Opinión

La Madre de pie

domingo, 29 de marzo de 2015 10:54
domingo, 29 de marzo de 2015 10:54
Por: Ivan Grgic 
 
Gioachino Rossini fue un compositor italiano de obras clásicas fallecido en 1862. Su fama se extendió a través de sus óperas como "El barbero de Sevilla”. Además, en 1833, habiendo tomado un antiguo himno dedicado a la Virgen María al pie de la cruz de Jesús, estrenó su "Stabat Mater”. 

Esta obra para orquesta, solistas y coro, recorre las diez partes del himno latino mirando siempre a la Madre del Redentor desde el sentido del verbo. "Stabat” no es solo "estaba”, sino estaba de pié, como quien enfrenta el dolor y la cruz de su hijo con una actitud erguida, que no exime lágrimas ni lamentos, pero no es vencida por los tormentos que ve ni por los tormentos que siente.

Los cristianos, al llegar la Semana Santa, también miramos la cruz de Jesús a través de esa posición física y anímica de la Mujer de Nazaret, sea para entender el sentido de la muerte del Salvador, para condolerse por y junto a María y, finalmente, para redescubrir el propio rol en ese escenario de amores. Por eso en la tercera parte, el himno pregunta: "¿Qué hombre no lloraría si a la Madre de Cristo viera en tanto suplicio? ¿Quién no se entristecería contemplando a la Madre con su doliente Hijo?”

El dolor de una madre junto a sus hijos sufrientes es un dolor como el de María, de pie. Año a año, desde los comienzos de la última dictadura, los argentinos contemplamos madres y abuelas de pie por sus hijas e hijos desaparecidos. Es lo primero, por lo que las conocimos. Más allá de las historias y circunstancias, número y contexto, actores y roles, esas madres nos trajeron siempre el llamado de situarnos en aquél escenario de desgarramiento, angustia e incertidumbre total.

También, en el marco del Día de la Vida, flota inmediatamente otro llamado de otro escenario igualmente desgarrador, más cercano para muchos, rodeado de manipulación y soledad: la madre que comienza su tiempo de embarazo y se plantea la muerte del bebé. Pocos conocen la soledad de esas madres, la tensión de muerte que late en su libertad, y la inacabable experiencia interior de congratulación o de condena según decida acompañar la vida de ese bebé con ella o de terminarla. Si decide la muerte del bebé, la auto-condena la escolta todo su camino y la abate sin permitir que levante su cabeza. Pero si esa madre se pone de pie y mira a su hijo por nacer, transita la vida con esa niña o niño, ya sin abatimientos y plena de complacencia. 

Diariamente nos aparecen madres que lloran de pie, queriendo estar solo echadas al suelo. Madres del dolor por hijos e hijas muertos en accidentes de tránsito. Madres del paco o de otras drogas que ven sus pequeños ahogados lentamente por los mercaderes de la muerte y sus protectores. Madres de jóvenes abrazados por las incertidumbres, esas que los sofocan en trastornos alimenticios o en interminables sesiones de alcohol. Madres con hijos discapacitados que "los adoptaron” (Descalzo) cuando los vieron por primera vez luego del parto y aprendieron a amarlos como son, a pesar de tanto desamparo. Madres que contemplan la inseguridad y violencia que sus hijos sufren y tantas veces causan, y permanecen de pie con la pregunta sin respuestas acerca de cómo ayudarlos a gozar de la vida en paz. Madres que les arrancaron sus hijas para la prostitución y cada puerta cerrada de la connivencia aumenta desasosiego y pasión por la búsqueda. 

Como en la obra de Rossini, la contemplación cercana de madres dolorosas de pie junto a la cruz de sus hijas e hijos, nos traslada también al sentido de la vida de esos chicos: mientras sus tragedias nos dejan sin respuesta, el Hijo de la Nazarena da su vida para sanar. Es más, en ambos casos los prójimos reconocemos la dificultad para mirarlos por el compromiso que generan. Es que no se puede mirar a una madre dolorosa sin comprenderla, sin acercarse de alguna manera para abrazarla, mientras uno se pregunta por la propia vida.

Al comenzar la Semana Santa, emerge la plegaria con las palabras del Stabat Mater: "Madre, fuente de amor, /  hazme sentir tu dolor.../ Haz que mi corazón arda / en el amor de mi Dios…/ Defiéndeme  tú, Virgen santa…/ Y cuando mi cuerpo muera,/ haz que a mi alma se conceda/ la gloria del Paraíso.  Amén”.

Nota: el "Stabat Mater” de G. Rossini, será interpretado el domingo 29 de marzo (21h), en la Iglesia Catedral de San Juan, por la Orquesta Sinfónica de la USNJ, el Coro Vocacional de la UNSJ y Solistas.

Comentarios