De lieros y rebeldes

Son términos con los que el Sumo Pontífice ha definido el obrar de los jóvenes cristianos, pero que ha tocado de tal modo las fibras de todos que ya no importa ni la religión ni la edad. Todos parecen asumirlo como un mandato personal.
domingo, 4 de agosto de 2013 08:50
domingo, 4 de agosto de 2013 08:50

 Por Ivan Grgic

Durante 10 años hemos gozado con la saga de las cuatro películas de "La Era del Hielo”. Many, Ellie, Sid y Diego han vivido muchas experiencias, muchos desafíos, y han generado muchos vínculos. Nada ha sido fácil y, desde que el mismo Diego tiene que romper con su manada original que quiere tomar un bebé y vengarse de los hombres y decide unirse a otra manada, hasta la lucha de esa gran familia por superar los desafíos del Capitán Tripa, vemos un verdadero grupo de "lieros”. Si, gente que hace lio, que salen afuera, a la calle, que se defiende "de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación, de lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar encerrados en nosotros mismos” en palabras del papa Francisco (se puede ver un buen video clip: https://www.youtube.com/watch?v=QRSbITNmRIM)

Lieros y rebeldes son términos con los que el Sumo Pontífice ha definido el obrar de los jóvenes cristianos, pero que ha tocado de tal modo las fibras de todos que ya no importa ni la religión ni la edad. Todos parecen asumirlo como un mandato personal. ¿Será porque es un tiempo para lieros y rebeldes? El mismo Francisco agrega: "Yo pienso que en este momento, esta civilización mundial se pasó de rosca, ¡se pasó de rosca! Porque es tal el culto que ha hecho al dios dinero, que estamos presenciando una filosofía y una praxis de exclusión de los dos polos de la vida que son las promesas de los pueblos”. Y esos polos son los jóvenes y los ancianos. Es más, afirma que esta exclusión es como una eutanasia cultural, que no deja hablar a los ancianos y no permite que los jóvenes estudien y trabajen. Por eso, "hacer lío” es salir a hacerse valer y a luchar por todos los valores hablando con la sabiduría de los pueblos.

Roald Viganó, un viejo sabio que partió hace un mes, decía: "Todo hombre tiene un precio, dice el mundo, y el mundo es de los que pagan ese precio y también de los que lo cobran. El Cielo, en cambio, es de los que a nadie compran y a nadie se venden” (Huella 747). Roald sabía muy bien que hay un cielo en el cielo, pero que este caminar diario construye aquél  si trata de parecérsele. Entonces, lieros y rebeldes son los jóvenes y los ancianos que rompen toda exclusión y eutanasia cultural, es toda persona que reconoce la verdad de ese llamado más allá de sus creencias, es un pueblo que se anima a pasar de la dependencia a la interdependencia y de la sober-bia a la sober-anía. Hacer lío es el camino del cielo, donde se escucha a los ancianos con la fuerza de los jóvenes para obrar el criterio de no comprar a nadie ni venderse a nadie.

Cuando Francisco afirma querer el lío de los jóvenes, también se está definiendo a sí mismo. Es liero porque es palabra sincera y acción coherente, porque es simplicidad de sentimientos desinteresados y universalidad de afectos concretos, porque es sonrisa permanente aún para hacer lío en las estructuras anquilosadas de la Iglesia y de los que lo escuchan, es lenguaje cercano como lo es su corazón, porque es humano, anciano y joven. Con él llegaron a Brasil casi 4 millones de peregrinos en la Misa de Copacabana, con 427 mil inscripciones de 175 países, 55% mujeres y el 60% de los participantes de entre 19 y 34 años, 60 mil voluntarios, cerca de 20 mil consagrados y 6.400 periodistas de 57 países. Cualquier número abruma, aún el que indica que se produjo 10% menos de basura que en Año Nuevo. ¡Vaya lío!

Los líos nunca han tenido buena prensa. Tal vez porque su estilo y desarrollo no fueron de la mano con la grandeza de sus ideales, tal vez porque faltó unión entre sabiduría de ancianos y energía juvenil. En ese sentido lio tiene como sinónimo "desmadre”. En un juego de palabras se ha afirmado con mucha vivacidad que todo desmadre tiene por causa un "despadre”, acentuando que los líos que quedan en el propio revuelo les faltó padre, les faltó el afecto existencial que sustenta y orienta y la cercanía cierta del abrazo tan firme como tierno.

Francisco, antes de enviar a hacer lío, ha demostrado que el mundo "pasado de rosca” necesita lío con paternidad-maternidad. Ha puesto en evidencia que la carencia esencial de nuestros días es de la convicción profunda de saberse y sentirse hijo e hija, exhibiendo que la crisis familiar se ha añadido a la crisis dirigencial que, en el mejor caso, quiere incrementar calidad de gestión desamparando el simple peregrinar de cada día. Hace muchos años, Eugenio Magdaleno en "Hijos de la posmodernidad” contaba una anécdota. Como directivo de un colegio había entrado en un aula de niños en el comienzo de clases para saludar. La maestra le señaló con sutileza a un alumno muy callado en el fondo de los bancos. Se acercó y le preguntó su nombre pero no recibió respuesta y el chico siguió mirando por la ventana. Eugenio miró el cuaderno abierto y e insistió: "¡qué linda letra que tenés!” El niño volvió su mirada hacia él fijamente y le preguntó: "¿no querés ser mi papá?”
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