La nueva Tinellización

La sociedad argentina de hoy es receptor de una lluvia de información diaria que lo puede llevar a la desinformación pero ¿Existe una opinión pública desinformada? ¿Cómo influye eso en la vida política contemporánea? ¿Somos carne de cañón o gestores de diálogo social?
sábado, 24 de agosto de 2013 23:53
sábado, 24 de agosto de 2013 23:53
Por: Ivan Grgic

En los 90’ se empezó a hablar de la "tinellización” de la televisión, aludiendo a un proceso en el cual se había comenzado con cierta trivialidad en los programas, necesaria, tal vez, para el final de largos días o semanas laborales. Esa trivialidad se había vuelto rutinaria, necesaria para otros, y, finalmente, necesaria para lo cotidiano de cualquier programación. Este proceso se había extendido a la sociedad y el desarrollo cotidiano de su cultura. Baste recordar que el "oso” de un fiscal a un funcionario porteño en las PASO proviene de los inicios de ShowMatch. "Graduados” rompió más de dos décadas de rating y estilo. Pero, ¿rompió la oferta o la demanda? La tinellización ¿se debió detener en la función de entretenimiento de los medios, o pasó de alguna manera a la esencial función de informar?

En esta semana, Carlos Belvedere publicó un artículo en el diario Página 12 refiriéndose a la preocupación del filósofo y sociólogo Alfred Schütz por "las consecuencias que un predominio de la opinión pública desinformada podría tener en la vida política contemporánea. Uno de sus temores era que la desinformación hiciera de las mayorías presa fácil de la manipulación mediática… El panorama es preocupante si se tiene en cuenta que la mitad de quienes votaron consideran a la política carente de interés o utilidad, y uno de cada cinco decidió su voto ese mismo día”. La nota apuntaba al tipo de campaña mediática en los momentos previos a la emisión del voto, cuestión que hemos abordado en esta columna.

Este enfoque cuestiona no solo el modo de decidir de cada uno, nuestros cuartos oscuros, sino también aparece el modo de plantear cualquier campaña con sus propagandas y posturas ideológicas o sectoriales de sus interesados. 

Un aspecto de las ofertas tinellistas es la apariencia. El programa aludido parece ser un ícono de nuestra cultura, con mucha apariencia y poca autenticidad, mucha imagen y poco contenido, disposición del oyente que tantas veces se aprovecha para hablar de alguien enfocándose solo en su fachada para amar u odiar. Ese campo de batalla permite decir mediáticamente algo de alguien, con cierta inconsciencia sobre la difamación o mentira. También en las campañas previas a las Primarias se escucharon pocas propuestas de los candidatos, o su modo de unirse a otros bloques, su asistencia a comisiones o su modo de atención de la gente representada, salvo la claridad de su imagen.

Este punto nos lleva al lenguaje, sistema de relaciones significantes que permite construir el perfil de una persona con una estrategia de campaña. Hablar de sistema de relaciones es señalar  que en las personas,  en los grupos sociales y en sus modos de vinculación hay un sistema que se desarrolla, un lenguaje que se pronuncia de diversas formas y se puede orientar estratégicamente para construir o deconstruir la imagen de alguien, una persona o un grupo. Esto manifiesta que, cuando hay una estrategia con una planificación determinada, deja de ser inocente su programa mediático, asumiendo una parcialidad preocupante. 

También es necesario destacar la instalación de la sospecha como si fuese verdad. En cualquier carrera de comunicación se aprende lentamente a producir noticias escritas, comenzando por un estilo base, el informativo. Eso supone que, aún en notas de estilo interpretativo o de opinión, la base son los datos reales. La tinellización de algunos espacios mediáticos que toman la sospecha como dato real se refiere a producciones de variada interpretación que tiene como sustento la posibilidad, la conjetura o la duda, pero presentada como realidad, con las tácticas de la insistencia de la acusación, la calificación de las personas, la urgencia por tomar postura o el apuro por definir la cuestión.

En medio de la sospecha, el lenguaje interesado o la apariencia están los consumidores, el público, o la carne de cañón, según se considere a la gente común. Los consumidores son la gente, nosotros, que podemos "comer” la información sin masticarla suficientemente, incorporando, incluso, aquella que nos pudiese caer mal. El público es la gente, nosotros, que estamos como en una plaza viendo pasar innumerable cantidad de información y, en la velocidad, la cantidad y el maquillaje, sentimos que todo está bien, todo es creíble. La peor posición en estas luchas de poder, es convertirnos en "carne de cañón”. Nos referimos a la posición en la cual la gente, nosotros, podemos ser también parte de la información que los bandos se apropian, llevados a la exigencia por tomar posición en sólo dos frentes, y aceptar sumisos un lugar terrible: munición de guerra contra el otro.

Es necesario pasar de consumidores acríticos a analistas atentos. Es conveniente pasar de público aturdido a pensadores sensatos. Es necesario pasar de carne de cañón a gestores de diálogo social. La película "Rescatando al Soldado Ryan”, también del genial Spielberg y un formidable Tom Hanks, comienza y termina con el soldado James Francis Ryan frente a la tumba del capitán John H. Miller, mientras recuerda nervioso la frase que escuchó antes que muriera y con la que le pregunta a su esposa: "¿he sido digno de la vida, la he merecido?” A diferencia de quienes lo quisieron usar como consumidor, público o carne de cañón, Ryan experimentó que alguien había dado la vida por él, que había tenido una nueva oportunidad de libertad y dignidad, y no esperó para decidir en consecuencia. Fue merecedor del don recibido.

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