Opinión

Líderes, ¿cómo?

domingo, 15 de marzo de 2015 15:36
domingo, 15 de marzo de 2015 15:36
Por: Ivan Grgic 
 
Parece mentira que hayan pasado ya dos años desde la elección de Francisco. "Será breve” dijo hace unos días, pero, al igual que el pontificado de San Juan XXIII, será decisivo para las próximas generaciones de la Iglesia y el mundo. 

Luego de ese 13 de marzo de 2013 no faltaron argentinos que, pasado el asombro y el reposicionamiento, buscaron la foto para uso de cualquier campaña. Obviamente no olvidaron casi nunca las remeras alusivas a las ideas políticas o sociales. Y Francisco lo ha reconocido claramente expresando que fue "usado” por muchos políticos del país. Esos líderes que se posicionan en campaña para las próximas elecciones, dejando de lado la foto ¿resistirían a los tres puntos que formuló el Pontífice en esta semana: "una plataforma electoral clara, honestidad en la presentación de la propia postura y una campaña electoral de tipo gratuito, no financiada"?

La plataforma clara parece algo olvidado y aparece más una adhesión a la indefinición, esa que les permita hasta último momento saltar de idea, de posicionamiento nacional y hasta de frente electoral. La propia postura firme también es casi un recuerdo, no solo por la necesaria vaguedad de las ideas partidarias, sino porque todo voto vale sin importar como se consiga. Finalmente, el Papa propone "una campaña electoral de tipo gratuito, no financiada…porque  en las financiaciones de las campañas electorales entran muchos intereses que después «te pasan factura»".

Francisco no sólo ha formulado tres líneas indiscutibles para los candidatos en la Argentina, sino que con su proceder ofrece un estilo de liderazgo válido para todos. Se puede analizar desde muchas perspectivas, entre las cuales está la Parábola del Buen Samaritano. En ese texto, le preguntan a Jesús de Nazaret: "¿Quién es mi prójimo? El Maestro no responde "la persona que está cerca”. El prójimo es alguien que se acerca al herido, como el Buen Samaritano. Ese caminante comprende la situación del hombre medio muerto que encuentra, lo cuida en una posada y luego continúa su camino. Un líder, como el samaritano, cultiva su identidad cuando se vuelve prójimo.

Comprende la situación del hombre medio muerto. El liderazgo de Francisco, como el de cualquier persona, comienza cuando el sufriente le indica sus necesidades y las asume como propias. No usa al herido para posicionarse y mantenerse eternamente en el poder, sino para definir su acción. Es más: el pobre, con las más variadas pobrezas de estos tiempos, no solo le da al líder el obrar sino también el sentir, porque comprender es hacer propio el sentimiento profundo del que sufre.

Lo cuida en la posada. Las acciones de los líderes pasan de las palabras y sentimientos a un plano de eficiencia y eficacia, es decir, calidad en la gestión de lo que realizan y búsqueda de los logros y metas pautados. Lógicamente, estos estándares los define la realidad del hombre herido, no las teorías, ni los mandatos del partido o del ente que finanza sus programas, ni los índices que sostengan su imagen positiva o una reelección. Además, el cuidado en la posada incluye a otras personas, lo cual exige un liderazgo compartido donde cada uno no lo sabe todo, no lo puede todo y no lo hace todo. En ese liderazgo común se entiende que la descentralización y la sinergia es una obligación porque no existe el líder único. Los "mesías” son una mentira.

Continúa su camino. El fin de los líderes es la salud del herido, con lo cual determinan las características del cuidado. Y saben que la meta es dejar de cuidarlo cuando el pobre deje de serlo, el subsidiado logre su autonomía y el asistido tenga su propia manutención. Reconocen que la prolongación del cuidado consolida gravemente dos males: la enfermedad del hombre herido y la permanencia en el poder de los líderes. Con el primer mal, la persona se cría pensando que su libertad y creatividad no existen, que solo sirve para depender. Con el segundo mal, los líderes se olvidan que el liderazgo es un tiempo de servicio no un estado de privilegios.

Dijo Antoine de Saint-Exupéry: "si quieres construir un barco, no juntes hombres para cortar leña, dividir las tareas e impartir órdenes, sino que enséñales a ellos la nostalgia del mar vasto e infinito". Tal vez, Francisco nos ha despertado a esa nostalgia. Y es necesario exigir-nos líderes así.

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