Por: Raul Moreno. Contador Público. MBA
Durante algo más de un mes el mundo ha sido testigo de la mayor fiesta deportiva, con el fabuloso show máximo del fútbol mundial, como lo fue la Copa Brasil 2014 de la FIFA. En Brasil como en el resto de latinoamérica, volveremos a la vida cotidiana y nuestros temas volverán a circunscribirse a los problemas que nos siguen preocupando. Por ello la vieja canción de Joan Manuel Serrat describe como ninguna este sentimiento de fin de fiesta: "y con la resaca a cuestas vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas”.
Si bien la primer copa del mundo se celebró en un país sudamericano, tuvieron que pasar 36 años para que otra copa volviera a disputarse en sudamérica, desde aquella última vez que fuéramos anfitriones en nuestro país el año 1978. La importancia que tiene un evento de tal magnitud es que representa una oportunidad fantástica de mostrar al mundo los progresos del país organizador, pero también, al generar tanta expectativa, no se pueden ocultar los atrasos.
La Sudamérica de hoy no es la misma sudamérica que convocara a los mejores jugadores del deporte allá por 1978. Por un lado, una vez terminada la "guerra fría”, la democracia y la libertad se han consolidado en todos los países alentando la participación activa de una sociedad que ya no se queda callada ante las injusticias sino que se expresa sin miedos, recordemos las importantes manifestaciones del año pasado en todo Brasil, preocupados por los problemas básicos que se dejaban de atender por desviar recursos en los preparativos de la copa más cara de la historia del fútbol.
Económicamente, en todo este tiempo, se han producido cambios significativos, que han tenido su repercusión social. Una mejor distribución del ingreso es el rasgo fundamental que muestra no solamente Brasil, sino la mayoría de los países sudamericanos. Ha sido importante también la disminución general de la pobreza, la disminución de los índices de analfabetismo y el desarrollo del comercio y la industria. Sin embargo podemos encontrar grandes carencias que han limitado el crecimiento de la región, como la integración, la educación y la infraestructura. Los visitantes de esta copa mundial han podido comprobar que el principal medio de transporte para unir ese país tan extenso es el avión. No hay buenos caminos y mucho menos una red ferroviaria acorde al tamaño del país.
La rivalidad futbolística entre las dos principales economías de la región, Argentina y Brasil, esconde también una incapacidad para integrar nuestros países. No solamente hay que destacar los pobres resultados obtenidos en la consecución de los objetivos planteados por el Mercosur, no hemos tenido una política común, ni una moneda común, ni una unidad en los contenidos educativos, ni integración energética, sino que tampoco hemos coincidido en mínimos aspectos cotidianos. Ni hablar de la falta de integración entre los países del Mercosur y los de la Alianza del Pacífico.
La falta de infraestructura es evidente en las dificultades para transportar nuestros productos lo que ha derivado en sobrecostos de fletes que reducen la competitividad. No hemos podido evitar que las imágenes de un puente derrumbándose sobre los autos en una carretera cerca de Belo Horizonte fueran vistas por todo el mundo, como un símbolo de cierta improvisación. Porque, como en todas las fiestas, los invitados suelen poner su atención en la calidad del anfitrión.
La delincuencia, la corrupción y la inseguridad también son moneda corriente en nuestros países. Por supuesto, en unos más que en otros, pero en todos en cierta medida como factor común. Lo que podemos exhibir con orgullo es que estamos, por primera vez en mucho tiempo, en el camino del progreso y que hemos entendido que dicho progreso es fundamental para solucionar nuestros problemas.
"Se acabó, el Sol nos dice que llegó el final, por una noche se olvidó que cada uno es cada cual” ("La Fiesta” - Joan Manuel Serrat)