Acá no pasó nada

Hace una semana atrás, por ejemplo, no pasó nada. Los adolescentes no salieron a bailar ya que nunca lo hacen. Para hacerlo debiera haber fiestas para menores y no existen. O debiera haber boliches que los autorizaran y nunca lo hacen. O debieran utilizarse DNI de otras personas para que los “patovicas” ciegos no lo noten, y no existen patovicas ciegos ni se usan DNI de los amigos
domingo, 30 de marzo de 2014 09:15
domingo, 30 de marzo de 2014 09:15

Por: Ivan Grgic

Solo 5 años de carrera cinematográfica transcurrieron para que Robin Williams tuviera su primera nominación a un Oscar en 1987. Su personaje de Adrian Cronauer, en "Good morning, Vietnam” sacaba a la luz la grandeza de este comediante, con un modelo de conductor radial que también se animaba a criticar la guerra. Es uno de los tantos ejemplos fílmicos que ayudan a realizar una lectura de lo que sucede tanto por la presencia o ausencia en los medios, por el modo de titular, de relatar, reiterando el tema en varias notas o el enfoque parcial de los hechos. Las razones de este tratamiento pueden ir desde el desconocimiento a la censura, desde la falta de personal para cubrir hechos a la ideología, desde la poca calidad del cronista a las presiones editoriales. Y nuestra tierra no escapa a esas circunstancias.


Hace una semana atrás, por ejemplo, no pasó nada. Los adolescentes no salieron a bailar ya que nunca lo hacen. Para hacerlo debiera haber fiestas para menores y no existen. O debiera haber boliches que los autorizaran y nunca lo hacen. O debieran utilizarse DNI de otras personas para que los "patovicas” ciegos no lo noten, y no existen patovicas ciegos ni se usan DNI de los amigos.

Como no existen esas situaciones no son necesarias fiesta privadas organizadas y con entrada. Nunca se han hecho porque no se permiten. Para eso debieran estar autorizadas por entidades municipales, bomberos, las que dan autorización policial o para transmisión musical y, como no pueden darse estos permisos, es innegable que la fiesta no se organiza.

Esas fiestas inexistentes carecen obviamente de asistentes, menos aún de menores. No pueden ir porque no podrían hacerlo ni siquiera a un boliche. Aunque tal vez, con la falsa imagen de fiesta familiar, los padres autoricen su presencia. Si los chicos fueran a una fiesta así no debieran pagar nada ya que no está autorizada por nadie y, evidentemente, carece de cualquier tipo de infraestructura necesaria, como baños, cobertura médica, controles, etc. Gracias a Dios no suceden ya que, si fueran fiestas "cool” se llenaría de chicas y chicos. Es obvio que una fiesta en la que asisten de 8 o 10 adolescentes es algo de "ñoños”.

Menos mal que una velada así no existe, ya que se correría el riesgo que algunos chicos quisieran tomar alcohol y eso es imposible. Nunca hay grupos de chicos de 13 a 16 años que tomen alcohol, ni que lleguen en esas condiciones a las fiestas privadas que no existen. Es elemental saber que en un encuentro inexistente no hay alcohol y menos para menores. Nadie organiza un baile de esas características.

Como no sucede nada así, tampoco es posible que a algún menor se le pueda ofrecer alguna gaseosa con pastillas que le cause daño. Sería escalofriante pensar que haya adultos organizando fiestas donde se quiera distribuir pastillas con efectos narcotizantes a los adolescentes. La única razón a suponer sería la búsqueda de nuevos clientes para la droga y, si fuese en la ciudad capital, esta suposición incluiría la pesquisa de nuevos adictos en chicos y chicas de mejor pasar económico. ¡Imposible! ¡Puro fantasma!

Son tantas cosas imposibles que, de tener alguna probabilidad, debiera tener algún conocimiento alguna fuerza de seguridad, de tal manera que impidiese adolescentes, alcohol y droga en el mismo momento que detectaran un evento así. Como no sucede nada de estas características, no hay que lamentar que los chicos puedan vivir horas de experiencias de este tipo, ni ver a sus amigos alcoholizados o drogados o con escenas de violencia.

Gracias a Dios, la inexistencia de hechos así evita que algún chico termine internado por sus padres o por la misma fuerza de seguridad, o que muchos jóvenes, cada fin de semana, lleguen a sus casas o a las salas de urgencia en estado lamentable. Tampoco hay que lamentar que los sábados o domingos por la mañana se recojan en estado lastimoso a jóvenes abandonados por alguien en la puerta de los nosocomios.

Menos mal que no existe nada así, ya que se debiera presumir que hay gente con intenciones de  corromper adolescentes: llevarlos por el camino del alcohol hacia las drogas. Una sospecha de tal magnitud debiera inferir contactos en el poder, antecedentes similares y la impunidad de quien se cree todopoderoso.

Seguramente estas líneas fueron inspiradas en alguna película yanqui. Seguramente son puros fantasmas. Gracias a Dios, acá no pasa nada.

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