miércoles, 12 de junio de 2013
09:43
miércoles, 12 de junio de 2013
09:43
Como siempre, Francisco fue a lo concreto, y añadió que no se trata de «un vago sentimentalismo estéril» sino de «acoger al otro como un verdadero hermano, superando todas las divisiones, rivalidades y egoísmos». Con voz fuerte y dolorida, el Papa lamentó que «en los periódicos y la televisión vemos tantas guerras… ¡incluso entre cristianos!». Vemos también conflictos «en el lugar de trabajo, e incluso a veces en la familia».
Implicando directamente a los fieles, el Papa les invitó a reconocer que «nos dejamos llevar de simpatías y antipatías, y muchos de nosotros estamos enfadados con alguien». Ante ese hecho, invitó a «rezar por esa persona, por él o por ella; hoy es un buen día para vivir la ley del amor»; e insistió, interpelando a todos: «¿Lo voy a hacer hoy? ¡Hoy!». Un gigantesco aplauso fue la respuesta afirmativa.
Francisco insistió con mucha fuerza en que, a pesar de los desastres que vemos a nuestro alrededor «Dios es más fuerte que el mal», y en que cada uno debe aportar su granito de arena a la solución: «Si en una noche oscura alguien enciende una lucecita apenas se ve nada, pero si los setenta mil espectadores del Estadio Olímpico de Roma o del Estadio San Lorenzo en Buenos Aires encienden cada uno una luz, entonces el estadio se ilumina».
El Papa concluyó la audiencia general sumándose a la Jornada Mundial del Trabajo Infantil, y denunciando «en particular, la explotación de niños y sobre todos niñas en el servicio doméstico; un fenómeno lamentable que va en aumento, sobre todo en países pobres». En conjunto, los niños explotados son «millones y millones: ¡es una verdadera esclavitud!».
Por eso hizo un llamamiento «a la Comunidad Internacional para poner en marcha intervenciones más eficaces contra esa auténtica plaga. Todos los niños deben poder jugar, estudiar, rezar y crecer en la propia familia, en un contexto armónico de amor y serenidad. Es su derecho y es nuestro deber».
Fuente: ABC