Opinión

Onur pregunta

domingo, 8 de marzo de 2015 00:00
domingo, 8 de marzo de 2015 00:00
Por: Ivan Grgic

Desde hace un tiempo se proyecta en el país la novela turca "Las Mil y Una Noches”. La historia de Onur y Sherazade va atrayendo a los televidentes más disímiles, aún a hombres mayores que siguen sus capítulos bajo el paraguas de los aportes culturales, para no empañar sus apetencias futboleras.

En ese marco, mientras los comentarios masculinos sobre la heroína no llegar a ser relevantes, la figura de Onur llega hasta encuesta cholula y de dudosa seriedad: 8 de cada 10 mujeres serían infieles si fuese el Turco quien ofreciese la oportunidad. Obviamente, los recuerdos de Robert Redford y su "Propuesta Indecente” a Demi Moore animan los debates.

Los lugares de trabajo, de vida cotidiana, de relaciones familiares y sociales de la novela impactan con su diversidad e instalan algunas preguntas: ¿cómo son las mujeres de esa cultura y cómo viven en nuestras tierras? ¿Qué cambios se han producido en nuestro país y cuáles aún restan por desarrollar? ¿Cuánto influye el rol del varón, que poco se ha movido de su metro cuadrado, a que las transformaciones no sean suficientes? Más allá de la necesaria superficialidad de los comentarios cotidianos y sin que medie una oculta envidia machista, ¿el personaje de Onur no cuestiona muchos de esos logros, con su perfil intocable, patriarcal, definidor de la escala de valores y referente último de las decisiones de la mujer?

La historia de la lucha de la liberación de la mujer es de amplia data, y parece volver a cero periódicamente cuando situaciones inesperadas exponen a la luz algo invisible socialmente. En el caso de la participación de la mujer en espacios decisorios políticos y empresariales los índices de los últimos 20 años han variado muy poco, aún con la importante referencia de las mujeres que ocupan la presidencia de países latinoamericanos. Aún la presencia creciente en áreas de gestión de recursos humanos parece muchas veces un tenue reconocimiento que no aspira a ir más allá, salvo casos puntuales. Aunque tal vez sea cuestión de tiempo, pesa el pesimismo.

En otros "botones de muestra” nos podemos detener en una publicidad actual sobre trata de personas laboral y sexual, evidenciada por la penosa historia de Marita Verón y varios films locales e internacionales que resaltan el tema. También las situaciones de violencia contra la mujer y la familia marcan un crecimiento que asombra y espanta, tanto por la cantidad como por las características de los hechos. 

Por eso el personaje de Onur es un símbolo oportuno con su vida familiar, empresarial y social para generar preguntas. Si se colocan en contraste las luchas y los logros puntuales frente a los cambios sociales definitivos, puede pensarse la hipótesis de un cierto desequilibrio: frente a las transformaciones que las mujeres han logrado no parece haber un paralelo "click” en la mente masculina para sus propios cambios. Si los hombres somos como Onur, estamos lejos de cualquier cambio social.

Hace una semana concluyó en el Vaticano un encuentro sobre "La cultura femenina: igualdad y diferencia". El papa destacó la importancia del tema "para que las mujeres se sientan, no invitadas, sino plenamente participantes en los ámbitos de la vida social y eclesial. Este es un reto impostergable" no solo para la Iglesia sino para cualquier ámbito de la sociedad donde hay "muchas formas de esclavitud, de mercantilización, y de mutilación de los cuerpos de las mujeres" en el mundo. 

En el Día Internacional de la Mujer no resulta humorística entonces la propuesta de un Día internacional del hombre, en cuanto a la necesaria pregunta sobre sus paradigmas, sus valores y sus acciones. Para Francisco es la hora de un "nuevo paradigma de la reciprocidad y de equivalencia en la diferencia". Por eso, es el varón quien debe animarse a preguntarse sobre sí mismo, sus mandatos tradicionales, sus espacios y formas de poder, su mirada sobre la mujer y su aporte original. Tal vez ese día, el hombre se libere de sí mismo.

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