El mal de Sansón

La lucha en la Franja de Gaza se incrementa cada vez más. Los muertos del lado palestino llegan a 1000, mientras que del lado israelí llegan a 50. Detrás de cada argumento para continuar las batallas resuena el “muera yo con los filisteos”.
domingo, 27 de julio de 2014 09:23
domingo, 27 de julio de 2014 09:23

 Por Ivan Grgic

Hace unos años un pedagogo platense, Osvaldo Izurieta, hablaba desde la experiencia y su característico toque de humor del "mal de Sansón”. Se refería a una frase del antiguo héroe bíblico que, con una fuerza colosal vinculada a su cabellera, era capaz de luchar heroicamente contra los enemigos de Israel. La historia cuenta que los filisteos organizan una estrategia a través de Dalila, una mujer que lo seduce,para ser apresado y cegado.Pasado un tiempo, los filisteos llevan a Sansón al templo en el marco de un sacrificio aldios Dagón. Allí el héroe, apoyado en las columnas, destruye todo al grito: "Muera yo con los filisteos".


Izurieta tomaba esa frase para mostrar la actitud que nos afecta a los humanos cuando tenemos delante el desafío de afrontar sinceramente los errores personales y preferimos echar la culpa a otros, encubriendonuestraactuación. El primer ejemplo, decía el platense, sucedió con Adán y Eva quienes le achacaban a otro la responsabilidad de haber comido del fruto prohibido para no reconocer la propia decisión y, en grupo, disimular losequívocos. Así los primeros  humanos, en vez de asumir sus responsabilidades, parecieran gritar "muera yo con los filisteos” para encubrir la falencia de su resolución.

En estos días, la lucha en la Franja de Gaza se incrementa cada vez más. Los muertos del lado palestino llegan a 1000, mientras que del lado israelí llegan a 50. Detrás de cada argumento para continuar las batallas resuena el "muera yo con los filisteos”. De un lado, se prefiere destruir todo en Gaza y justificar sus impecables acciones culpando al terrorismo islámico. Simultáneamente, del lado palestino se continúa la lucha con la cobardía de poner a los propios civiles como rehenes.

En la semana también fue indagado una vez más Amado Boudou por una causa de un auto de alta gama con papeles falsos. Todo indica que negó su propiedad para que no entrara en la separación de bienes por su divorcio. Lo cierto es que en su declaración manifestó que todo error fue de los gestores. "Muera yo con los filisteos” resuena tras de ese escrito, en el cual, si hubiera alguna participación del mandatario seguramente será por culpa de otros.

Algo así sucedió en una iglesia sanjuanina a raíz del traslado de un sacerdote. Lo que debió ser una franca decisión personal asumida dialogalmente en el contexto de su Orden, se trasladó al ámbito de la comunidad y del colegio. "Muera yo con los filisteos” resonó nuevamente, más aún cuando se prefirió el desprecio y la división entre laicos a la honesta actitud de responsabilizarse de las propias decisiones religiosas.

Todo el que tiene el "mal de Sansón” sabe que sus seguidores creerán ciegamente  en él y que, en la muerte física o psicológica de los otros, se podrá ocultar los propios errores o actos delictivos. Cuan distante aparece ese hombre oriental que ha llorado públicamente al reconocer su participación en actos de corrupción. O el papa Francisco, tan citado por los que en nombre del "lio” destruyen al otro, que sigue pidiendo perdón por todo caso de pedofilia. O Nelson Mandela que en su autobiografía decía: "No quiero ser presentado de forma que se omitan los puntos negros de mi vida”. Hombres tan distantes del mal de Sansón.

Los liderazgos verdaderos se construyen desde la honestidad y la franqueza, la simpleza de la propia humanidad y la aceptación de las falencias, la construcción de poder como servicio articulando virtudes y defectos. Estemos atentos: cuando la cobardía quiera enseñorearse con la fuerza del mal de Sansón, nos podremos aferrar al propio camino con aquello de Mandela: "No me juzgues por mis éxitos, júzgame por las veces que me caí y volví a levantarme”.

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