sábado, 7 de septiembre de 2013
20:09
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Por: Ivan Grgic
Haydé es la abuela más famosa de la Argentina. La vemos a menudo en una publicidad, mientras va aprendiendo a utilizar una computadora, el face, el chat y otras tecnologías. Tiene 92 años. Cualquiera que la busque en internet puede seguir sonriendo con sus ocurrencias. Sorprenden tanto sus picardías como su camino comunicacional, más aún con nuestro concepto de internet.
Cuando comenzaba a difundirse en el mundo cotidiano, la red se presentaba como un embudo que encerraba al navegante en unas fauces marinas capaces de devorarlo todo, sumergiendo en sus entrañas a todo buscador. Es la misma sensación que hoy tienen los padres en sus hogares con sus hijos que tienen teléfonos inteligentes y no salen de ahí…o los hijos con sus padres! La sensación de encerramiento se ha transformado en idea. Pero, ¿internet nos encierra? ¿Las redes son sociales, o nos aíslan?
Hace poco tiempo, la Revista Ñ del diario Clarín publicó un reportaje a Manuel Castells (http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Manuel-Castells-sociabilidad-real-hoy-Internet_0_967703232.html) abarcando varios temas. Desde "La era de la información” hasta "Redes de indignación y esperanza”, Castells se ha convertido en uno de los teóricos más citados en temas de tecnologías de la comunicación, economía y urbanismo. Este sociólogo español manifiesta que "los movimientos sociales no buscan tomar el poder, sino los cambios en las mentes de las personas y en las categorías culturales con las que la sociedad, normalmente, se piensa a sí misma”. Siempre han sido así. Muchos tomaron luego un compromiso político aunque "lo peor que puede hacer un movimiento social es transformarse en lo mismo que combate”. Los que perduraron fueron aquellos que no se despojaron de su original estadio social.
Castells afirma que en la actualidad no hay lucha de clases, sino lucha por derechos humanos, cuya palabra clave es dignidad. "Se produce un efecto de indignación en defensa de la dignidad, una explosión espontánea de gente que se siente humillada constantemente por el sistema político”. Así se observa claramente en los países europeos en crisis económica, o los que sufren una corrupción escandalosa o en la Iglesia Católica con sus vergonzosas contradicciones en casos de sexualidad, dinero o luchas internas de poder. Otra causa de la lucha es la individualización del trabajo luego de la desconcentración de muchos polos hacia una estructura de redes laborales.
"La clave es que el poder está en redes” dice el autor. Hay redes financieras, redes de estados y redes tecnológicas científicas, entre otras. Y el poder de hacer de la gente común ha comenzado a desarrollarse también desde sus pequeñas redes sociales. Allí no hay jerarquías de personas y funciones, sino jerarquía de ideas: aquello que parezca creíble se apoya con un "me gusta” y se comparte a otros, dejando un espacio democrático que surge desde la tecnología y la necesidad, no desde la ideología.
Ese espacio es el de los movimientos sociales actuales, que crecen en culturas y contextos diferentes. Castells dice que tienen tres rasgos comunes: "se inician y viven siempre en la red, parten de una indignación espontánea para defender su dignidad y ofrecen tantos programas que no tienen ninguno, no hay un objetivo ni una ideología común”. El planeta se ha urbanizado como una gran plaza luego que el tejido social de convivencia física tan herido se reconstruyera en la red. "Pero en cuanto pueden salir a la calle y crear espacios físicos urbanos en los que se tocan los unos a los otros lo hacen, porque somos humanos y el tocarnos es fundamental”.
Estos procesos demuestran que "Internet en lugar de disminuir la sociabilidad la aumenta, en lugar de alienar contribuye a desalienar, en lugar de deprimir contribuye a manejar mejor la depresión y el stress. Por una razón muy sencilla: un sistema de comunicación libre e interactivo agrupa a la gente”. No pareciera que hubiera que aceptar la comunicación desde la tecnología porque lo mejor es aliarse con el enemigo, sino porque es un amigo nuevo, raro, con dificultades humanas pero con virtualidades de relación, economía, comercio, gestión, innovación y transmisión de conocimientos, superación de discapacidades, recreación y encuentro.
Será tiempo de seguir el ejemplo de Haydé: sin temor adentrarnos en la red para renovar nuestras relaciones, recrear nuestros sentimientos, intercomunicar nuestra interioridad. Y luego, como esa querida viejita, juntarnos físicamente pues los dedos que expresan corazones en las teclas de las máquinas, saben del otro cuando la sensación en la piel deja de ser el plástico, para ser otra piel.