condena a perpetua por parte del Tribunal. Solo pronunció esas palabras y otra vez el silencio lo envolvió y su mente volvió a abstraerse del lugar. Con esta declaración quedó la sensación de vacío de quienes esperaban escuchar dónde escondió los brazos, que nunca aparecieron, y si hubo alguien que lo ayudó a cometer el crimen o encubrirlo.
El juicio
En el juicio, que comenzó cerca de la hora 11, no hubo familiares de ninguna de las partes y sólo se leyó el fallo del acuerdo. Ahí figuraba la macabra situación de que Evaristo conocía a Yamila desde que era niña, frecuentaba su casa y tenía vínculos con algunos miembros de su familia.
Por ello, la confianza de la joven cuando luego de verse con el hombre pasada las 23 horas por motivo de realizar trabajos sexuales la noche del 16 de junio, accedió a reencontrarse nuevamente después de la 1:00 de la madrugada, ya del 17 de junio.
Según consta en el expediente, Molina había recibido amenazas por parte de la joven de que hablaría con su esposa y premeditó asesinarla, ya que llevaba consigo un cuchillo. Entonces la condujo a un descampado, le pidió que se bajara y ahí la atacó de 8 puñaladas fulminantes. Luego le fraccionó los brazos y el rostro para que nadie la reconociera. Sin embargo, cuando la arrastraba se le cayó una prescripción médica a su nombre en la escena del crimen.
El sujeto “trató de ocultar el a la víctima colocando una maceta de cemento de gran tamaño en la cabeza y al resto del cuerpo lo cubrió con trapos y regresó a su casa”. Finalmente Yamila murió de un shock hipovolémico producto de la alevosía esa misma noche.
El hombre de avanzada edad, tras un acuerdo con su abogado defensor y la fiscalía aceptó la condena máxima de prisión perpetua en el juicio abreviado.