Intuición

domingo, 1 de junio de 2014 01:56
domingo, 1 de junio de 2014 01:56
Por Ivan Grgic  
 
Henri Bergson (1859-1941) fue un filósofo francés que tuvo una fuerte influencia a principios de S. XX a través de una fructífera vida académica, un eficaz servicio ciudadano para Francia y sus relaciones internacionales en la 1° Guerra Mundial, y una producción intelectual de tal valía que no sólo aportó un cambio a la filosofía sino que le acreditó el premio Nobel de Literatura en 1928. ¿En que se basó esa fecundidad? En confiar en la intuición.

Hasta ese momento todo éxito en el pensamiento debía seguir el sistema positivista de Comte. Sin embargo Bergson intuyó que había un aliento vital que debía perseguir. "La inteligencia se caracteriza por una incomprensión natural de la vida”, decía, aludiendo a su fuerza para clasificar, para plantear estrategias o para analizar, pero sin el alcance de la intuición.

La intuición es la vía de conocimiento, la más simple para llegar a la verdad y surge de la intimidad del encuentro con uno mismo. Allí, en la interioridad de cualquier persona, se descubre el llamado a "pensar como una persona de acción y actuar como una persona que piensa”. Entonces el pensamiento es un análisis posterior a la intuición. Esta forma de conocimiento es el origen de la filosofía de la vida porque busca contemplar lo que resuena en el corazón, mediante el encuentro comprensivo con las personas y con todos los seres.

Cuando Francisco se abrazó con el Rabino Skorka y el islámico Omar Abboud luego de rezar en el Muro de los Lamentos y exclamó "lo logramos”, quedó claro que la intuición de la verdad, que había surgido de la intimidad de esos hombres, se había manifestado en medio de la lógica infecunda de los esfuerzos humanos. Y de esa intimidad ha surgido también la intuición tan simple de orar con los presidentes de Israel y Palestina, Shimon Peres y Mahmud Abbas antes de otro camino de acuerdo político. Si, orar, una nueva bolilla de estudio en las cátedras de relaciones internacionales. Bergson ha vuelto a tener razón.

Orar es intuir a Dios como se intuye la verdad o el interior del otro, a través de un encuentro con uno mismo. Dijo Skorka. "No se trata de un encuentro del cual místicamente emergerá la solución de las diferencias que separan con rencor a israelíes y palestinos, sino de crear una imagen significativa para todos, que muestra una actitud de búsqueda del bien por parte de cada uno. Todos rezarán a su manera en ese encuentro con el mismo Dios, aquel que pactó con Abraham, patriarca común de judíos, cristianos y musulmanes”.

En los tiempos del face o del whatsApp, de twitter o instagram, en medio de la prolongada moda televisiva de la exposición de sí y del desnudamiento de las profundidades interiores, el llamamiento a la intimidad parece un sinsentido. Sin embargo se pone en juego la capacidad de intuir la verdad, la alegría de amar en plenitud, la sabiduría de decir lo pensado, la autenticidad de expresar la palabra que edifica, o la fortaleza profunda de luchar en paz por las convicciones. 

La intuición es una capacidad de todos y se convierte en habilidad cuando la forjamos a fuerza de silencio y escucha. En ese punto se descubre que la calidad humana no se logra con el vedetismo exterior sino con grandeza interior. Peres o Abbas, Skorka, Abooud o Francisco ejemplifican en un nivel impensado el "modus operandi” más eficaz de estos tiempos. Ese modo de obrar es el que brota luego en la realidad de los frutos que permanecen y no en los recuerdos de los fuegos artificiales.

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